¿Paños, giro, viraje?
DIEGO BAUTISTA URBANEJA |
EL UNIVERSAL
jueves 13 de junio de 2013
Ya parece que se extiende la convicción de que el modelo económico de esos últimos años está tocando a su límite. Está ese límite constituido por un hecho económico decisivo y a estas alturas incontrovertible: el modelo no produce.
Los dos factores que permitían disimular ese rasgo ya no están presentes. Por un lado, los precios del petróleo, y por otro lado Hugo Chávez. Ya aquellos dejaron de subir. Hace tiempo que su ascenso se detuvo. Chávez falleció. Estaba él en capacidad quizás de mantener por un tiempo más la ilusión de la bonanza. Sobre todo, estaba en capacidad de hacer pasar, si es que se veía obligado a dar un giro a su política económica, de hacer pasar tal cambio de política por una continuación de ella. Como su palabra era creída a pie juntillas por sus seguidores, lo que él hubiera dicho hubiese sido tomado como verdad.
Pero las cosas se presentan ahora de otra manera. Ya no hay amortiguadores ni prestidigitadores. Se aclara por fin lo que siempre fue una verdad, sólo que su percepción había logrado ser pospuesta: si no se produce más, no hay nada que hacer, y este modelo no puede producir más.
La gran pregunta que está rondando en la economía venezolana, el gran debate que debe -o debería- estarse dando en el gobierno, es sobre la necesidad de dar un giro en la política económica y de qué amplitud debe ser ese giro. Tratándose de un gobierno como este, hay otra pregunta crucial, ¿qué tipo de giro y de qué compás, está este gobierno en capacidad de dar?
Sería una gran ironía, lo que llaman una "justicia poética", que la actual administración tuviera que dar su propio "viraje". La verdad es que por los momentos no vemos al gobierno en capacidad de asumir el costo político de tal mala pasada de la historia. Tampoco vemos por los momentos, y en la hipótesis de que el gobierno se decidiera a dar los giros necesarios, de dónde sacaría gente el gobierno con las ideas y la capacidad gerencial requerida para llevar a cabo el giro en cuestión. Es posible que haya por allí, entre los simpatizantes del gobierno, algún grupo de profesionales que vean las cosas con el realismo necesario y que tengan un bagaje intelectual del tipo que se requiere. Pero por ahora no son ellos los que llevan el timón de las cosas económicas.
Quién tiene el timón
En realidad, no es fácil decir quién tiene en sus manos ese timón y si hay alguien que lo tenga. Merentes es el que figura, se reúne y declara. Pero no está claro en qué medida está en verdad imprimiendo la dirección de la política económica. A Giordani, cuya presencia notoria podía ser tenida todos estos años como el emblema de que el rumbo económico continuaba sin mayores cambios, no se le ve por todo eso. Pero esa presencia y esa ausencia no llegan a constituir una política económica. Hay mucha tela que cortar para que en el país se establezca -y se sienta que se establece- una nueva forma de llevar la política económica.
La confianza ha sufrido demasiados golpes muy contundentes. El aparato productivo privado tiene mucho tiempo hostigado y arrinconado. Mucho habrá de hacerse en esa dirección, antes de que renazca la confianza y la inversión. Además, la historia brinda muchos ejemplos de gobiernos revolucionarios que se dieron un respiro para luego volver con más ímpetu a eliminar todo vestigio de capitalismo. El espectro de la legendaria NEP puesta en marcha por Lenin, como modelo de esa maniobra, posiblemente ronda en muchas cabezas. El lenguaje y la retórica gubernamental sigue teniendo un tono radical y deben ser unos cuantos los que allí sueñan con su NEP y su posterior ofensiva socialista. (Al escribir esto último, asalta la duda: ¿cuántos en el gobierno se preocupan en realidad de esas cosas, cuántos saben de ellas, para cuántos son problemas vigentes? ¿No impera allí un puro pragmatismo, para el cual todo lo que tenga que ver con ideología y retórica son obstáculos de los que hay que desembarazarse como mejor se vaya pudiendo, para adoptar un rumbo que al menos evite la catástrofe?).
