lunes, 19 de junio de 2017

Entrevista a Luis Almagro: Venezuela, la OEA y la recuperación de la democracia

Mariano de Alba




La gestión de Luis Almagro frente a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos ha buscado restituir la preeminencia de una organización internacional que a comienzos del año 2015 estaba en franco declive. Parte de la responsabilidad de esa determinación surge como consecuencia del rol que ha asumido frente a la crisis en Venezuela. En una organización que depende de los objetivos e intereses de sus países miembros, el Secretario General Almagro ha buscado rescatar el cumplimiento de las normas adoptadas por los Estados por encima de las conveniencias políticas.
Ese esfuerzo por tratar de poner sobre la mesa principios como la democracia y los derechos humanos antes que los intereses políticos ha tenido un costo ante muchos países que en algunos casos insisten en invocar una visión anacrónica del sistema internacional y en otros simplemente le reclaman más “diplomacia”. Pero el exembajador de Uruguay en China y posteriormente canciller durante el gobierno de José “Pepe” Mujica, ha permanecido firme en su agenda. Tan es así que manifiesta haber estado siempre consciente de que la intimidación es un mecanismo procedimental del régimen venezolano y que, al iniciar su gestión, tomó la decisión de no dejar que funcionara con él.
En esta entrevista, exclusiva para Prodavinci, hace una reflexión integral de lo que ha sido su gestión, las particularidades del caso venezolano y cuál podría ser el rol de los países que en la organización buscan ayudar a que se concrete una salida a la grave coyuntura en Venezuela.
Usted asume la Secretaría General de la OEA el 26 de mayo de 2015. Venezuela vivía ya una importante escasez de medicinas y alimentos. En el escenario político, el país se preparaba para las elecciones parlamentarias de diciembre. ¿En qué momento se da cuenta que hay que empezar a prestarle especial atención a la situación venezolana?
Mi primera visión de la situación la tuve en marzo de 2014 cuando siendo canciller de Uruguay, UNASUR decidió crear una comisión para el diálogo político en Venezuela. En esa oportunidad pudimos entablar contacto con miembros de la sociedad civil, con organizaciones de derechos humanos, la oposición y el gobierno. Pude constatar la dimensión de las dificultades y la falta de herramientas para resolverlas. Venezuela vivía una democracia ficticia, basada en el ejercicio electoral permanente, pero que no había construido variables de manejo democrático. Por eso al tener que enfrentar determinadas coyunturas, se resquebraja completamente.
A las dictaduras modernas le gustan las elecciones sólo cuando están en condiciones de ganarlas. Cuando pierden esa posibilidad entonces entran en la lógica de ignorar que el cuerpo electoral del país se ha revertido y es crítico a su posición. Venezuela es un país que, al perder la certeza de sus derechos electorales, profundizó su crisis institucional.
¿Y cuando asume como Secretario General de la OEA qué se encuentra?
En 2015, hay dos elementos que van a terminar marcando el fin de la democracia en Venezuela. Primero, la sentencia de primera instancia contra Leopoldo López. Hasta ese momento, en el continente no teníamos conciencia de que era un preso político. El gobierno había sido muy hábil y se pensaba que un gobierno tan omnipresente en temas de inteligencia tendría los elementos para probar la acusación. Pero la sentencia es dictada y se hace obvio que no existen fundamentos. Al contrario, se refuerza la tesis de que López era un preso de conciencia, porque precisamente la sentencia lo condenaba por sus opiniones políticas, por lo que había dicho.
Segundo, la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias. El chavismo pierde uno de los poderes del Estado y se activan todos sus reflejos dictatoriales, como por ejemplo las decisiones que se toman en la transición entre diciembre y enero, eligiendo a nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, quienes se convierten en el brazo ejecutor del desconocimiento a la nueva Asamblea Nacional y de las demás violaciones a la Constitución sucedidas posteriormente.
