viernes, 20 de octubre de 2017

Liderazgo y respuestas responsables

Benigno Alarcon

Politika UCAB

La estrategia que describimos en nuestro último artículo, “La abstención como derrota perfecta”, funcionó. La estrategia evidente del régimen de cara a la elección regional consistió, más que en ganar las elecciones, en hacer que la oposición las perdiera. Para ello, su principal táctica fue la de reducir la votación de la oposición con la generación de abstención. Los resultados confirmaron no sólo la estrategia sino su eficiencia, y aunque los niveles de abstención estuvieron en el 40% que habíamos previsto –lo que es normal para una elección regional, pero anormal para los tiempos en que vivimos– los resultados fueron mucho más devastadores de lo que todas las proyecciones habían estimado.
La abstención generó la pérdida de 18 estados, no sólo en los más pequeños, en donde cada voto cuenta. Al contrario de lo que estimamos, la votación de la oposición no logró superar al régimen, lo que significó no sólo una mayoría sustancial de gobernaciones para el oficialismo sino su supremacía en votos totales.
El resultado de esta elección regional, en la que la casi totalidad de las gobernaciones quedó en manos del régimen, servirá para reforzar su capacidad y presencia, dividir a la oposición entre quienes aún creen y los que no en una salida electoral, reforzar el mito de la invencibilidad del Gobierno –destruyendo las expectativas positivas sobre la posibilidad de un cambio político– y desmoralizar a la gente, de cara a los desafíos siguientes. Entre éstos está la elección municipal para la que el Gobierno apura el paso. Dependiendo de cómo evolucione la inclinación del elector opositor a participar o no, podría hasta llegar a un adelanto de elecciones presidenciales para tomar máxima ventaja de la actual tendencia abstencionista.
Esta situación implica un avance importante del régimen hacia su autocratización, en medio de un escenario de mayor división y desmovilización que facilita el cierre político, un mayor deterioro de las condiciones electorales, la posible inhabilitación de otros partidos políticos, más allá de los 42 que fueron eliminados en el proceso de legalización, un ejercicio más totalitario del poder a través de la Asamblea Nacional Constituyente, y la posible inhabilitación de otros liderazgos, en un esfuerzo por construirse una oposición a la medida que les permita hablar de democracia, pero sin posibilidades reales de alternancia.
La situación planteada es sin dudas un retroceso importante que debe convocar a todo el país, a sus liderazgos políticos y sociales, pasando por los empresariales y comunitarios, hasta al ciudadano de a pie como usted y yo. Se trata de un estado de emergencia nacional. No puede continuar confundiéndose la supervivencia con la normalidad. Es esencial que se le explique al país la verdad sobre lo que pasó. No es lo mismo plantearse lo ocurrido desde la óptica de un país que, de la noche a la mañana, pasó de ser casi todo oposición a ser ahora casi todo oficialismo, que comprender que la votación del oficialismo es la misma que obtuvo cuando fracasó en las legislativas del 2015, mientras que la de la oposición se redujo sustancialmente. Determinar, comprender y explicar al país la verdad es el primer paso para quien pretenda y tenga la capacidad y la vocación para liderar nada menos que una transición democrática.
Obviamente, lo sucedido en los meses anteriores que desembocó en la elección e instalación de la Asamblea Nacional Constituyente –tras el fracaso de las protestas y del mandato expresado en la consulta del 16 de julio– tuvieron repercusiones en los niveles de participación. Es evidente que el régimen tenía claras sus debilidades y alimentó la desconfianza hacia la oposición a través de la explotación del diálogo. Asimismo, es importante determinar el peso que en la derrota de la oposición tuvieron otros factores distintos a la abstención. ¿Cuál fue el impacto real de la no sustitución de candidatos en el tarjetón de votación? ¿Cuántas personas dejaron de votar como consecuencia de la reubicación de centros? ¿Cuántos casos, como el de Bolívar, se explican por la manipulación de los resultados finales? ¿Cuál fue el impacto de la reducción de los lapsos en una elección convocada y celebrada en apenas dos meses?
No se puede reconstruir la confianza de la gente en el liderazgo opositor evadiendo las responsabilidades propias y culpando a los abstencionistas de la derrota, o explicándola solo desde factores externos como el fraude, que sí existió y fue evidente y progresivo, desde la convocatoria misma de este proceso electoral hasta el día de los comicios. Toca más bien comprender y lidiar con los distintos factores que, en mayor o menor medida, tuvieron impacto sobre el resultado de este proceso, sin subestimar las condiciones electorales, pero con especial énfasis en las causas políticas, o sea, aquellas por las cuales una proporción importante de personas dejaron de atender al llamado del liderazgo opositor.
La abstención no implica que la mayoría del país ya no se oponga al régimen, pero sí implica una reducción importante en los niveles de apoyo, hasta hace poco incondicional, de la gente al liderazgo opositor. Esto hace impostergable la evaluación del mensaje, propuestas y credibilidad, para ser capaces de lidiar con escenarios que no volverán a ser nunca menos adversos que los que hoy enfrentamos.

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