domingo, 29 de octubre de 2017

¿Qué viene ahora?

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                       LUIS VICENTE LEON

El Universal

La fractura de la oposición, luego de las regionales, es evidente. Pero en realidad, es precisamente su división previa a esos comicios uno de los factores que explican la derrota, si consideramos que se enfrentaba a una elección no competitiva (la base del problema), que exigía unidad y participación total para mostrar la mayoría pese a todo.
Son muchos los factores que dividen a la oposición, pero el más importante es la visión sobre cómo enfrentar al gobierno. Para un primer grupo, la lucha debe ser electoral, incluso enfrentándose a una condición sesgada e injusta. Este grupo conoce las limitaciones de una lucha desigual y sabe que no es suficiente ser mayoría. Necesita garantizar participaciones masivas y presionar para lograr negociaciones políticas que mejoren las condiciones competitivas de los procesos electorales. El segundo grupo considera que se perdieron todas las posibilidades de una lucha electoral y de una negociación política. Piensa que cualquier participación en comicios electorales convocados por el gobierno es validar instituciones y actos ilegítimos. Su propuesta es luchar, interna y externamente, para lograr a salida del gobierno del poder, por cualquiera otra vía. Después del resultado negativo de las acciones de protesta, su expectativa se centra hoy en la ayuda internacional como pivote del cambio. Las sanciones, el aislamiento y la asfixia económica del gobierno son percibidas como mecanismos de presión para lograr su objetivo.
Ambos grupos coinciden en la necesidad de cambio, pero se separan sobre la forma de cómo lograrlo. El primero quiere presionar una negociación que abra opciones de cambio electoral. El segundo busca presionar la salida inmediata del gobierno, sin necesidad de negociación alguna.
Esos dos grupos han tenido liderazgos que los representan, pero los resultados negativos de las acciones de calle y ahora de las regionales dejaron maltrechos a los líderes de estos grupos, y el sentimiento de las base es que la institucionalidad opositora está pulverizada y su liderazgo desgastado y vacío.
Por su puesto que es una situación dramática para la oposición. Podríamos decir que es el peor momento que ha vivido en casi 20 años. No hay reglas de juego internas que permitan dirimir sus diferencias y la posibilidad de replantear alianzas es remota.
¿Qué puede pasar ahora? Es probable que veamos al principio un fortalecimiento del gobierno en poder. Pero también veremos un chavismo que se autocondena a radicalizarse y aislarse internacionalmente para preservar el poder, convirtiéndose en un prisionero de su circunstancia. Es de esperar también una pérdida de relaciones de confianza entre la oposición y la comunidad internacional, al no conseguir esta última interlocutores válidos. Pero las acciones internacionales contra el gobierno crecerán, aunque sin un fin de presión a la negociación política y con impactos negativos, no sólo para el gobierno sino para todo el país. La situación económica tiende a deteriorarse aún más y se conforma una economía dual en la que un pedazo del país se dolariza y una pequeña parte de los venezolanos controla la mayoría de los ingresos y el consumo, mientras el resto se convierte en mendigos del reparto. Finalmente, la demanda de líderes políticos, en todos los espacios hoy vacíos, generará su propia oferta. Esto abre espacios para el surgimiento de tres líderes relevantes que competirán por el control político futuro del país. El líder radical opositor, el líder moderado y el líder chavista.   Las caras de esos líderes podrían ser conocidas o sorprendernos y uno de ellos puede terminar reconectando a las masas y dinamizando un cambio… bueno o no.

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