ENRIQUE VILORIA V.
Para no improvisar, recurro
nuevamente al DRAE, que informa sobre un par de acepciones del vocablo verdugo:
en primer lugar, persona encargada de ejecutar la pena de muerte u otros
castigos impuestos por la justicia, en segundo, persona cruel que castiga sin
piedad o exige demasiado.
Históricamente, el oficio de verdugo
era ejercido por diversas personas, según el caso o la civilización: en Francia
era hereditario, los romanos encargaban a los lictores, en Franconia, este rol
le tocaba al último vecino recién casado, en otros lugares de Alemania, era
encomendado al más reciente ciudadano residenciado en la villa. En otros casos, como en el antiguo Israel, la sentencia de muerte se ejecutaba por todo
el pueblo, por los acusadores y por los parientes del condenado, y a veces por
los mismos jueces, en España, le correspondía ejecutar la sentencia de muerte a
un funcionario público designado por el Ministerio de Justicia. En fin, cada
sociedad implementaba su propia y peculiar fórmula para el desempeño de este
rol muy poco deseado por los habitantes de la localidad.
Igualmente, la historia registra, sin mucho orgullo, a un
conjunto de verdugos destacados. Entre ellos destaca, Charles Henri Sanson hijo, nieto y bisnieto de verdugos. Era
bastante diestro decapitando con la espada, pero también había adquirido una
singular eficacia en la tarea de administrar las torturas y los suplicios. Sabía arrancarles el labio superior a
los blasfemos, quemar a fuego lento a las meretrices, arrancar la lengua a los
mentirosos, amputar las manos a los ladrones, fustigar a los pecadores, herrar
como ganado a los desertores o flagelar a los menores de edad que habían incurrido
en delito grave. Se calcula que cegó la vida a cerca de tres mil personas.
La
Revolución Bolivariana también ha realizado su aporte a la Historia Universal
de la Vileza, aunque en la Venezuela socialista no está prevista la pena de
muerte, los verdugos oficiales – los integrantes de los cuerpos represivos y
los colectivos socialistas -, cuentan con licencia para matar a los integrantes
de la oposición a la vista de todos, además son felicitados públicamente y
premiados en secreto por la alta dirigencia de la dictadura castrista-chavista-
madurista.
Estos
millares de verdugos motorizados cuentan con su particular padrino, su God Father socialista quien los arma
generosamente y los protege de cualquier amenaza proveniente de instituciones
nacionales o de organismos internacionales que reclaman insistentemente el
respeto a los derechos humanos. Dos chafarotes que se declaran chavistas,
revolucionarios, bolivarianos y anti-imperialistas, ya tienen inscrito- por
mérito propio- su nombre para ser considerados verdugos distinguidos.
Como
particular aporte, la Revolución Bolivariana cuenta también con su corte de
verdugas revolucionarias- siempre dispuestas a lo que sea-, con el fin de
preservar el poder detentado por los destructores de la Venezuela socialista
del siglo XXI. Además, esgrimen un argumento que indica la calaña de las
señoras verdugas: ¡Porque me da la gana!
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