ELSA CARDOZO
EL NACIONAL
El proceso electoral regional en el que hoy participamos es
particularmente significativo como ilustración de la perseverancia de
los venezolanos en el ejercicio y defensa del voto universal directo y
secreto. Este, en medio nuestras actuales y calamitosas circunstancias,
se puede considerar extensión y parte de las llamadas “acciones
contenciosas” con las que las sociedades reclaman atención a sus
derechos y necesidades. No creo que al considerarlo así se distorsione
lo esencial de la propuesta de Charles Tilly (Contentious Performances,
Cambridge, 2008), que considero adecuada para nuestro momento, con su
análisis sobre los repertorios de acciones políticas con las que los
ciudadanos reafirman sus derechos y reclaman atención a sus necesidades.
La defensa y ejercicio de la participación democrática ha sido
parte del conjunto de acciones orientadas al cambio en varios momentos
críticos de la historia política venezolana. El ejercicio efectivo del
derecho al voto se convirtió en pieza central en el repertorio
democrático que los venezolanos hemos demostrado tener voluntad de
sostener desde mediados del siglo pasado.
Sin abundar en argumentos no permitidos un día como hoy,
recordemos otro octubre, el de 1945, en el que la causa del sufragio
universal directo y secreto llegó de facto con el discurso y compromiso
político de legitimarse electoralmente, y así ocurrió. Para ello fue
acordado y aprobado un estatuto que permitió convocar la elección de una
Asamblea Constituyente, debatir y aprobar democráticamente una
Constitución esencialmente democrática y convocar las elecciones
presidenciales que ganó Rómulo Gallegos.
Sabido es que el experimento duró poco más de tres años seguidos
por diez de dictadura militar, pero no fue poco lo aprendido. La pronta
organización de un proceso electoral presidencial y legislativo que
reflejara fielmente la voluntad libremente expresada por los venezolanos
sentó las bases para la gobernabilidad democrática. Así, de elección en
elección llegamos a las de 1998, con una propuesta de democracia
participativa que multiplicó las consultas electorales, pero no su
sentido democrático a medida que de una a otra se fueron reduciendo las
posibilidades de la alternabilidad por un cúmulo de razones que no es
este el momento de revisar.
El punto es que ir a votar hoy, superando dificultades sin
precedentes, es para los venezolanos mucho más que el ejercicio de un
derecho indiscutible, consagrado constitucionalmente. Es una acción
política de enorme significación. El proceso electoral mismo, antes y
después del muy crítico momento de la votación y el escrutinio, reclama y
alienta la reconexión de intereses y necesidades de la sociedad toda;
exige y contribuye evidenciar y promover cambios en la sociedad, a
identificar opciones y fortalezas para ajustar y diversificar el
repertorio democrático.
Y sí, votar, velar por el proceso de escrutinio, defender el
respeto a los resultados y a las competencias de los gobernadores, son
apenas parte de ese repertorio en el que el proceso electoral como un
todo es un componente muy importante: no suficiente pero sí muy
necesario en nuestro arduo camino de reclamar y recuperar derechos.
¡A votar, pues!
elsacardozo@gmail.com
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