jueves, 3 de enero de 2013

EL CASO CHAVEZ: EL MISTERIO DE LA CULPA



REINALDO ESCOVAR

¿Cuál es el estado de salud real del presidente venezolano? ¿Sabía Chávez de su enfermedad cuando se presentó a las últimas elecciones?
Aun cuando todavía queda por cerrar el caso clínico del paciente Hugo Chávez, ya puede afirmarse que el asunto de la salud del presidente de Venezuela ha tenido su desenlace final, pues parece evidente que el comandante bolivariano no tendrá otra oportunidad como mandatario.
Tras un silencio donde solo hemos oído vagos comentarios sobre la complejidad del proceso posoperatorio y repeticiones de lo que todo el mundo sabe, va siendo hora de que se haga pública una información completa, que incluya una cronología. Algo así resulta impostergable para informar al mundo y en especial al pueblo venezolano las causas que impedirán al presidente electo tomar posesión de su cargo en tiempo y forma.
La pregunta principal es quién debe dar esa información; a quién le corresponde asumir la responsabilidad de lo ocurrido.
Desde el 30 de junio de 2011, cuando Chávez anunciara que se le había detectado un cáncer, ninguna institución médica ha hablado de forma oficial sobre el paciente. Para reconstruir la historia de la aparición, evolución y estado terminal de la enfermedad solo contamos hasta ahora con una mezcla de rumores, lo informado por el gobierno venezolano a través de sus voceros y las declaraciones emitidas en primera persona por el propio Chávez.
La exactitud de esta información cuya reclamación ya es agenda opositora, va mucho más allá del interés que pudieran tener los oncólogos a quienes debe despertarle cierta curiosidad científica este tipo de cáncer que aparece y desaparece de forma tan sorpresiva. El verdadero misterio a develar ante la opinión pública quizás se encuentre entre estas variables:
1. En octubre de 2012 Chávez se había curado de forma total; tanto, como para aceptar su nominación a candidato en las elecciones presidenciales. Mientras que ahora padece de otro cáncer debutante que nadie esperaba ni sospechaba.
2. Chávez no estaba totalmente sano, ni en condiciones de aceptar la responsabilidad de asumir la presidencia.
2.1 Lo sabía y lo ocultó a sus electores.
2.2 No lo sabía
2.2.1 No lo sabía porque su equipo médico tampoco se había enterado del peligro que lo acechaba.
2.2.2 No lo sabía porque su equipo médico le mintió o le ocultó información.
Regresando a la pregunta de quién debe explicar las anteriores variables, obviamente le tocaría al equipo médico radicado en Cuba o al propio gobierno cubano, que a través de sus instituciones eligió al personal encargado del caso.
Si este cáncer es otro y no aquel detectado a mediados de 2011, habrá que ofrecer evidencias científicas comprensibles al menos para los especialistas ajenos a las veleidades políticas y a las maldiciones judías.
Si la desaparición de la enfermedad nunca fue tan definitiva como para que Chávez se atreviera a aceptar su nominación como candidato presidencial, el equipo médico entonces se verá en la obligación de confesar que no contó con los recursos científicos o la necesaria pericia para saberlo, o por el contrario que lo supo pero le negó la información al paciente, o que lo supo, se lo informó al paciente y este decidió luego ocultarlo.
Ya el señor Hugo Chávez no tiene futuro político, apenas si tiene futuro biológico. Si ya estaba al tanto de todo en octubre del año pasado, su decisión de ocultárselo al electorado solo se puede entender como resultado de una voraz ambición de poder o, siendo generosos, como un acto de elevado altruismo: conocedor de su fatal destino, aseguraría así la presencia de su partido en la silla presidencial para, llegado el momento, entregar el batón al vicepresidente Nicolás Maduro. Quizás haya sido el denodado esfuerzo por parecer vigoroso —con la ayuda de esteroides— lo que haya precipitado el quebrantamiento definitivo de su salud.
Ahora todo parece indicar que tal sacrificio fue en vano y para colmo contraproducente, pues la develación de semejante engaño podría acarrear un devastador costo político a su partido de cara a las nuevas elecciones que prevé para estos casos la Constitución venezolana. A corto o largo plazo la historia le pasará factura, a menos que el gobierno cubano opte por asumir la culpa para salvar la memoria de su discípulo predilecto y con ella la continuidad de la revolución bolivariana.
La opinión pública venezolana tiene el deber moral y el derecho de exigir una explicación veraz y convincente. También los cubanos deberíamos reclamarla porque en ella se pone en juego la credibilidad internacional de nuestras instituciones.

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