miércoles, 23 de enero de 2013


EN PUNTOS SUSPENSIVOS



¡Qué Platón ni qué ocho cuartos! Aristóteles quedaría como un niño de pecho. Sesudos pensadores, aristócratas del pensamiento, conservadores de la ciencia, embalsamadores del espíritu, egiptólogos, alquimistas, matemáticos, astrólogos. ¿Quién es capaz, en su sano juicio de esbozar un mínimo mapa que permita entender, (decir “el desarrollo de los acontecimientos” sería un exceso inaplicable), el asombroso territorio de lo venezolano? Tan solo la exuberancia del paisaje distrae al ojo del entendimiento frente a los actos humanos. Vacío lleno de naturaleza extraviada que ni Marx ni Krishnamurti son capaces de otear frente a tanto curare. Debería existir un verde inexistente aún que definiera nuestra errancia. Limbo rock. Chubby Checker interminable dando vueltas a 45/rpm. Turismo de incertidumbre. Un negocio.
“En el limbo, mijito”, diría mi abuela Victoria, que habla más claro desde su penthouse de ultratumba que cualquier analista político de nuestra incertidumbre. Que no es cosa de ahora, es verdad, pero es que hoy tiene ribetes de exposición psiquiátrica y de anomalías físicas jamás vistas, cual circo de ballenas con cuellos de jirafa, tiburones mansos y zancudos para curar el dengue. Pero ni siquiera en el limbo, que es en definitiva, supone uno, territorio inconcluso, resbaladizo tránsito, pero al fin y al cabo pasajero, como un aeropuerto, o como un túnel al cual se accede para desembocar en otra luz.
Pero aquí no. Ni siquiera. Esas leyes de la física, de la lógica misma, de lo que las ciencias sociales dicen haber descubierto a través de los siglos, no se compadecen con lo que ocurre aquí y pasa. Kafka es un ignorante frente a estos laberintos inconmensurables a pesar de los cuales es mejor reírse que llorar, tomárselo con soda o untarse de Yodex sobre chichones y morados. Sólo para uso externo. Porque si usted se pone a mirar por ejemplo: el derecho constitucional, la ciencia médica, el deber de informar, la soberanía, las elecciones, el poder, la oposición, la justicia, el rosario de huecos en las vías que ha hecho de las cunetas en camino más expedito, el petróleo, la boloña de dólares, se pone estítico, se frunce y les da la razón volviéndose más loco.
Ni siquiera las comas o los puntos finales, que existen en definitiva para orientar. Las interrogantes dan risa. Más bien sobre los puntos suspensivos andamos, dando brinquitos espasmódicos cual bailarines que saltan sobre islas en el vacío. Es tétrico, sí, pero da risa. ¡Ay de aquellos que asumimos tan en serio el nombre de Venezuela! ¿Qué culpa se anido en nuestros corazones cuando asumimos esa carga? Da pena, damos risa y no solamente ajena.
Pero me repito, como quien boquea en el desierto más cenizo, que para construir una fe es necesario antes tener una ilusión que se engrandezca cuando ella sea compartida y se convierta en acción política efectiva para transformar esta verdad de hoy, frente a todas las dificultades imaginadas o no,  en una dignidad y una esperanza.

Leandro Area


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