jueves, 3 de enero de 2013


¿Cómo se vive la enfermedad de Chávez en La Habana?


Albinson Linares




Nunca un presidente ajeno había sido el protagonista mediático de unas navidades cubanas. Por estos días en La Habana, mientras el malecón se inundaba por el mar picado y el nuevo año se recibía entre sones y los aromas de asados familiares, muchos ciudadanos interrumpían la celebración para preguntarse sobre la salud de Hugo Chávez. Veían con fijeza los televisores buscando alguna pista oculta sobre lo que va a pasar.
“Ahora mismo el cubano tiene un dilema: por una parte quiere que su país sea más soberano por tanto quiere que termine la ‘era Chávez’ pero por otra sabe que si esa era política y económica termina vendrán los cortes eléctricos, la hambruna y precariedad. Este pueblo no podría aguantar todo eso de nuevo”, explica con desaliento la bloguera y escritora Yoani Sánchez.
Al filo de la medianoche del 31 de diciembre uno de sus últimos tweets reflejaba las expectativas sobre el estado de salud del mandatario venezolano: “#Cuba Termina el ultimo noticiero estelar de #2012 y no dice ni una palabra sobre el estado actual de #HugoChavez #Venezuela”.
“Tenemos la mentalidad del país que nunca ha sido independiente –comenta Yoani para intentar explicar la fijación de los cubanos sobre el tema- pasamos por las manos de España, Estados Unidos, la Unión Soviética y ahora lamentablemente estamos en manos, económicamente hablando, de Venezuela. Para el subsidiado local siempre es muy importante quién pone el billete. Es triste y quisiera que eso terminara ya por ambas naciones para que los vínculos se restablecieran de manera ciudadana”.
Desde hace unos meses La Habana vive un respiro económico que es patente en las calles de la ciudad. Abundan pequeños negocios, restaurantes y empresas de servicios así como el tráfico de autos y transporte público evidencia un abastecimiento regular de combustible. Los “cuentapropistas”, término gubernamental que enmascara a los emprendedores, campean por las avenidas del centro y norte de la ciudad. El gobierno de Raúl Castro acelera los cambios en la isla por lo que para choferes independientes como René Pardo la cooperación venezolana es fundamental.
Al volante de un Lada desvencijado, corre por el Malecón inundado y comenta: “Antes era agrónomo y tenía 4 viveros a mi cargo en la provincia. Apenas Raúl dijo que podíamos trabajar independiente dejé todo eso y me puse de taxi con mi carro ¿Por qué? Porque aunque pague impuestos y tenga a los inspectores encima no tengo que cumplir horario, ni ir a marchas, ni a reuniones políticas. Soy mi propio jefe y eso lo vale todo”.
Como muchos, Pardo tiene una estampa de Fidel y otra de Chávez en el tablero de su carro. “Mi hermano nosotros no vamos a dejar que ese comandante se muera. En el Cimeq hacen milagros. Si Chávez se muere volvemos al período especial, volvemos a los noventa donde no había comida, agua, ni luz. Ese hombre no se puede morir”.
Entre amor y odio
En el corazón de El Vedado, en un pequeño estudio clandestino, suenan las guitarras frenéticas del punk. Al ritmo de una falsa marcha militar varios jóvenes ensayan y gritan: “Raúl, Raúl tira los tanques. Raúl, Raúl para que el pueblo se levante”. A los 30 minutos se revienta un amplificador al que, literalmente, se le salen los tornillos. Sudando a chorros, Ciro Díaz lo compone armado de un destornillador y teipe: “Por culpa del chavismo es que se mantiene este gobierno. Antes era por culpa de la URSS. La economía socialista siempre ha sido una porquería por eso el gobierno necesita de alguien que le dé cosas para mantenerse”.
Es el primer guitarrista de Porno Para Ricardo, la banda punk más contestataria de Cuba y vive de dar clases de música y ser técnico de grabación. Mientras el amplificador chispea y bota humo blanco recuerda que la Unión Soviética le “daba” 5 mil millones de rublos al año a su país más la ayuda militar, “ahora Chávez regala petróleo a 20 dólares que se paga con intercambio de médicos lo cual es ilegal. No se negocia con mano de obra, en fin. El fin del chavismo en Venezuela significa que se acabaron los regalitos para Cuba”.
Luis Alfonso Domínguez es otro de los cuentapropistas que apuesta su futuro en esta isla caribeña. Tiene 64 años de edad, es veterano de la guerra de Angola y se retiró del ejército cubano hace un tiempo. Con sus manos gruesas corta mariscos en el pequeño local que acondicionó en el garaje de una casa en Miramar.
“Yo estoy contento con Raúl. A mí me va bien gracias  a las nuevas medidas económicas. Mira todo esto –señala las mesas y su cocina- antes no tenía la oportunidad y él me la dio. Aquí hubo tiempos difíciles, es verdad. Pero nosotros somos sobrevivientes, hermano. A los cubanos no nos va a parar nadie”.
