I
La oposición debe ser reinventada. La Mesa de la Unidad Democrática es, por diseño, una instancia político-electoral y, como tal, ha tenido importantes logros. El más reciente fue la resonante victoria parlamentaria del 6D y lo ocurrido luego no debe desmerecerlo. A pesar de ello está claro que la MUD —como instancia político-electoral, insisto— no ha estado a la altura de otros dos desafíos: articular la protesta social y diseñar un plan de desarrollo nacional. La razón de este hecho es tan sencilla como contundente: la Mesa no ha logrado cumplir con ese cometido porque no puede hacerlo. La Mesa tiene una lógica determinante: dar forma y ejecutar acuerdos político-electorales. Nada más y nada menos. Sus decisiones en otros ámbitos están, inevitablemente, mediadas por cálculos partidistas. Y esto no es bueno ni malo: cada sistema tiene su razón de ser, su lógica. El problema surge cuando pretendemos que un sistema sirva a un propósito distinto al que lo define. Luego, los otros dos desafíos a los que me refiero han requerido y requieren otros esquemas y otros participantes.
II
La MUD debe dar paso al MUD. La Mesa debe convertirse en parte de un Movimiento de Unidad Democrática. No siempre evolucionar consiste en destruir para crear. En ocasiones evolucionar supone incluir para trascender. Nuestro reto como oposición (o, mejor dicho, como resistencia ante la dictadura) no es acabar con la Mesa sino diseñar otras instancias, otros sistemas funcionales que atiendan a procesos que la Mesa, dada su naturaleza, no puede liderar. La acción opositora debería contar pues con tres instancias, cada una con un ámbito de acción propio: 1) Procesos político-electorales (la Mesa), 2) Protesta social y, 3) Plan de desarrollo. Estas tres instancias conformarían el Movimiento de Unidad Democrática (MUD). La Mesa se trascendería a sí misma al incluirse en un sistema más complejo y con mayor capacidad para responder a nuestros principales desafíos colectivos. No ahondaré aquí en los cambios internos que la Mesa debería experimentar pues pienso, con toda honestidad, que quienes la integran lo saben bien. Me parece más pertinente ofrecer algunas ideas en relación con las otras dos instancias que, junto a la Mesa, constituirían al MUD.
III
El país está encendido. Al finalizar este año 2017 habrán ocurrido unas 6.000 protestas, de acuerdo a cifras del Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social. Las razones directas de estas protestas son diversas: la inseguridad, la escasez, la vivienda, el empleo, el voto y, mientras escribo esto, la pérdida de dinero en billetes de 100 bolívares. La mayoría de la población entiende, sin embargo, según varios estudios de opinión pública, que la causa general de nuestras desgracias es la gestión de un régimen dictatorial, incapaz y corrupto. Pero ocurre que estas protestas no han logrado convertirse en manifestación masiva y sostenida frente al régimen. La Mesa no ha podido ni podrá lograr esa tarea. Sí podría hacerlo una instancia integrada por representantes de diversos sectores sociales. Hay aquí, debo anotar, un reto de creatividad que no hemos resuelto. Marchas y cacerolazos ya no surten efecto. Debemos inventar nuevas formas de movilización social. ¿Qué ocurriría si en Caracas, por ejemplo, surgiesen 7 grupos, de unos 10.000 ciudadanos cada uno, dedicados a protestar, a razón de uno por día, con respecto a los diferentes problemas colectivos y con consignas comunes? No daríamos ni un día de descanso a la dictadura. Esta sería, de hecho, la base para convocar, eventualmente, a paros activos por ciudad o en todo el país, paros que no se limiten a la convocatoria a quedarnos en nuestras casas.
(Comentario adicional: para evitar que la dinámica de la instancia de protesta social colida con la lógica de la Mesa, quienes lideren aquélla quizás deberían comprometerse a no participar, durante un tiempo razonable, en ninguna elección a cargos de representación pública. Lo mismo aplicaría a quienes lideren la instancia de diseño de un plan de desarrollo).
