DIPLOMACIA
TAPA AMARILLA
Emilio Nouel V.
Se conoce ampliamente qué denota tal
expresión en el habla popular: producto de mala calidad, falsificado, copia mal
hecha, y así, un sin número de significados, la mar de peyorativos todos.
No hay que darle muchas vueltas al asunto.
El encapuchado tirapiedras que aparentemente regenta lo que queda de una
destartalada cancillería, reiteradamente ha demostrado que su mira, con mucho,
no trasciende los confines geográficos de la Cortada del Guayabo. Su
universo cognoscitivo y vital no va más allá del alcance de una pedrada, y
nunca mejor dicho.
La patética performance en
varios asuntos de la competencia de ese ministerio, revela la incapacidad sin
par para el cargo que ostenta. La “diplomacia” de Jaua, que es la misma
de su finado jefe, no nos queda la menor duda, es un producto pirata, de
deleznable calidad -si es que tiene alguna- cuyo efecto claro es la lesión
reiterada a la imagen del país, de por sí bien quebrantada desde los tiempos de
Chávez.
Y esto es un asunto de no poca monta
que debería inquietarnos como venezolanos, a pesar de que en los últimos
tiempos nos han querido acostumbrar, como si fuera algo irremediable, a la
mediocridad de los que están al frente de las palancas de mando del Estado
venezolano.
Ésta de la Cancillería, es otra de
las grandes desgracias que nos han caído encima en los 3 últimos lustros, y el
incidente reciente con Colombia es la reincidencia en una conducta
caracterizada por la novatería y la carencia de todo profesionalismo.
Los que han pasado por ese despacho
ministerial en estos años no han hecho otra cosa que destruirlo progresiva y
sostenidamente. En ejecución, contenidos y formas, es lamentable su
record.
Y no es que en ese Ministerio, antes
de la llegada de la barbarie roja, todo caminara a las mil maravillas. Defectos
importantes tenía, pero que vistos hoy en perspectiva y comparados con el
desastre actual, aquel era una institución muy superior en todos los sentidos y
aceptable dentro de los parámetros básicos para este tipo de entes.
Las historias sobre episodios
cotidianos de lo que allí ocurre en la actualidad, contadas por funcionarios de
anteriores gobierno que aún se mantienen, son de bochorno. La ignorancia sobre
los asuntos internacionales campea, el desprecio por el correcto cumplimiento
de las necesarias formalidades que toda actividad diplomática impone, es
notorio a todo nivel; la calidad del trabajo es gris; el funcionario que
ingresa no tiene la preparación requerida, entra avalado sólo por el carnet
partidista, y así muchos otros aspectos lastimosos, que en su conjunto
configuran un cuadro administrativo desastroso en un área que en el mundo de
hoy es atendida con el mayor cuidado por la mayoría de los países.
¿Qué puede esperarse de parte de
individuos ayunos de experiencia y conocimientos sobre este sector tan capital
para nuestro país, distinto de las reacciones improvisadas, ideologizadas y
pueriles, nocivas a los intereses de la Nación, que hemos visto?
La política exterior de un país y su
brazo administrador son asuntos serios. No se puede dejar en manos de personas
sin conciencia de la importancia de la misión primordial que les ha tocado, y
cuyas cabezas estén pobladas de toda suerte de cucarachas ideológicas. Sin
embargo, eso es lo que hoy sucede en la Casa Amarilla.
Nuestro país continúa haciendo el
ridículo y convertido en el hazmerreír de las cancillerías del mundo, con sus
historias paranoicas de supuestas conspiraciones, magnicidios, invasiones
e inoculaciones de veneno con rayos láser.
El papelón del inefable Chaderton en
la reunión de la OEA en Guatemala y antes, la reacción desproporcionada e
impropia frente al encuentro de Henrique Capriles con el presidente Juan Manuel
Santos, son evidencias concluyentes de lo que estamos comentando.
Si a esto le agregamos que en
Venezuela pareciera que no hay un conductor político indiscutido al volante del
carro del poder, y que sean varios los voceros oficiales del país de cara al
mundo, como ocurrió en el impasse con Colombia (Diosdado, Maduro y Jaua), el
panorama resulta desolador y preocupante.
Emilio Nouel V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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