Empieza a menear el caldo espeso de una cazuela. La fragancia potente y especiada inunda el aire abriendo los apetitos. En su rostro, tallado por el tiempo, se ve al combatiente que fue mientras reflexiona sobre la geopolítica de la región: “La gente no entiende nada. No ve que Chávez es un aliado estratégico de Cuba, un hermano que viene a curarse aquí. Un hombre con un proyecto para los pobres del mundo y aquí nos gusta esa gente. Por eso yo lo apoyo y espero que se recupere”.
En un callejón de Centro Habana, Mercedes Guerra camina con rapidez. Es enfermera en el Complejo Ortopédico “Frank País” y la blancura nívea de su atuendo contrasta con las paredes sucias de las casas derruídas de este populoso barrio de La Habana. Con 44 años es una comunista ferviente y crítica: “Yo me crie aquí con Fidel. Lo vimos luchar después del derrumbe del Bloque socialista, lo vimos enfrentarse a los Estados Unidos y al frente del país en el período especial. Yo no entiendo a la gente que se va, a los que se los comen los tiburones. Aquí nosotros con pobreza tenemos todo lo que necesitamos”.
Avanza prestamente, sorteando los obstáculos de escombros y basura que se le atraviesan. Al ver un afiche diminuto de Chávez y Fidel advierte: “Mucho cubano está equivocado. Piensa que si Chávez se muere nos vamos a destruir, que esto se va a acabar. Mira, yo te digo que en Cuba el socialismo no se va a acabar por lo que le pase a otro presidente o a otro país. Eso lo vamos a decidir nosotros. A mí se me parte el alma porque soy enfermera y sé que Chávez está delicado pero si en algún lugar del mundo lo podemos curar, es aquí”.
Cerca del fin de año, un escritor y periodista cubano que prefiere no revelar su identidad se acoda sobre una terraza de Miramar. Ve desde lejos a la embajada suiza y explica que en estas calles siguen estando las casas más bellas de La Habana, ahora devenidas sedes diplomáticas. “Casas porque las mansiones continúan allá en Siboney y el Laguito donde vive Chávez”. Montado en un taxi habla sobre las avenidas frondosas de “El Laguito”, sector donde dicen que el presidente venezolano vive en sus frecuentes estancias habaneras. El pavimento regular, las jardineras perfectas y la simétrica sucesión de alcabalas y controles señalan que en esa urbanización vive gente importante.
“Antes se podía pasar por acá. Ahora mira- señala una verja negra imponente custodiada por seis soldados- dicen que por ahí está la casa de Chávez. Los cubanos somos los que menos sabemos pero la gente habla en las calles todo el día. Dependemos tanto de él que ya ni se nombra a Fidel”.
En lo mismo coincide Lucas Garve, filólogo devenido escritor y periodista. Sentado en el lobby de un lujoso hotel de la zona histórica recuerda la primera vez de Chávez en la capital cubana. Asegura que fue invitado por Eusebio Leal, el historiador de La Habana, pero todos se sorprendieron cuando fue el mismo Fidel quien lo recibió como jefe de Estado.
“Eso fue amor a primera vista, asere. Lo llevaron a la Universidad de La Habana y dio un discurso espantoso diciendo que Fidel era como su papá, en fin. A raíz de la enfermedad mucha gente en Cuba dice: ‘Ay si se nos muere Chávez ¿Qué va a pasar? ¿Volveremos al periodo especial? La gente sabe que se acaba Chávez y se va el petróleo: no habrá transporte y la luz sólo para ciertas horas del día. Todo será peor. Eso refleja que no importa que se mueran los gobernantes cubanos, sino que siga viviendo Chávez”.
El día 17 de diciembre se celebra en las provincias más occidentales de Cuba la peregrinación por San Lázaro. Sucede en Rincón, un pueblecito a 40 kilómetros de La Habana y junto a la iglesia hay un leprosario. Todos los medios reseñaron el año pasado a numerosos fieles que cumplían promesas por la salud de Hugo Chávez. Lucas Garve, estuvo allí: “Se venera a San Lázaro transculturado en las religiones populares como Babalú Ayé, el viejo santo, el milagroso curador de enfermedades y desgracias. Era increíble ver en una de las columnas interiores el retrato de Chávez y la gente prendiendo velas por su salud, llorando con desesperación”.
La Habana está inquieta, al igual que Caracas. Por razones distintas, en la isla impera el pavor por la sobrevivencia y en Venezuela la zozobra por el destino político del país, pero en ambos casos la salud del presidente venezolano se antoja de importancia capital para el destino de dos países. Pocas veces en la historia latinoamericana tanto depende de la vida de un solo hombre. Con desaliento, Lucas Garve concluye: “Qué importancia tienen para la población de esta isla los dirigentes cubanos, si ellos no resuelven nada. Aquí el que nos resuelve todo es Chávez”.
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Texto publicado en Ultimas Noticias el 2/01/13

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