EN PUNTOS SUSPENSIVOS
¡Qué Platón ni qué ocho cuartos! Aristóteles quedaría como un niño de
pecho. Sesudos pensadores, aristócratas del pensamiento, conservadores de la
ciencia, embalsamadores del espíritu, egiptólogos, alquimistas, matemáticos, astrólogos.
¿Quién es capaz, en su sano juicio de esbozar un mínimo mapa que permita
entender, (decir “el desarrollo de los acontecimientos” sería un exceso inaplicable),
el asombroso territorio de lo venezolano? Tan solo la exuberancia del paisaje
distrae al ojo del entendimiento frente a los actos humanos. Vacío lleno de
naturaleza extraviada que ni Marx ni Krishnamurti son capaces de otear frente a
tanto curare. Debería existir un verde inexistente aún que definiera nuestra
errancia. Limbo rock. Chubby Checker interminable dando vueltas a 45/rpm.
Turismo de incertidumbre. Un negocio.
“En el limbo, mijito”, diría mi abuela Victoria, que habla más claro
desde su penthouse de ultratumba que cualquier analista político de nuestra
incertidumbre. Que no es cosa de ahora, es verdad, pero es que hoy tiene
ribetes de exposición psiquiátrica y de anomalías físicas jamás vistas, cual
circo de ballenas con cuellos de jirafa, tiburones mansos y zancudos para curar
el dengue. Pero ni siquiera en el limbo, que es en definitiva, supone uno,
territorio inconcluso, resbaladizo tránsito, pero al fin y al cabo pasajero,
como un aeropuerto, o como un túnel al cual se accede para desembocar en otra
luz.
Pero aquí no. Ni siquiera. Esas leyes de la física, de la lógica misma,
de lo que las ciencias sociales dicen haber descubierto a través de los siglos,
no se compadecen con lo que ocurre aquí y pasa. Kafka es un ignorante frente a
estos laberintos inconmensurables a pesar de los cuales es mejor reírse que
llorar, tomárselo con soda o untarse de Yodex sobre chichones y morados. Sólo
para uso externo. Porque si usted se pone a mirar por ejemplo: el derecho
constitucional, la ciencia médica, el deber de informar, la soberanía, las
elecciones, el poder, la oposición, la justicia, el rosario de huecos en las
vías que ha hecho de las cunetas en camino más expedito, el petróleo, la boloña
de dólares, se pone estítico, se frunce y les da la razón volviéndose más loco.
Ni siquiera las comas o los puntos finales, que existen en definitiva
para orientar. Las interrogantes dan risa. Más bien sobre los puntos
suspensivos andamos, dando brinquitos espasmódicos cual bailarines que saltan
sobre islas en el vacío. Es tétrico, sí, pero da risa. ¡Ay de aquellos que asumimos
tan en serio el nombre de Venezuela! ¿Qué culpa se anido en nuestros corazones
cuando asumimos esa carga? Da pena, damos risa y no solamente ajena.
Pero me repito, como quien boquea en el desierto más cenizo, que para
construir una fe es necesario antes tener una ilusión que se engrandezca cuando
ella sea compartida y se convierta en acción política efectiva para transformar
esta verdad de hoy, frente a todas las dificultades imaginadas o no, en una dignidad y una esperanza.
Leandro Area
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