domingo, 18 de diciembre de 2016

LA DEGRADACIÓN DE (L) BOLIVAR

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                     TULIO HERNANDEZ


EL NACIONAL

I.
El nacimiento, apoteosis y caída fulminante del billete de 100 bolívares inventado por Hugo Chávez es probablemente la más contundente síntesis alegórica de la debacle económica que ese club de improvisados llamado chavismo le ha dejado como regalo diabólico a la nación venezolana.
Un billete, el de más grande denominación existente en el país, que fue creado precisamente para demostrar la fortaleza de nuestra moneda eliminando el billete más grande anterior, que era de 500 bolívares, es ahora recogido por decisión gubernamental bajo el argumento tramposillo de que es acumulado en la vecina Colombia, y en otras naciones, como papel de base para hacer dólares falsos.
Habría que preguntarse entonces por qué no usan billetes más altos de su propia moneda o de la vecina Panamá para el mismo fin. Y la respuesta sería muy sencilla, porque esos sí tienen un alto valor.
En Venezuela, lo sabemos todos, el billete de cien no vale nada. Sólo sirve para comprar un caramelo o para pagar un viaje en una buseta o carrito de transporte público. En España, por ejemplo, se puede pagar en el centro de Madrid o de Barcelona un menú ejecutivo barato con sólo uno de los billetes de más baja denominación, el de 10 euros. En Venezuela, para pagar un menú ejecutivo similar, en un restaurante modesto, del casco de Chacao por ejemplo, se necesitan 40 de los billetes de más alta denominación, el de 100 bolívares.
Es una muestra contundente del fracaso económico, la inflación descomunal, la caída de la capacidad de consumo, y de la ineptitud, la arrogancia y la terquedad ideológica de un equipo de gobierno poseído por ideas económicas propias de la simplificación estatista hecha a inspiración del marxismo decimonónico.
II.
El nombre de nuestra moneda es una evidencia más de esa tara nacional que es el culto a Bolívar. En Estados Unidos no hay washintongs, hay dólares; en Colombia nunca hubo santanderes, ni en Argentina sanmartines, ha habido pesos. Pero en un país monotemático en donde todas sus plazas centrales llevan el mismo nombre y tienen la misma estatua, era inevitable que hasta la moneda llevara el nombre del monotema.
El culto a Bolívar es un caballo de Troya. Por fuera parece un espléndido obsequio a la memoria del prócer, pero por dentro transporta los bacilos del militarismo, el caudillismo, el personalismo y el mesianismo.
Ahora, junto a la moneda, el nombre del prócer también se ha devaluado pues ya no es un patrimonio nacional de consenso, sino que ha quedado asociado, a partir de un nuevo rostro que emula el de Hugo Chávez, a un proyecto político que dividió en extremo a los venezolanos y degradó la nación. Bolívar y el bolívar en el presente valen menos.
III.
La recogida de los billetes de a cien y la emisión de nuevas monedas y billetes en los que el más alto es de 20.000 es también la aceptación pública de la más descomunal inflación conocida en nuestra historia y una de las más altas del mundo en el presente. Era un clamor que el gobierno había postergado para, precisamente, no reconocer esta hipertrofia.
Pero ni siquiera ese cambio se ha sabido hacer correctamente. Están recogiendo los billetes de cien pero aún no han puesto a circular los nuevos. El caos que están generando es descomunal. Hay gentes que se desmayan en medio de las inmensas las colas que se hacen frente a los bancos para depositar los billetes de cien y recibir otros cambio. Hay personas que no pueden salir de su casa en taxi porque los taxistas ya no reciben los billetes de a cien y el pasajero no tiene otros.
Si alguien quisiese hoy comprar por ejemplo una lavadora último modelo que cuesta un millón de bolívares con el billete más alto vigente, el de 50, tendría que llevar a la tienda de electrodomésticos veinte mil ¡veinte mil! billetes de cincuenta. ¿Alguien puede imaginarlo? Pues bien, tampoco nadie puede imaginar a ciencia cierta el tamaño del daño que los rojos socialistas del siglo XXI le han hecho a la nación. A Bolívar. Y al bolívar.
En el año 2014 con un billete de cien bolívares se podía comprar un kilo de cebolla, o dos kilos de café, o tres litros de leche. Hoy se necesitan 15 billetes grandes para comprar la cebolla. Leche no hay. Café muy poco. Y si se consigue, un kilo cuesta 40 billetes de cien. Ese es el tamaño del daño.

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