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C hesterton se inclinaba a admitir la irracionalidad de una aventura, pero exigía cordura al aventurero. Por lo menos eso infiero de mi imprudente y atrevida traducción de una frase que junto a otras de diversos autores componen el repertorio de un viejo almanaque "Quote A Day" que, por casualidad, llegó a mis manos. La cita, "The adventures may be mad, but the adventurer must be sane", explica en parte por qué llamaban "príncipe de las paradojas" al creador del Padre Brown, y, de paso, nos da pie para preguntarnos si es factible lo inverso, a saber, que una iniciativa inteligente pueda ser llevada a feliz término bajo la conducción de un mentecato; y, a juzgar por lo que padecemos actualmente en nuestro país, la respuesta debería ser un obvio y contundente no.
Lo que acontece en Venezuela, me atrevo a suponer, se debe a la concurrencia de dos insensateces: una, que atañe al proyecto bolivariano en sí y en tanto que empresa imposible, por retrógrada y a contramano de la historia; y otra que se deriva de la irracionalidad de un liderazgo paleolítico, embelesado por un mondongo ideológico, difícil de digerir en virtud de una prédica redentora inspirada por el resentimiento; una prédica maniquea que pone del lado de los buenos (es decir, los chavistas) un arsenal retórico donde lo sublime no tiene cabida porque cede espacio a la cursilería, y del lado de los malos (es decir, el imperio, la derecha y la oposición) una colección de adjetivos para descalificar que, en sana lógica, le calza mejor a estos "boy scouts" rojos siempre listos "para salvar el planeta" y emprender otras aventuras semejantes para las cuales se creen predestinados.
Lástima que cuando Maduro y sus secuaces hablan es poco lo que entendemos, no precisamente por la profundidad de sus ideas sino porque lo hacen en un castellano aproximado, duro de interpretar y casi imposible de asimilar. En su denodado esfuerzo por vestir la piel del desaparecido, Nicolás asume la pedante ampulosidad y el exceso de falta de ignorancia de su antecesor para confundir año escolar con ciclo lectivo y, además perpetrar perlas sin desperdicios como, por ejemplo, "son compatriotas de la misma patria", que recuerdan a aquel Cantinflas de "hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos", donde es imposible discernir entre entusiasmo y cinismo.
La metamorfosis que padece Maduro no alcanza, sin embargo, a modificar su primitiva concepción del mundo, signada por arrebatos místicos lindantes con el delirio y le provocan alucinaciones que, en cualquier otra latitud distinta a la nuestra, ya hubiesen sido motivo para la apertura de una investigación respecto al equilibrio mental de un ilegítimo gobernante que pasea su gabinete por plazas y solares, como si de un circo ambulante se tratase, para hacer y que "gobierno de calle", un teatro esencialmente demagógico, con pésima puesta en escena, y escasos espectadores, pues el público se cansa de promesas huecas.
La capacidad de mutar no es habilidad exclusiva del presunto presidente. Su canciller experimenta con el mimetismo lingüístico para tratar de calcar, si no en longitud, cuando menos en procacidad, el discurso del padre de las misiones.
Éste, en las postrimerías de su vida y de su última campaña, amonestaba al electorado por ocuparse de nimiedades como el racionamiento eléctrico o la falta de agua y no del futuro de la revolución socialista y bolivariana... Jaua, quien además se ocupa de Corpomiranda, un organismo creado para boicotear la gestión del gobernador Capriles, ha dicho que "la patria no se mide por el anaquel de un supermercado" y su furor llegó al paroxismo cuando, haciendo gala de la vulgaridad heredera del paracaidista barinés, agregó: "Nosotros somos los hijos y las hijas de los libertadores de este continente ¡carajo! Como nos lo enseñó Chávez, de manera que pueden agarrar su rollo de papel tualé este burguesito y se lo mete por donde mejor le quepa, ¡porque aquí sí tenemos patria bolivariana revolucionaria socialista! ¿Ustedes quieren patria o papel tualé?" Estos aventureros sin norte y sin brújula, cuyas andanzas y correrías se acometen en nombre de una patria que invocan a menudo e irrespetan con frecuencia, merecen que se les recuerde una de las muchas y certeras agudezas de Oscar Wilde según la cual "el patriotismo es la virtud de los depravados"; y, además, cabe decirles que, tal como se presenta su gestión y las aterradoras perspectivas que se abren ante nosotros, preferimos el papel tualé a una patria tutelada por el neocolonialismo político cubano porque así, al menos, tendremos cómo limpiar las toneladas de porquerías que ellos, siguiendo directrices de La Habana, han vertido sobre el suelo nacional.