Luego de su elección como Secretario General, trascendió que Venezuela fue uno de los 33 países que aprobaron su designación. De hecho, durante los primeros meses de su gestión estuvo planteada la posibilidad de que visitara Venezuela y se reuniera con el CNE, gobierno y oposición. Pero el viaje nunca se concretó. ¿En qué momento se rompió su relación de confianza con el gobierno de Nicolás Maduro?
Yo siempre estuve consciente que íbamos a tener diferencias porque éstas ya se habían manifestado. Por ejemplo, las hubo durante la reunión con UNASUR en marzo 2014 y más temprano en 2012 cuando Venezuela ingresó al MERCOSUR. Es esa oportunidad, yo tuve una posición contraria a que el ingreso venezolano se hiciera efectivo mientras Paraguay estaba suspendida. Luego, en mi discurso de asunción como Secretario General, incluso hice referencia a un mensaje que me había enviado Raúl Licausi, para ese entonces embajador de Venezuela ante los países del Caribe, donde me decía que ellos estaban seguros de que iba a haber diferencias, pero que confiaban en mi imparcialidad para seguir trabajando juntos y poder resolver los problemas. Así que ellos también estaban conscientes que habría desacuerdos.
Por eso cuando asumí como Secretario, tenía confianza de que, a pesar de esas diferencias, íbamos a poder trabajar y resolver nuestras discrepancias a través de los canales institucionales y con el respeto adecuado. Pero ya en el primer mes, cuando previo a las parlamentarias hago referencia a que las inhabilitaciones políticas sólo debe hacerlas el pueblo cuando vota o en todo caso tribunales penales luego de un juicio, surge un primer altercado. La crisis determinante llega cuando voy en misión a la frontera entre Colombia y Venezuela visto que más de mil colombianos habían sido deportados desde territorio venezolano. Finalmente, se produjo una nueva polémica cuando envié una carta a la rectora del CNE, Tibisay Lucena, para que otorgara las debidas garantías para que las elecciones parlamentarias fueran transparentes.
¿Y después de esos episodios se mantuvo abierto algún canal de comunicación?
De mi parte el diálogo con el gobierno venezolano siempre ha sido muy franco. Luego de esos episodios hubo comunicación directamente a través de las vías diplomáticas, pero ellos no estaban preparados para los planteamientos que formulamos. Hace algunos meses me reuní con Leonel Fernández en República Dominicana e intercambiamos impresiones. Presentamos nuestro punto de vista a través del expresidente dominicano y luego hemos seguido en contacto con él procurando un acercamiento de posiciones.
Yo siempre voy a estar abierto a buscar un camino que concrete una salida institucional para Venezuela, pero respetando su agenda política. Venezuela tiene una crisis y su mayor problema es que necesita tener un gobierno legítimo. Eso se resuelve con elecciones. De ahí mi insistencia el año pasado en el referéndum revocatorio, el cual hubiese salvado ya más de setenta vidas.
Sus declaraciones sobre Venezuela le han valido muchas críticas. Quizás la más sorprendente fue la que recibió del expresidente uruguayo Pepe Mujica, habiendo sido usted su canciller. ¿Cómo se tomó esa carta titulada “Adiós” a propósito de su fuerte reproche al gobierno venezolano por la expulsión de miles de ciudadanos colombianos de Venezuela?
La tomé con absoluta naturalidad porque conozco su preocupación por Venezuela y por los temas de democracia y derechos humanos. De alguna manera desde entonces él ha ido soltando también su visión. Por ejemplo, se manifestó en contra de la existencia de los presos políticos.
Del expresidente Mujica me consta que siempre tuvo buenos consejos para tratar de ayudar a que el gobierno venezolano resolviera los principales aspectos de las crisis que estaban afectando al país y que, como se ha demostrado, lo iban a afectar en el futuro. Cuando escribió esa carta, él sabía que como presidente se había aburrido de aconsejar al gobierno venezolano sin tener éxito.
Yo consideré que los consejos ya no estaban resultando con Venezuela y por ende había que denunciar en términos muy claros lo que estaba ocurriendo. El mismo día que realizamos la denuncia comenzaron a bajar los niveles de migración inducida. Así que, en parte, lo que Mujica no había logrado con buenos consejos en cinco años, se logró con una fuerte denuncia, negándole la impunidad al régimen al realizar esas acciones violatorias de los derechos humanos.
       Fotografía del Departamento de Prensa de la OEA

