jueves, 10 de enero de 2013


¿En nombre de qué se tuerce a la Constitución?



DIEGO BAUTISTA URBANEJA 
EL UNIVERSAL

Por razones de su situación interna y de sus conexiones internacionales, el oficialismo ha sometido a la Constitución a una tortuosa interpretación para asegurar que el ejercicio del Poder Ejecutivo permaneciera en las manos de Nicolás Maduro, excluyendo de él a Diosdado Cabello. 

La verdad es que es difícil sentir simpatía por Cabello. Lejos de uno la intención de inmiscuirse en las disputas internas del PSUV e interponer argumentos a favor de este o aquel. Sería por lo demás completamente inútil, si no que contraproducente para aquel a favor del cual razonara un opositor. Simplemente se trata de que por circunstancias de la vida, le correspondía a Cabello ser el beneficiario provisional de la solución más adecuada a la situación planteada por la imposibilidad de Hugo Chávez de prestar en el día previsto por la Constitución el juramento que marca la toma de posesión de su cargo y el inicio de su nuevo período de gobierno. 

Tal situación tiene una solución jurídica bastan sencilla. Consiste en declarar la ausencia temporal del presidente electo, encargándose de la presidencia de la República el presidente de la Asamblea Nacional, hasta que Chávez, gracias a una eventual evolución favorable de su enfermedad, pudiera venir a juramentarse y a tomar posesión de su cargo. Con ello se respeta la elección popular de la que fue objeto Chávez el 7 de octubre, se le reconoce desde luego su carácter de presidente, se mantiene el gobierno en manos de su partido, y, sobre todo, la Constitución queda incólume y sujeta a una interpretación inobjetable, nacional e internacionalmente. En caso de que la salud de Chávez tuviese un desarrollo negativo y se llegara al caso de la ausencia absoluta y de las consiguientes nuevas elecciones, la voluntad de aquel respecto a que en esa eventualidad era Maduro quien debía ser el candidato oficialista, había sido inequívocamente expresada en las palabras que pronunció Chávez el 8 de diciembre. 

De manera que estaba a mano una solución que atendía a los intereses de Chávez, del partido de gobierno, de la Constitución y del país. 

Pero el oficialismo se ha empeñado en darle a la situación una "solución" diferente, que supone una interpretación verdaderamente retorcida del texto constitucional. Se trata de la tesis de la continuidad, según la cual lo que tenemos es la continuación del gobierno de Chávez, por lo cual no es necesaria ni juramentación ni nada para que el antiguo gobierno simplemente continúe. La juramentación y todo eso no son sino formalismos secundarios. La interpretación en sí misma me resulta completamente disparatada e insostenible. Pero dejemos de lado este juicio personal. Digamos en vez lo siguiente: estando disponible la solución y la interpretación de la ausencia temporal que antes hemos resumido, mucho más clara, defendible, acorde con el espíritu de la Constitución, y cuya adopción no hubiera encontrado resistencia de nadie, es imposible que no se deba a poderosos motivos que nada tienen que ver con la Constitución, la adopción de la otra tesis, la tesis de la continuidad, que genera una firme oposición de toda o una parte de la sociedad. Para acoger esa tesis en vez de la otra, tienen que estar operando motivos extraconstitucionales de mucho peso. No hay que ser Sherlock Holmes para tener su pista. Ya hemos asomado alguno de ellos: la desconfianza hacia Cabello de parte de muchos de sus camaradas. Pero hay otro: los intereses cubanos, o más exactamente la desconfianza hacia Cabello por parte de los intereses cubanos. Hablamos nada menos que de la razón de Estado del gobierno cubano. 

En nombre de factores como esos la Constitución venezolana ha recibido una nueva bofetada. Con ello se genera una reacción legal y política que el oficialismo se hubiera podido ahorrar y un nuevo episodio de confrontación que se le hubiera podido evitar al país, tan necesitado de la conjunción de esfuerzos, ahora que se le viene encima una difícil situación social y económica con la jefatura del Estado a los efectos prácticos vacía. 

Todo esto nos lleva a una de las preguntas más angustiosas que puede hacerse un venezolano cualquiera en estos días. ¿Quién gobierna en Venezuela ? Lo único seguro es que Chávez no es. Es obvio que, hasta nuevo aviso, no está en condiciones de hacerlo y eso es así desde hace un mes. Entonces ¿quién? Es muy posible que este país nunca haya sino menos soberano que en este momento. 

dburbaneja@gmail.com

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