Por ahora es difícil que haya respuestas claras a esas preguntas. Lo que posiblemente veremos es un forcejeo entre la fidelidad a toda la terminología socialista y revolucionaria y las presiones de la realidad. Sería un golpe duro que la próxima cifra de inflación repitiera la del mes de mayo. En todo caso, son los hechos los que irán hablando y son ellos los que responderán si vamos hacia los paños calientes, hacia un giro, o hacia un viraje.
dburbaneja@gmail.com
Los dos factores que permitían disimular ese rasgo ya no están presentes. Por un lado, los precios del petróleo, y por otro lado Hugo Chávez. Ya aquellos dejaron de subir. Hace tiempo que su ascenso se detuvo. Chávez falleció. Estaba él en capacidad quizás de mantener por un tiempo más la ilusión de la bonanza. Sobre todo, estaba en capacidad de hacer pasar, si es que se veía obligado a dar un giro a su política económica, de hacer pasar tal cambio de política por una continuación de ella. Como su palabra era creída a pie juntillas por sus seguidores, lo que él hubiera dicho hubiese sido tomado como verdad.
Pero las cosas se presentan ahora de otra manera. Ya no hay amortiguadores ni prestidigitadores. Se aclara por fin lo que siempre fue una verdad, sólo que su percepción había logrado ser pospuesta: si no se produce más, no hay nada que hacer, y este modelo no puede producir más.
La gran pregunta que está rondando en la economía venezolana, el gran debate que debe -o debería- estarse dando en el gobierno, es sobre la necesidad de dar un giro en la política económica y de qué amplitud debe ser ese giro. Tratándose de un gobierno como este, hay otra pregunta crucial, ¿qué tipo de giro y de qué compás, está este gobierno en capacidad de dar?
Sería una gran ironía, lo que llaman una "justicia poética", que la actual administración tuviera que dar su propio "viraje". La verdad es que por los momentos no vemos al gobierno en capacidad de asumir el costo político de tal mala pasada de la historia. Tampoco vemos por los momentos, y en la hipótesis de que el gobierno se decidiera a dar los giros necesarios, de dónde sacaría gente el gobierno con las ideas y la capacidad gerencial requerida para llevar a cabo el giro en cuestión. Es posible que haya por allí, entre los simpatizantes del gobierno, algún grupo de profesionales que vean las cosas con el realismo necesario y que tengan un bagaje intelectual del tipo que se requiere. Pero por ahora no son ellos los que llevan el timón de las cosas económicas.
Quién tiene el timón
En realidad, no es fácil decir quién tiene en sus manos ese timón y si hay alguien que lo tenga. Merentes es el que figura, se reúne y declara. Pero no está claro en qué medida está en verdad imprimiendo la dirección de la política económica. A Giordani, cuya presencia notoria podía ser tenida todos estos años como el emblema de que el rumbo económico continuaba sin mayores cambios, no se le ve por todo eso. Pero esa presencia y esa ausencia no llegan a constituir una política económica. Hay mucha tela que cortar para que en el país se establezca -y se sienta que se establece- una nueva forma de llevar la política económica.
La confianza ha sufrido demasiados golpes muy contundentes. El aparato productivo privado tiene mucho tiempo hostigado y arrinconado. Mucho habrá de hacerse en esa dirección, antes de que renazca la confianza y la inversión. Además, la historia brinda muchos ejemplos de gobiernos revolucionarios que se dieron un respiro para luego volver con más ímpetu a eliminar todo vestigio de capitalismo. El espectro de la legendaria NEP puesta en marcha por Lenin, como modelo de esa maniobra, posiblemente ronda en muchas cabezas. El lenguaje y la retórica gubernamental sigue teniendo un tono radical y deben ser unos cuantos los que allí sueñan con su NEP y su posterior ofensiva socialista. (Al escribir esto último, asalta la duda: ¿cuántos en el gobierno se preocupan en realidad de esas cosas, cuántos saben de ellas, para cuántos son problemas vigentes? ¿No impera allí un puro pragmatismo, para el cual todo lo que tenga que ver con ideología y retórica son obstáculos de los que hay que desembarazarse como mejor se vaya pudiendo, para adoptar un rumbo que al menos evite la catástrofe?).
Por ahora es difícil que haya respuestas claras a esas preguntas. Lo que posiblemente veremos es un forcejeo entre la fidelidad a toda la terminología socialista y revolucionaria y las presiones de la realidad. Sería un golpe duro que la próxima cifra de inflación repitiera la del mes de mayo. En todo caso, son los hechos los que irán hablando y son ellos los que responderán si vamos hacia los paños calientes, hacia un giro, o hacia un viraje.
dburbaneja@gmail.com
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