Andrés Oppenheimer
AOPPENHEIMER@ELNUEVOHERALD.COM
Algo muy inusual ocurrió en la reunión anual de ministros de relaciones exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA) la semana pasada: Estados Unidos y México ganaron una victoria diplomática sobre los gobiernos populistas autoritarios que querían silenciar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Relatoría de Libertad de Expresión de la OEA.
Es un acontecimiento raro, porque Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros miembros de su alianza bolivariana ALBA — a menudo respaldados por países más grandes como Brasil y Argentina— han estado ganando terreno en los últimos años en su ofensiva para debilitar estas dos instituciones semi-independientes de defensa de los derechos humanos, que son de lejos lo mejor que tiene la OEA.
Pero en la reunión anual de la OEA celebrada el 5 y 6 de junio en Guatemala, una moción de Ecuador apoyada por el ALBA y destinada a paralizar la Comisión Interamericana fue rotundamente derrotada en la votación secreta.
La fallida ofensiva de Ecuador pretendía paralizar la Comisión eligiendo tres nuevos miembros cercanos al ALBA, entre ellos un funcionario de Ecuador. Se esperaba que la moción del ALBA triunfara, en parte gracias a los votos de muchos países caribeños que reciben generosos subsidios petroleros de Venezuela.
Pero en cambio, el voto secreto resultó en una aplastante derrota del ALBA, y en especial del presidente ecuatoriano Rafael Correa, que se había embarcado en una cruzada personal contra la Comisión.
El jurista mexicano José Orozco, que preside la Comisión y tiene buenos antecedentes en defensa de los derechos humanos, fue fácilmente reelecto con 22 de los 34 votos de la OEA. El candidato de Estados Unidos, James Cavallaro, profesor de leyes de las universidades de Harvard y Stanford, que ha estado asesorando a la Comisión durante dos décadas, fue elegido con una sorprendente mayoría de 20 votos.
El candidato ecuatoriano Erick Roberts Garces, que había criticado abiertamente la labor de la Comisión, no fue elegido. En cambio, los países optaron por un candidato de Brasil, que fue elegido con una mayoría relativamente pequeña de 18 votos.
“Esto fue una gran victoria para la Comisión como institución, así como para la protección de los derechos humanos en las Américas”, me dijo en una entrevista telefónica desde la reunión José Miguel Vivanco, del grupo independiente Human Rights Watch.
“También fue una derrota importante para los países del ALBA, que pretendían que se eligiera a un miembro de su bloque para socavar el sistema desde adentro”, añadió.
Vivanco agregó que “fue muy significativo que los candidatos de México y Estados Unidos, que tienen excelentes antecedentes en la defensa de los derechos humanos, fueran elegidos con más votos que cualquier otro candidato”.
Los funcionarios de Estados Unidos mantuvieron un bajo perfil y evitaron cantar victoria, en línea con la política del gobierno del presidente Obama de evitar a toda costa darle munición propagandística a los líderes populistas que buscan la confrontación permanente con Washington como excusa para perpetuarse en el poder.
La embajadora de Estados Unidos ante la OEA, Carmen Lomellín, me dijo después de la votación que “fue un resultado muy positivo, porque los estados miembros todavía defienden la autonomía y la independencia de la Comisión”. Al igual que otros funcionarios estadounidenses, Lomellín atribuyó la victoria de los candidatos de México y Estados Unidos a sus respectivas calificaciones profesionales.
Mi opinión: Es demasiado pronto para saber si esto es un punto de inflexión en la diplomacia latinoamericana, y un síntoma del lento ocaso del ALBA después de una década de constante erosión de la democracia, los derechos humanos y la libertad de prensa en la región.
Hay datos que podrían indicar lo contrario, como que los gobiernos latinoamericanos pocas semanas antes habían hecho la payasada de elegir al último dictador militar de la región —el general Raúl Castro, de Cuba— como presidente de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).
Y muchos países se siguen haciendo los distraídos ante el hecho de que Venezuela se ha negado a realizar un recuento de los votos de las cuestionadas elecciones del 14 de abril.
Pero la derrota de la ofensiva del ALBA contra la Comisión es una excelente noticia, porque ésta es una institución profesional, que trata de denunciar las violaciones de derechos humanos sin sesgos ideológicos. De hecho, ha criticado tanto los abusos cometidos por Estados Unidos en su base de Guantánamo, o contra los inmigrantes indocumentados, como los abusos cometidos por Venezuela, Ecuador o Bolivia.
Sería bueno que, en vez de defender los derechos humanos tímidamente, mediante votos secretos, los países lo hicieran abiertamente y con orgullo. En los últimos años han habido demasiados retrocesos en este terreno —tanto en Latinoamérica como en Estados Unidos — como para permitir que las libertades fundamentales se debiliten aún más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario