FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
A pesar de todas las adversidades que ha sufrido la oposición en las
últimas semanas, las más graves y sorpresivas en mucho tiempo, y como
quiera que en política no hay manera de no seguir caminando, so pena de
volverse estatua, lo que se impone es una política de emergencia para
tratar de enderezar lo esencial y dejar para más luego lo restante, que
no es menos vital, nada menos qué podemos hacer a partir de las
elecciones regionales y las nueva situación que crean a todos los
niveles.
Lo primero es saber quiénes somos a estas alturas, de unos días
para acá. O, dicho de otra manera, en qué devino la MUD después de
tantos eventos aparatosos: ¿definitivamente pueden comer en la misma
mesa y de la misma comida Ramos y Capriles?; ¿se cerró el sendero
electoral y debemos prepararnos o entrenarnos en otros oficios?; ¿vamos a
crear otra relación entre partidos grandes, medianos y minúsculos?;
sobre todo, saber si queda alguna tarea que no podemos suspender, así
haya habido el sismo y las réplicas hayan sido de no pocos grados.
Pensamos que sí sobre esto último, y que eso da para un rato, que no
debe ser tanto, porque el poder, que decide tiempo y lugar de las
batallas, parece tener prisa para acelerar el desconcierto inducido.
Yo comenzaría por una premisa, no demasiado obvia como debe ser
una premisa. Nuestro poder sigue siendo muy grande aunque se haya
difuminado accidentalmente. La primera razón para decirlo es que la
crisis, que es básicamente económica, sigue su infernal deterioro y el
gobierno, con o sin gobernadores, se evidencia incapaz de enfrentarla.
El default, la hiperinflación y la gran hambruna están a la vuelta de la
esquina. Sin cerrar esa herida brutal en los órganos vitales del país,
no hay “victoria” que valga. Y parto de otro axioma capital, tampoco de
universal aceptación, y es que somos clara y consistente mayoría y que
el fraude electoral no debería ni va a ocultarla. Se trata entonces de
sacar las inferencias de ello y darles vida.
Una nota a pie de página: yo creo que hay mucha precipitación en
el habla de los líderes y lidercillos; sería conveniente una buena dosis
de circunspección porque, si no, vamos a seguir multiplicando las
contradicciones, las volteretas, las distancias irreparables, muchas
veces sin demasiada necesidad. Todos estamos enfurecidos o desgonzados o
deprimidos. Bueno, lea a los ilustrados del XVIII o al menos a Cala o a
algún budista sanforizado en Hollywood. Medite, respire hondo.
Una tarea que hay que terminar es el desenmascaramiento del fraude
electoral. Eso lo necesita la gente que ha creído en nosotros, fuera y
dentro del país. Lo hemos proclamado. Además, entiendo que más allá de
los innumerables atropellos que vician el proceso en general, desde el
mismísimo CNE nombrado contra toda lógica constitucional y legal hasta
los matones haciendo de las suyas el 15 de octubre, han venido
apareciendo pruebas constatables por métodos convencionales y numéricos,
no solo las de Andrés Velásquez. Esto no puede engavetarse por razón o
sinrazón alguna, y nada debería tener que ver con las pugnas del
momento. Ese atropello nos envenenaría el alma si lo aceptamos o lo
olvidamos, por mucho tiempo.
La pérdida de la unidad sería fatal. Lo sabemos desde hace mucho,
de siempre. Posiblemente, lo más sensato sería no afincarse en las
diferencias y los pecados. Yo soy de los que aborrece la actuación de
los gobernadores genuflexos ante el monstruo constituyente. Pero estaría
dispuesto a no hacer de esto un tema de conversación recurrente,
tampoco de los equívocos decires del manager del equipo. Ya veremos cómo
evoluciona el asunto. Así como ceo que la MUD va a desaparecer o a
transformarse hasta hacerse poco reconocible, espero que siempre se
recuerde que no hay manera de vencer al gorila sin moral y ducho en
triquiñuelas, si no lo hacemos unidos de alguna manera. Conozco parejas
solidarias y hasta felices después de abandonar las pesadas cadenas del
matrimonio. En estos días hemos tenido aguaceros muy intensos y muy
breves, vainas de los trópicos, pasan.
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