OSCAR HERNANDEZ BERNALETTE
A T. Hernández y F. Gerbasi exilados con retorno.
Todo aquel que padezca la difícil calidad de vida que hoy tenemos
en Venezuela, que sea honesto, que haya tenido que irse a otro país, que
haya sido víctima de la represión del gobierno y del hampa y que
deteste la manera de gobernar y cómo unos pocos han estafado a la nación
y afectado los intereses de muchos, son –independientemente de su
visión de mundo, credo, color de la piel o militancia política– los
opositores al régimen de Nicolás Maduro.
La oposición está desarmada y repudia la violencia en cualquiera
de sus formas. No controla las fuerzas de seguridad, ni es responsable
de que el país esté como está. La oposición no es la que gobierna el
país; ni siquiera los opositores en gobiernos locales pueden asumir
total responsabilidad de sus deficiencias, porque es precisamente el
gobierno el que se ha encargado de sabotearles sus gestiones. La
oposición no es la MUD, la oposición venezolana es mucho más que la
sumatoria de partidos, es una fuerza muy grande en toda la nación.
Son, precisamente, esas voluntades las que tienen la obligación de
hacer lo que hacen los demócratas, luchar con la Constitución y la
verdad en la mano; enfrentar la barbarie en cualquiera de sus formas;
usar las calles cuando son escenario apropiado; usar el verbo, las redes
sociales, las universidades, las tribunas internacionales y cuanto
espacio alejado de la violencia exista para responsabilizar a los
verdaderos destructores del Estado de Derecho y de la democracia en
Venezuela.
Los opositores también votamos, no importan las arbitrariedades y
los abusos del binomio gobierno-CNE; cada voto es una señal de que somos
mayoría; de que ellos son los que han violentado la convivencia, los
que se enquistan en el poder por avaricia y no por vocación de servicio.
Esa es, por lo demás, la expectativa que tiene hoy la comunidad
internacional, que al fin entendió la verdadera dimensión de esta
crisis.
No debemos hacer lo que el gobierno quiere que hagamos, quedarnos
el domingo 15-O dividiéndonos y flagelándonos. La lucha es dura, pero
por la verdad que acompaña esta causa vale la pena el esfuerzo. Cuando
Venezuela retome la sindéresis y los venezolanos nos reencontremos, nos
contentaremos de que demostramos ser demócratas y no audaces, honestos y
no miserables, pacíficos y no violentos.
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