jueves, 7 de marzo de 2013


La vida en campaña


  Albinson Linares




Hugo Chávez era un hombre que cumplía sus sueños; los perseguía de forma tenaz. Al joven venido del campo llanero en los setenta, Caracas le impresionó sin deslumbrarlo, por lo que en los años venideros se concentró en convertirse en militar. Se hizo teniente y una de sus primeras tareas fue combatir a los grupos guerrilleros que aún proliferaban en el país. Poco tardó en darse cuenta de que simpatizaba con las organizaciones a las que perseguía y, en una visita a su hermano Adán, se enteró de que éste colaboraba con los grupos insurgentes.
Brian Nelson, autor de El silencio y el escorpión, narra en su libro estos años de aprendizaje clandestino que convertirían al teniente en uno de los conspiradores más disciplinados y testarudos de la Venezuela contemporánea: “Adán le presentó a su líder, Douglas Bravo. Posteriormente Chávez diría: ‘Él me inspiró y me di cuenta de que no dejaría el Ejército. Descubrí el significado ideológico del trabajo cívico-militar y las posibilidades del trabajo clandestino, una fase que duró muchos años’ ”.
El futuro comandante se insertó muy temprano en los planes estratégicos desarrollados por cierto sector del comunismo nacional que buscaba infiltrar ideológicamente a las Fuerzas Armadas. Y duró años aprendiendo, asistiendo a reuniones y leyendo sobre los pensadores que nutrían a los subversivos. “Cuando se convirtió en un hombre de Estado, sus políticas se alinearían con la doctrina de izquierda de la guerrilla, que se apoyaba fuertemente en la Revolución Cubana, puesto que la misma había servido de inspiración y, en no pocas ocasiones, La Habana había contribuido financieramente con la lucha armada venezolana”, apunta Nelson.
Estrategias de organización, estructura de células, variantes de partidos clandestinos; toda esa inteligencia ladina, oscura y sagaz necesaria para la lucha por el poder no le era ajena al joven militar. Con sólo 23 años, en 1977, ya había formado su primera organización conspirativa, que se llamó Ejército de Liberación del Pueblo de Venezuela. En 1980 se encontraba como instructor en la Academia Militar, donde impartió diversas cátedras pero sobre todo desarrolló una intensa actividad reclutando jóvenes cadetes que se convertirían en parte de sus cuadros militares rebeldes.
Y para el 17 de diciembre de 1982, el joven conspirador había logrado uno de sus objetivos más caros: fundar en el aniversario de la muerte de Bolívar el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), el germen del golpe de Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992.
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A Hugo Chávez le bastó con pronunciar 169 palabras frente a una cámara para entrar, por primera vez, en la historia contemporánea de Venezuela y convertirse en un nuevo referente político. El video que sólo duró un minuto y 15 segundos, transmitido a las 10:30 de la mañana del 4 de febrero de 1992 por las cámaras de Venezolana de Televisión, fue una súbita iluminación estratégica que tendría efecto a largo plazo. Llamó a la rendición sobre dos grandes premisas.
La primera estuvo contenida en la frase: “Compañeros: lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder”. Lo segundo que quedó gravitando en las mentes de los 20 millones de insomnes que escucharon encerrados en sus casas al cabecilla del golpe de Estado fue: “Yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano”. Con el paso de los años se convirtió en el spot político más influyente en la Venezuela del siglo pasado.
La mayoría de los que estuvimos desvelados y en pijama frente a los televisores de esa mañana de febrero del 92 asistimos, sin saberlo del todo, al inicio de una nueva era en el devenir democrático del país. Fue el estrepitoso final de 15 años de conspiraciones que involucraron a cinco tenientes coroneles, 14 mayores, 54 capitanes, 67 subtenientes, 65 suboficiales, 101 sargentos de tropa y 2056 soldados alistados, según contó el vicealmirante Elías Daniels, testigo de excepción de esos días.
Sólo seis años después el ex militar recorrió todo el país en destartalados vehículos dando mítines en las plazas de pueblos y ciudades con su primer partido, el extinto Movimiento V República, que lo llevó a la Presidencia de la República: “Recorrimos el país de pueblo en pueblo en un escarabajo que yo tenía. Recuerdo que llegábamos a las radios buscando espacios y muchas veces nos los negaban. Pero bastaba con que Hugo tomara un megáfono y se parara en una plaza para que el pueblo llenara todos los espacios y en cuestión de horas se concentraran miles de personas”, recuerda Juan Barreto, quien lo acompañó en esa primera campaña electoral de 1998.
“Nadie sabía de sus habilidades oratorias. Si lo hubieran aislado como se hizo con todos los cabecillas de golpes anteriores le habría tomado más tiempo hacerse con el poder. A Rómulo Betancourt y Rafael Caldera les tomó 20 años de luchas y exilios, este es el hombre que más rápido ha llegado a la presidencia con sólo seis años”, asevera con sorpresa Luis Salamanca, experto en temas electorales.
