CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ |
La oposición ha sido en extremo respetuosa de las tristes circunstancias que afectan al Presidente Chávez y su familia. No es "por amor", sino esencialmente porque la democracia es un sistema organizado con el fin de sacar la muerte de la política.
Antes solo la violencia y la sangre dirimían el poder. En los países civilizados, los bandos opuestos conviven cordialmente pero ese engendro que llaman "la revolución" suele llevar los países a la prepolítica.
Igual la Alternativa ha sido cuidadosa en exhortar al apego a la Constitución y el sentido común para enfrentar las derivaciones de una vacante presidencial.
Por eso la reacción del vicepresidente de la República, Nicolás Maduro, y del reelecto presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, resulta de una inconsciencia infantil.
Acusar a sus adversarios de lo que saben que no han dicho ni piensan, y volver al lenguaje escatológico, lupanario, navajero. Hermanos gemelos como el fascismo y el comunismo, usan turbas para arredrar y humillar. Sus discípulos también.
Exceso de vagancia, hacen reuniones dadaístas de todo el gabinete en una empresa quebrada de café de un país que importa café.
Tal vez desesperación por no saber qué hacer con lo que tienen en las manos, ni conocimientos elementales para entender los problemas venideros. Incapaces de construir y sólo aptos para destruir, tampoco saben hablar otro idioma que la amenaza, el improperio, el encanallamiento.
El lenguaje vejaminoso de la fuerza, el rompe y rasga, solo trae desgracias y sufrimiento.
Los que sólo tienen internamente violencia no son capaces de entenderse con otros ni resolver problemas sino a patadas. Por eso la historia condenó las revoluciones al basurero.
La diferencia con situaciones del pasado es que ahora las brigadas de choque están sentadas en las curules y tienen inmunidad parlamentaria.
El hombre civilizado establece un diálogo, busca soluciones. El pitecantropusapela al rugido, la señal gutural, primate. Luego a la fuerza.
¿Será que quieren provocar a la oposición, cercarla, acosarla, tal cómo les enseño su maestro, a ver si algún desajustado reacciona con un disparate, como ya lo lograron antes en varias ocasiones?
Diosdado, al que los chavistas tragan como aceite de ricino, aclara que él no dará un golpe, pero a lo mejor quiere que alguien lo dé. O que otro proponga un "paro cívico", huelgas, manifestaciones, turbamultas.
Por desgracia la patología de la trompada física o espiritual está en todos los bandos. Solo que la buena fortuna la sacó del liderazgo opositor, donde hizo estragos, y confinó sus cultores al rincón de emasculados políticos.
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