Poco después de que usted presentara su primer informe sobre la situación en Venezuela, hace poco más de un año, se hizo evidente que no todos los países estaban dispuestos a acompañarlo en sus recomendaciones. ¿Es el papel del Secretario General tratar de marcar el camino que deben tomar los países?
Quizás los tiempos no coinciden, pero la agenda sí. Una mayoría de países aprobó el pasado 3 de abril de 2017 que en Venezuela hay una alteración del orden constitucional. Ese es el paso más determinante que se ha dado en este continente y en el resto del mundo para abordar el caso venezolano. Esa resolución tiene un peso específico y utiliza la terminología de la Carta Democrática Interamericana.
Por otro lado, creo que ha sido un proceso acumulativo. No todo el mundo arrancó en cuarta y en bajada. Hoy, que todos los países hayan acudido a una reunión extraordinaria de consulta para abordar la crisis a nivel de cancilleres y que estén dispuestos a dar pasos para buscar un consenso para abordar la situación en Venezuela es muy significativo.
Pareciera que el gobierno está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para retener el poder. Usted conoció de manera muy cercana a Nicolás Maduro y otros miembros del gobierno cuando fue canciller de Uruguay. ¿Cree que en algún momento habrá disposición por parte de ellos a buscar una salida a la crisis?
El diálogo siempre es el camino, pero es el camino con gobiernos que tienen reflejos democráticos. El gobierno actual de Venezuela no tiene reflejos democráticos. Han aprovechado cada instancia de diálogo que hemos ofrecido desde la OEA y que han procurado otras organizaciones, para hacer prevalecer su posición de fuerza sobre el pueblo y la oposición.
En consecuencia, el rango de acción que tiene la comunidad internacional es la denuncia. Es lo que le quita impunidad al régimen al seguir desconociendo la Constitución y violando los derechos humanos, incluyendo las malas prácticas democráticas en una dictadura como la venezolana.
Al final, la salida de las dictaduras siempre son salidas negociadas. Así sucedió en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Hay que bregar por una salida negociada, pero sin olvidar un componente: la denuncia y condena internacional. Es muy difícil que, en un contexto de negociación, la misma se haga con presencia de espectadores internacionales, ya que usualmente se plantean temas muy específicos y de extrema sensibilidad de la política interna del país. Por ende, la comunidad internacional lo que debe hacer es generar dinámicas de condena y repudio que permitan llegar a esa negociación.
Teniendo en cuenta que esa situación de condena internacional ya existe y ha llamado a que los venezolanos resuelvan sus diferencias de forma pacífica, ¿cuál prevé que podría ser el desenlace de esta crisis?
Esta es una dictadura que ha cumplido con todos los pasos necesarios para convertirse en eso: ha anulado al Poder Legislativo, ha cooptado el Poder Judicial, tiene presos políticos y los tortura y está eliminando el sufragio universal. Está claro que ninguna dictadura se largó hasta verse perdida. Al final, habrá un punto de quiebre. En Argentina fue la guerra de las Malvinas, en Perú fueron los videos de Montesinos y en Chile fue el plebiscito.
La gran pregunta es cuál es ese punto de quiebre en Venezuela. Yo pienso que es algo que va a surgir espontáneamente. Va a surgir primero de la enorme ineficacia del gobierno porque ha hundido a Venezuela en la peor crisis económica, social, financiera y productiva de su historia; y va a surgir de la manifestación de la gente por el menoscabo de sus derechos.
La razonabilidad política de las dictaduras es prevalecer por la fuerza. Pero esta dictadura tiene además otros componentes. La institucionalidad ha sido tomada por una lógica criminal y ese es uno de los problemas más específicos del caso venezolano.
Una de las recomendaciones que usted hizo en su segundo informe fue la implementación de sanciones hasta tanto no hubiera elecciones generales en Venezuela. Si la crisis continúa exacerbándose y no se avizora solución, ¿usted cree que los países de la región, más allá de Estados Unidos, tendrían ánimo de recurrir a esta vía? Es curioso que usted apoyó mucho el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba a finales de 2014, pero ahora considera que una política de sanciones sería adecuada, justamente algo que no funcionó en el caso cubano.
El escenario de sanciones puede recrudecer si la situación continúa deteriorándose. Nosotros hemos llamado a sanciones individuales. Es verdad que las sanciones por sí solas no resuelven el problema. Por ejemplo, en Sudáfrica, con el apartheid, las sanciones sirvieron, pero porque existía la presión interna para que el país se democratizara y cada ciudadano tuviera derecho a un voto. En Cuba, las sanciones sirvieron de excusa al régimen al no existir la presión interna que posibilitara la democratización del país.
Por ende, las sanciones, que es el paradigma más alto de la presión internacional, sirven en función de las acciones internas que el país tome para volver a la democracia. Pero por sí solas, no van a significar el elemento crucial de la redemocratización.
Por último, ¿cuál cree que podría ser el papel de la región en la resolución de la crisis?
Por cómo ha operado el régimen hasta ahora, todo indica que las propuestas para definir la salida de la crisis van a venir a través de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Leonel Fernández. Si vemos, todas las propuestas y comunicaciones se están concretando a través de esa vía. Tal fue el caso de mi reunión con Leonel Fernández o la conversación más reciente entre Zapatero y Leopoldo López. Es más probable que se concreten a través de ellos que por intermedio de algún país.
El tema es que la negociación real va a tener que ser entre gobierno y oposición. Con la menor participación internacional posible. El grupo de amigos, si se concreta, lo que hará es buscar acercar posiciones para que se concrete ese diálogo real en el país. Ese sería su propósito más loable y saludable.

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