Editorial El País
La cumbre que las cinco grandes economías emergentes o BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) acaban de celebrar en la ciudad sudafricana de Durban comenzó con gran redoble de tambores, pero acabó con sordina. El convenio de canje de divisas suscrito previamente por China y Brasil aparecía como el aperitivo de acuerdos de mucho mayor calado, en particular la creación de un banco de desarrollo que sirviera de contrapeso al Banco Mundial y al FMI.
La iniciativa, aprobada por el quinteto el año pasado en Nueva Delhi, se presenta como la base de un nuevo orden financiero mundial: un “banco sur-sur” que ayude a los países en desarrollo y desafíe a los organismos dominados por las potencias occidentales. Los BRICS, sin embargo, no pudieron apuntalar en Durban su primera institución. No hubo acuerdo en cómo financiar el banco, ni dónde situar su sede, ni cómo articular la toma de decisiones.
Esta quinta cumbre de los emergentes ha reflejado, una vez más, sus enormes disparidades: la economía china es 20 veces mayor que la sudafricana y cuatro veces más grande que la rusa. Las diferencias políticas y las inevitables rivalidades tienen también un peso inocultable.
Pero estas dificultades no restan un ápice de legitimidad a sus aspiraciones. Los BRICS representan el 45% de la población del planeta y el 21% de su riqueza. Cifras elocuentes de una nueva realidad económica mundial que no se ha traducido en una nueva arquitectura institucional. Las potencias emergentes no encuentran acomodo en unas estructuras creadas tras la II Guerra Mundial, y exigen espacios acordes con su peso específico.
Más desconcertante resulta, sin embargo, el empeño en envolver esa demanda justa con el viejo discurso antioccidental, y en presentarse como la alternativa virtuosa. La corrupción en Rusia o China no es una buena tarjeta de presentación para los adalides de un nuevo orden alternativo. Y la retórica “sur-sur” ha encontrado su respuesta justamente en África, donde algunos líderes empiezan a acusar a China, principal socio comercial del continente, de “neocolonialismo”, por el desprecio de sus empresas hacia el medio ambiente o las condiciones laborales.
Los BRICS plantean pasos importantes para la modernización de la gobernanza económica mundial. Pero aún les queda un largo camino para consolidarse como bloque estratégico.
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