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Para José Vicente Rangel, amigo y cercano colaborador del presidente, no hay oscuridades en el mando del ex militar: “Es un hombre que sabe romper los cercos y los anillos por su trato llano, directo. Chávez está hecho de una manera que es muy difícil de cambiar. No lo doblegó la derrota del 4 de febrero, ni el golpe del 11 de abril, ni la enfermedad; es un hombre que no retrocede en el marco de una estrategia inscrita en el pragmatismo, porque sabe combinar el pensamiento político e ideológico con lo pragmático. Cuando hay que hacer una concesión, la hace; cuando está al borde del abismo, retrocede”.
Este dirigente fue fundador del Movimiento al Socialismo y un eterno candidato a la presidencia que jamás llegó a rozarla. Periodista, abogado y sagaz político, ha entrado en la senectud con esa distinción que poseen los que conocen los bastidores del poder: “Es el presidente que más ha estudiado estando en Miraflores. Posee una voracidad por la lectura que lo lleva a leer cuentos, novelas, cosas económicas, política exterior, de todo. Es un tragalibros y aprende muchas cosas porque tiene una memoria prodigiosa”.
Desde ministro de Defensa hasta vicepresidente de la República son algunos de los puestos clave que este viejo político ha ejercido en el gobierno chavista. Sabedor del peso del mando, acota: “Su poder no está en los tanques, submarinos o cañones sino en la inmensa capacidad que tiene para comunicarse. Posee un lenguaje y un mensaje que a un sector de la política y la intelligentsia no les gusta pero que lo conecta directamente con el pueblo. Esa es su arma más poderosa, el verbo. Chávez es el verbo”.
Atildado y elegante Rangel es célebre por medir cada palabra y juicio que formula, pero se explaya cuando se refiere al mandatario: “Lo irregular en Chávez es lo regular. La rutina es la excepción en él”, afirma. Al referirse a la enfermedad, acotó: “Realmente no notaba cambios, era el mismo hombre. Decía que se habían producido unos cambios pero no los percibía. Su trabajo siguió siendo el mismo, más intenso incluso en la campaña. Las responsabilidades de jefe de Estado y al mismo tiempo tener la condición de candidato presidencial es un trabajo muy intenso. Es difícil que una persona normalmente lo asuma con tanta dedicación y voluntad como él lo hizo”.
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Gobernar Venezuela desde febrero de 1999 convirtió a Hugo Chávez en el mandatario elegido democráticamente que más años (14 hasta la fecha y aún le queda aprobado el mandato hasta 2019) duró en el poder. Ganó todas las elecciones presidenciales en las que participó y su influencia fue determinante para que el chavismo triunfe en 16 de 17 procesos electorales. No se puede olvidar que, ya estando enfermo y ausente del país, logró una hazaña más para su leyenda: el chavismo se impuso en las elecciones de mandatarios regionales alcanzando 20 de las 23 gobernaciones del país.
Uno de sus ex ministros y fundadores del extinto Movimiento Quinta República (primer partido formal del chavismo), ofrece recuerdos a cambio del anonimato. Dice que Chávez aprendió a gobernar en el ejercicio pero es “excelente alumno, se equivoca poco y no repite errores”.
De traje impecable y risa franca, el antiguo funcionario abona historias para la leyenda bonachona del líder. Dice que la gente no lo entiende y la oposición muchísimo menos. A su juicio Chávez adoraba el show, la televisión y todo el despliegue mediático. Explica que en su programa dominical le mandaba a construir una carretera a cualquier ministro, sin importar sus funciones, y cuando se acababa el “Aló Presidente” ellos le pedían recursos pero a Chávez le cambiaba el semblante y pedía no ser molestado. “Se te perdía y duraba meses sin hablarte hasta que un buen domingo, en el programa, te interpelaba en público por la bendita carretera ¡y Dios te libre de que no la hubieses hecho! El desvío de recursos por sus caprichos y deseos es la norma”, comentó riendo.
Dibuja un retrato íntimo del poder bolivariano. Y compara al presidente con “un niño grande” en los inicios de su mandato. Un muchachón que se compró un avión, un Airbus, porque quería viajar. Un “chamo” que jugó contra Sammy Sosa, ponchó a Fidel, corrió por la Muralla China, abrazó a la reina de Inglaterra, cantó boleros en un acto en Buenos Aires, desfiló en la alfombra roja de Venecia con Oliver Stone y manejó un Mercedes con Saddam en el desierto.
“Si te fijas son deseos de alguien que viene de un entorno pobre y lo logró todo con el poder. Pasó de nacer en una choza a pasar temporadas en palacetes árabes y hoteles ultralujosos. Es el sueño venezolano perfecto”, capitulaba emocionado el otrora hombre de confianza.
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Fragmentos del libro “Hugo Chávez, nuestro enfermo en La Habana” publicado recientemente por la editorial española *eCicero. Puede descargar gratuitamente  el libro de Albinson Linares pulsando aquí.

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