viernes, 9 de diciembre de 2016

EL VATICANO COMO MEDIADOR

Oscar Hernandez Bernalette

EL NACIONAL

Cuando la razón y el diálogo se silencian, comienza la barbarie. Fue acertada la propuesta de la MUD de solicitar la mediación del Vaticano para resolver la tremenda crisis política que vivimos. Contar con su experticia en la solución de conflictos es un importante salvavidas, y su éxito dependerá de la verdadera voluntad de las partes para aprovechar en su justa dimensión la objetividad de quien busca ayudar a superar la crisis.
El Vaticano es un actor atípico en una comunidad internacional en donde prevalecen la fuerza y el poder. Siendo uno de los Estados más pequeños del mundo, sin casi extensión territorial, cuenta con una de las diplomacias más sofisticadas y una red de información basada es su estructura eclesiástica que abarca más de 800 millones de feligreses y una Cancillería representada en casi todos los países del mundo a través de sus nunciaturas apostólicas. Como alguna vez lo afirmó un diplomático, “el mejor lugar del mundo para escuchar”.
Cuenta con una tradición de mediación en distintos escenarios que incluyó eventos durante la Segunda Guerra Mundial; el conflicto de Beagle entre Chile y Argentina; la crisis de los misiles entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba; la reanudación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y ahora, más recientemente, la crisis de Venezuela.
El propio cardenal Parolin ha propuesto como una de las tareas futuras del Vaticano, aprovechando su aparato diplomático, convertirse en una opción para prevenir y solventar situaciones que pudiesen degenerar en conflictos armados o en una guerra civil. Es, precisamente, en este último tema en el cual está la mayor preocupación de la comunidad internacional por la crisis de Venezuela. Los países amigos quieren evitar, a través de la diplomacia preventiva, que se inicie una escalada de violencia.
La misión de monseñor Celli, como mediador, es la de generar confianza, ayudar en el proceso de negociación, influir en la toma de decisiones sin tomar partido; desde sus perspectivas, dar soluciones y evitar a toda costa una escalada.
Pagaremos un alto costo como nación si no aprovechamos esta oportunidad. Venezuela no se merece seguir al garete.

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