IV
La sociedad venezolana se viene pensando a sí misma. Existen diversos grupos de profesionales dedicados a diseñar, con visión de corto, mediano y largo plazo, propuestas de políticas públicas y de reforma institucional. Se ha realizado un excelente trabajo en esta materia. Esto no es algo reciente, para ser justos. Desde la propia Mesa, hace pocos años, se hizo un esfuerzo meritorio por presentar al país un plan de gobierno. Como era de esperar, esa iniciativa tuvo importancia secundaria para la Mesa. Los grupos que hoy se empeñan en pensar en nuestros problemas y en identificar las mejores soluciones —yo mismo formo parte de un grupo así— tienen el reto de integrar sus actividades. Esa articulación no debería consistir solo en la generación de un único producto, como un plan de gobierno. De lo que se trata es de crear un sistema que permita generar propuestas de forma permanente. Hablo pues de un proceso de planificación y no de un producto particular. Esto no supone, claro está, acuerdos totales con respecto a los diferentes temas pero sí con relación a un mínimo de principios y de postulados. Esto es lo que he llamado “centro” político, la “zona” de acuerdos mínimos en materia de políticas públicas y de cambios institucionales.
(Comentario adicional: un plan de desarrollo no es equivalente a una visión de país, aunque ésta suponga a aquél. Una visión es la narración que una sociedad hace de su pasado, de su presente y, sobre todo, de su futuro. Sin una visión inspiradora e incluyente difícilmente los venezolanos saldremos de este profundo bache histórico en el que hemos caído. Esta es una de las áreas en las que las tareas de expertos y políticos deberán conectarse: un discurso político que no se base en un plan de desarrollo es pura retórica y un plan de desarrollo que no se convierta en discurso político es vano ejercicio intelectual).
V
¿Cómo surgirán esas nuevas instancias? No desde la Mesa, desde luego. Aunque tampoco al margen de ella. Los ciudadanos organizados tienen aquí una misión histórica de primer orden. Por una parte, líderes sociales y políticos que hoy actúan en forma dispersa deben encontrarse para dar forma a un Frente Nacional de Protesta Social, coordinando sus esfuerzos a partir de ciertas reglas y definiciones estratégicas. De igual modo, diferentes grupos de profesionales deben crear los mecanismos para articular sus voluntades y diseñar un sistema —una Comisión Ciudadana o algo así— cuyo primer producto será un Plan Democrático de Desarrollo Nacional. Ni un grupo ni otro deben esperar que su impulso inicial provenga de la Mesa. Si eso ocurriese el riesgo de que la lógica político-electoral se imponga de nuevo sería muy alto. Una vez que emerjan las dos nuevas instancias, a partir del empuje creador de diversos actores sociales, diferentes a quienes integran la Mesa, todas las instancias podrán dar forma al MUD. Agrego que de los miembros de la Mesa deberíamos esperar, por una parte, sensatez política para no sentirse amenazados ante la emergencia de estos nuevos actores e instancias y, por la otra, grandeza de alma para asumirse como parte de una organización mayor.
VI
En esta suerte de división del trabajo ninguna instancia del MUD estará subordinada a otra. Cada instancia se ocupará de lo suyo, siendo coherente con la lógica que la define (siendo autorreferencial, para usar el término más técnico). Pero también cada instancia será consistente con las otras pues todas compartirán un mismo núcleo de valores, reglas y visión. Esto exigirá comunicaciones de calidad y, en especial, diálogo del verdadero: el que supone el mutuo reconocimiento como interlocutores y se orienta a encontrar lo válido para todos. Así, se promoverá la inteligencia colectiva y los logros de cada instancia potenciarán las actividades de las otras. Todas ellas coevolucionarán, logrando satisfacer las demandas de cambio de un entorno exigente. La oposición, en definitiva, se hará más compleja para enfrentar con éxito una realidad también más compleja. Demás está decir que el MUD prefigurará la manera en que deberá funcionar el futuro Gobierno Democrático de Unidad Nacional.
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