domingo, 11 de diciembre de 2016

ESTE ROUND

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                   FERNANDO RODRIGUEZ


EL NACIONAL

Es de suponer que la carta del Secretario de Estado del Vaticano, ex nuncio en Venezuela, debió representar la caída de una pieza muy fuerte en la partida de ajedrez de la mesa de diálogo, hasta tal punto despertó la cólera de Maduro y los muy fogosos insultos de Diosdado que, como es ya costumbre, no se ahorró adjetivos: irresponsable, falta de respeto, militante de la escualidez venezolana y hasta los curas acusados de pedofilia salieron a relucir. Como es explícito en la carta, Parolin expresa la opinión del Papa Francisco, lo que hace que también caigan sobre éste las mazazos de nuestro refinado líder. Lo cual es bastante complicado porque el actual Sumo Pontífice, además de representar al mismísimo Dios, pasa por ser un progresista, un vulgar comunista según los macartistas locales,pero sobre todo un indudable amigo de los cubanos a quienes ayudó a reconciliarse con sus añorados vecinos ricos y ya les hizo una muy generosa visita, hasta en la propia casa de Fidel estuvo que lo recibió con su emblemática chaqueta de Adidas. Igual debe valer para los americanos, los otros partícipes en el inesperado entente. De manera que esto no creo que termine aquí y más de una cancillería debe andar dándole vueltas al caso.
El negarse la MUD a sentarse con el gobierno hasta tanto éste no cumpla con lo ya acordado por las partes debería tomarse como una acertada respuesta, que indicaría a ciertos mirones hipercríticos que estos asuntos son, al menos, un poco más complejos que una rendición sin matices que frenó la indetenible marcha del pueblo a la toma de nuestro Palacio de Invierno. Yo no diría que los resultados de este encontronazo, anunciados justamente por el Vaticano, son los mejores, se trata más bien de una postergación para enero, pero el haber recuperado los puntos fundamentales en discusión, que el gobierno quería evaporar, para su inmediato trabajo por las comisiones me da la impresión de que poco tiene que ver con la soberbia de Cabello y los sofocos de Maduro y más con la categórica solicitud opositora de hechos tangibles y la sacra misiva comentada. Que usted piense que este gobierno mentiroso como ninguno va a volver a trampear me parece bastante razonable y haría bien en hacerlo saber y mejor si inventa alguna manera de impedirlo.
Por otra parte también hay que reconocer igualmente que otras formas de protesta han venido dándose sin que el enrollado diálogo haya sido impedimento ¿por qué tendría que serlo? A mí me pareció importante esa alharaca de Sabana Grande contra los gestores del nuevo Dakazo que los hizo poner los pies en polvorosa, pequeña pero ejemplar. Hubo huelgas de hambre y otras movilizaciones por los presos políticos. Los estudiantes siguen tratando de meterse en la historia. La Asamblea sigue haciendo lo suyo, verbigracia el duro tratamiento del innombrable caso de los sobrinos reales.
Pero los ataques más contundentes contra el gobierno son los desastres de su autoría. Han sido tantos y tales que cualquier politólogo versado debe considerar un enigma su supervivencia, que a lo mejor es de resolución demasiado simple: algunos altos militares que se están protegiendo de sus pecados y muchos que siguen festejando y negociando. Pero hay que ver, en dos o tres semanas hubo narcosobrinos, pateada en Mercosur, masacre en Barlovento y Cariaco, hiperdevaluación, falta de dinero, traumas del sistema bancario…el caos, pues, para un gobierno que además ha perdido el apoyo popular. Y allí sigue y lo peor de todo malandreando, malandreando.
El mejor ejemplo es el Dakazo, parte II, después de haberse comprobado los nefastos efectos del primero en la catástrofe económica, ahora es menos excusable. Es seguro que esa alhaja de la demagogia pueblera, esas rebajas hechas sólo con el criterio politiquero del Sundee, que las exhibe como un don gubernamental, sumada a la subida sideral del dólar, acabe con mucho del poco comercio que existe y aumente proporcionalmente el número de desempleados. Pero a quién le importa esos dictámenes reaccionarios de la economía cuando se trata de ganar algo de oxígeno en las encuestas, para prolongar su agonía.

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