Lo que acontece en Venezuela, me atrevo a suponer, se debe a la concurrencia de dos insensateces: una, que atañe al proyecto bolivariano en sí y en tanto que empresa imposible, por retrógrada y a contramano de la historia; y otra que se deriva de la irracionalidad de un liderazgo paleolítico, embelesado por un mondongo ideológico, difícil de digerir en virtud de una prédica redentora inspirada por el resentimiento; una prédica maniquea que pone del lado de los buenos (es decir, los chavistas) un arsenal retórico donde lo sublime no tiene cabida porque cede espacio a la cursilería, y del lado de los malos (es decir, el imperio, la derecha y la oposición) una colección de adjetivos para descalificar que, en sana lógica, le calza mejor a estos "boy scouts" rojos siempre listos "para salvar el planeta" y emprender otras aventuras semejantes para las cuales se creen predestinados.
Lástima que cuando Maduro y sus secuaces hablan es poco lo que entendemos, no precisamente por la profundidad de sus ideas sino porque lo hacen en un castellano aproximado, duro de interpretar y casi imposible de asimilar. En su denodado esfuerzo por vestir la piel del desaparecido, Nicolás asume la pedante ampulosidad y el exceso de falta de ignorancia de su antecesor para confundir año escolar con ciclo lectivo y, además perpetrar perlas sin desperdicios como, por ejemplo, "son compatriotas de la misma patria", que recuerdan a aquel Cantinflas de "hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos", donde es imposible discernir entre entusiasmo y cinismo.
La metamorfosis que padece Maduro no alcanza, sin embargo, a modificar su primitiva concepción del mundo, signada por arrebatos místicos lindantes con el delirio y le provocan alucinaciones que, en cualquier otra latitud distinta a la nuestra, ya hubiesen sido motivo para la apertura de una investigación respecto al equilibrio mental de un ilegítimo gobernante que pasea su gabinete por plazas y solares, como si de un circo ambulante se tratase, para hacer y que "gobierno de calle", un teatro esencialmente demagógico, con pésima puesta en escena, y escasos espectadores, pues el público se cansa de promesas huecas.
La capacidad de mutar no es habilidad exclusiva del presunto presidente. Su canciller experimenta con el mimetismo lingüístico para tratar de calcar, si no en longitud, cuando menos en procacidad, el discurso del padre de las misiones.
Éste, en las postrimerías de su vida y de su última campaña, amonestaba al electorado por ocuparse de nimiedades como el racionamiento eléctrico o la falta de agua y no del futuro de la revolución socialista y bolivariana... Jaua, quien además se ocupa de Corpomiranda, un organismo creado para boicotear la gestión del gobernador Capriles, ha dicho que "la patria no se mide por el anaquel de un supermercado" y su furor llegó al paroxismo cuando, haciendo gala de la vulgaridad heredera del paracaidista barinés, agregó: "Nosotros somos los hijos y las hijas de los libertadores de este continente ¡carajo! Como nos lo enseñó Chávez, de manera que pueden agarrar su rollo de papel tualé este burguesito y se lo mete por donde mejor le quepa, ¡porque aquí sí tenemos patria bolivariana revolucionaria socialista! ¿Ustedes quieren patria o papel tualé?" Estos aventureros sin norte y sin brújula, cuyas andanzas y correrías se acometen en nombre de una patria que invocan a menudo e irrespetan con frecuencia, merecen que se les recuerde una de las muchas y certeras agudezas de Oscar Wilde según la cual "el patriotismo es la virtud de los depravados"; y, además, cabe decirles que, tal como se presenta su gestión y las aterradoras perspectivas que se abren ante nosotros, preferimos el papel tualé a una patria tutelada por el neocolonialismo político cubano porque así, al menos, tendremos cómo limpiar las toneladas de porquerías que ellos, siguiendo directrices de La Habana, han vertido sobre el suelo nacional.
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