viernes, 30 de junio de 2017

POMPEYO

EDUARDO FERNANDEZ

Pompeyo Márquez será recordado como uno de los venezolanos más importantes y más interesantes de su tiempo. Yo estudiaba educación media cuando oí hablar por primera vez de él y de su nombre de combate: Santos Yorme.

El 23 de enero de 1958, cuando cayó la dictadura de Pérez Jiménez apareció como figura estelar de la resistencia civil contra aquel régimen el nombre de Pompeyo Márquez. Ya para entonces era una figura legendaria. Había sido secretario general del Partido Comunista de Venezuela en los años de la clandestinidad.

Pompeyo tuvo la habilidad y la suerte de atravesar aquellas circunstancias sin que la dictadura pudiera apresarlo.

Durante esos años ocurrió un acontecimiento singular que merece ser recordado. Pompeyo asistió al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ese fue el Congreso en el que Nikita Kruschev denuncio los crímenes de Stalin. Aquello fue un hecho que sacudió al mundo comunista. Stalin era una especie de dios en la iglesia bolchevique. Para Pompeyo, el discurso de Kruschev tuvo que haber sido un sacudimiento muy fuerte.

Con los años, tuve el privilegio de hacerme su amigo. Conversamos en muchas oportunidades. Siempre fue un gran conversador. Un hombre de muchas lecturas, de mucho pensamiento y de muchas aventuras.

Era un gran gusto conversar con él. Además, fue un apasionado del periodismo escrito. Hasta sus últimos días mantuvo la batalla de la opinión pública en su lucha por la libertad, por la justicia social y por la democracia. En la denuncia de los atropellos contra la Constitución y contra los derechos humanos.

Los años tormentosos en los que el Partido Comunista venezolano cometió el error histórico de abrazar la vía de la violencia contra la naciente democracia venezolana, le permitieron dar testimonio de su coraje para la acción pero, también, de su coraje para la rectificación.

En el otoño de su existencia llegó a ocupar una responsabilidad importante en el gabinete del presidente Rafael Caldera. Ministro de Fronteras.

Recuerdo con inmensa gratitud las invitaciones que entonces me hizo para visitar aquellas remotas regiones y para conocer de primera mano la pasión venezolana de ese formidable compatriota.

La Fundación Gual y España, que él presidía, y la Fundación Arístides Calvani, que tengo el honor de presidir, hicimos trabajos juntos. Yo siempre le tomaba el pelo diciéndole que él había bautizado a su fundación con los nombres de Gual y España para honrar la memoria de dos de sus condiscípulos.

Me parece estar viendo su amplia sonrisa y su testimonio de gran venezolano.

Paz a sus restos.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE

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