VICHYTOS
BERNARD HORANDE
Se equivocaron quienes llamaron a la
abstención en las pasadas elecciones regionales para elección de
gobernadores pensando que las mismas eran inútiles.
Muy por el contrario, este proceso electoral permitió descubrir dos cosas importantes que, de no haberse celebrado, a estas alturas no sabríamos.
La primera consiste en que el régimen
dictatorial que manda en Venezuela se ha quitado la careta totalmente en
cuanto a su capacidad de hacer fraude en elecciones.
Me explico: en prácticamente todos los
pasados procesos electorales, el chavismo hizo de una u otra manera, con
distintas intensidades, diferentes tipos de trampas así como fraudes
continuados.
Pero esta vez los venezolanos hemos
finalmente asistido a un espectáculo público de fraude masivo manejado
diferencialmente de acuerdo a cada localidad y región. Realizado de
forma descarada y abierta.
Esto ha producido un resultado insólito
que ya conocemos: un régimen con 80% de rechazo se queda con el 80% de
los cargos a elegir. Sorprendente, ¿no?
Esto que ha sucedido es clave porque ahora los venezolanos nos
preguntamos qué sentido tiene el de ir a votar en unas elecciones
futuras (que, por lo visto, a conveniencia del régimen, serán convocadas
muy pronto…) si no hay cambios de trascendencia en las condiciones y en
las garantías electorales.
La segunda cosa que hemos descubierto es
que al fin se ha confirmado una sospecha que muchos teníamos: la
existencia de ciertos sectores de la oposición venezolana que están en
algo más que simples conversaciones o negociaciones políticas con el
régimen para la búsqueda de una solución pacífica a la situación
catastrófica que vive Venezuela.
Que en realidad están en un contacto más “directo” con la dictadura y
que vienen jugando en algunos tableros políticos, lo cual comienza a
explicar el por qué de una serie de “errores” o “novatadas” que hemos
presenciado en los últimos meses.
Después de mucha palabrería- mucha paja –
en contra de la Asamblea Nacional Constituyente, cuatro de los
gobernadores que en medio de este fraude tuvieron la suerte de obtener
en sus estados suficientes votos para alzarse con la victoria,
decidieron ir a arrodillarse ante esa misma ANC para, dizque,
“juramentarse”.
Se comienza a evidenciar entonces que hay
sectores “opositores” muy significativos que tienen un contubernio con
el régimen madurista. Que parece que han decidido que su mejor solución,
al menos por ahora, es convivir.
Son, políticamente, unos bichitos.
O más bien, unos “vichytos”.
Durante la ocupación de Francia por parte
de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, el Mariscal Philippe Petain,
quien había tenido actuaciones brillantes durante la Primera Guerra
Mundial hasta llegar a ser ser conocido como “El vencedor de Verdún” y
ocupar la Jefatura del Estado Mayor, instauró en parte del territorio
francés un régimen político que mantuvo una política colaboracionista
con la Alemania Nazi.
Se denominaba la Francia de Vichy o Régimen de Vichy, en virtud de que esta ciudad había sido nombrada capital de facto del territorio supuestamente “no ocupado”.
Pues bien, en Venezuela ya tenemos nuestro Vichy.
Y nuestros Vichytos.
Vichytos y bichitos que han decidido
postrarse ante una instancia inconstitucionalmente electa. Una instancia
que es desconocida por más de 100 países en el mundo entero
desarrollado y democrático.
Una instancia considerada fraudulenta por los más importantes organismos multilaterales de América y Europa.
En pocas palabras, estos personajes – y
sus jefes de quienes reciben órdenes – han preferido recibir el apoyo de
la Constituyente Cubana por encima del de países serios que han venido
brindando todo el apoyo al pueblo de Venezuela en su esfuerzo de salir
de esta dictadura castrocomunista.
¡Qué falta de visión! ¡Qué falta de dignidad! ¡Qué pérdida de las perspectivas! ¡Qué traición a quienes los eligieron!
La historia, sin duda, se los cobrará caro.
Para cerrar, y lo menciono sólo como
referencia histórica, cabe decir que el Mariscal Petain, otrora
héroe, fue degradado al finalizar la guerra. Se le condenó a muerte,
aunque más tarde esta sentencia fuera conmutada por cadena perpetua.
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