domingo, 11 de diciembre de 2016

EL RECUERDO DEL OLVIDO

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                    TULIO HERNANDEZ

EL NACIONAL

I.
Incluso en muchas mentes democráticas y de buena voluntad, los venezolanos vivimos saturados de prejuicios, lugares comunes, clichés y, en cierta medida, desprecio sobre nosotros mismos. Nos cuesta entender –porque obviamente no es fácil– lo que nos ocurrió. ¿Por qué llegamos a este abismo? ¿Cuándo comenzó la desgracia? ¿Quiénes son los responsables? Así ha sido desde hace mucho tiempo. Incluso desde antes de que llegara la epidemia roja.

II.
Hubo una época, por ejemplo, en que reconocer en un auditorio opositor que Chávez tenía una inmensa capacidad de seducción, había logrado una gran empatía con las mayorías venezolanas y sabía manejar como nadie el discurso afectivo populista, era un motivo de disgusto profundo. Quien lo dijera podría ser acusado de “proto” o “para” chavista.
A juicio de los simplificadores, a Chávez lo seguían las multitudes simplemente porque tenía una chequera descomunal o porque las masas eran ignorantes. Los argumentos se le complicaban cuando alguien recordaba que cuando el milico ganó las primeras elecciones no tenía chequera. Y otro de los presentes sugería que entonces las masas se habían vuelto brutas de repente. Porque sólo cinco años atrás habían votado, casi equitativamente, por Caldera, Álvarez Paz, Velásquez y Fermín.
La crisis más fuerte del simplificador ocurría cuando alguien explicaba que un seductor de masas, un sargento histérico llamado Adolfo Hitler, logró enamorar al pueblo con mayor nivel educativo en la Europa de la primera mitad del siglo XX, al pueblo alemán. Un pueblo sin analfabetos que lo acompañó, ilusionado, en uno los genocidios más grandes de la historia. En cambio un pueblo mayoritariamente analfabeto y rural, el de Venezuela en 1947, optó por un demócrata y además escritor.. Y lo hizo Presidente. Por votos.

III
Ahora, agotados de padecer al chavismo, estamos frente a un nuevo lugar común. El de “Todo pueblo tiene el gobierno que se merece”. “La culpa de lo que nos ha ocurrido en estas ya casi dos décadas, es la indiferencia de los ciudadanos”. “Nos hacen de todo y nadie reacciona”. Son las frases frecuentes. “Son unos colaboracionistas, especialmente los de la MUD”, dice algún abogado decimonónico que cree que la política se hace a fuerza de testículos y comparte la fantasía Disney de que si, mañana en la noche, todos nos vamos a Miraflores y nos acostamos en el piso, Maduro se llena de nervios, se va a Fuerte Tiuna y le pide a los generales, con los ojos aguaos, que traten bien a los manifestantes: “Mejor que con Kalashnikov, con pistolitas de agua”. Y temblando de nervios toma el avión presidencial rumbo a La Habana. Y llora. Desconsoladamente.

IV.
Mi tesis personal, por tanto arbitraria, es que si no hubiese sido por la acción de resistencia democrática de estos largos años, Venezuela sería exactamente como La granja de Orwel antes de la rebelión.
Y aunque no estamos en una democracia, tampoco el modelo totalitario que Maduro revela en sus cadenas psicotrópicas les ha sido posible. En Venezuela la política está viva y ha sido por la acción de los ciudadanos y sus organizaciones. Tanto los partidos como lo que llamamos confusamente la sociedad civil. En pocos años de trabajo, la MUD condujo a las fuerzas democráticas a convertirse en la mayoría absoluta de la vida política nacional.
Lo olvidan quienes amnesian que en estas casi dos décadas los venezolanos demócratas salieron, por millares, a las calles a manifestar. Incluso cuando ya no creían en las manifestaciones. Que quienes están en el exilio o presos, y han sido vejados y torturados, no fue precisamente por darle besitos a las fotos de Hugo Chávez. Tal vez crean que los observatorios de movilidad social se inventaron las cifras que muestran el crecimiento exponencial de la protesta. Que las madres y familiares de los presos políticos se quedaron en su casa tejiendo y bordando. Y los periodistas, que han sido perseguidos y amenazados, se han convertido todos en asalariados de la empresa bolivariana de comunicación y ahora por las tardes Bocaranda dice que Maduro es uno de los hombres más brillantes que ha parido Venezuela –que ni Bello– y sostiene que Chávez nunca estuvo enfermo.

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