Resulta que ahora que andamos con la soga económica al cuello, que andamos en una crisis sin precedentes, a Maduro le da por mejorar muy suculentamente los sueldos militares y permitirles que se endeuden por 37 millardos para que compren armas el año próximo y no olvidemos la cantidad excepcional de uniformados bien enchufados en la burocracia gubernamental. La única explicación que a uno se le ocurre es que quiere evitar que los susodichos tengan malos pensamientos en torno a las calamidades que nos aplastan.
Aunque es verdad que estamos en guerra, asunto en que los uniformados deberían tener la primera palabra. Pero lo que sucede es que este conflicto bélico es bastante especial porque nosotros no acabamos de identificar al enemigo o, mejor dicho, son tantos y tan variados que resulta difícil darle un orden a esos batallones que amenazan a la patria. De igual manera es sumamente enigmático el armamento que usan porque no son tanques ni aviones, ni nada que se le parezca, sino inflación, escasez, delincuencia, corrupción, apagones, rumores, mensajes mediáticos, cavidismo y cosas de esa naturaleza.
Sin reparar en que, usando el mero sentido común, pareciera que tanta devastación como la que sufrimos es producto de políticas erradas del mismo régimen durante quince años de gestión. Lo que daría el muy paradójico resultado, a lo mejor único en la historia, de un gobierno que se ha declarado la guerra a sí mismo.
Nosotros queríamos sólo hacernos dos preguntas sobre esta aparente feliz relación entre Ejecutivo y Ejército. Paralelamente a estas generosidades Maduro ha prometido que en un año las milicias tendrán quinientos mil efectivos y para fin de su mandato un millón (1.000.000, sic). Dado que estas huestes están hechas para defender la patria, lo que realmente quiere decir la revolución, o sea el gobierno y el PSUV, sería interesante saber qué piensa la Fuerza Armada, de apenas cien mil efectivos, de tan gigantesco, poco entrenado y difícilmente controlable ejército paralelo.
La segunda cuestión es más concreta.
Hace unos días salió en Gaceta un escandaloso decreto que constituía el Cesppa, una especie de organismo anticonstitucional que se convertía en una suerte de ente tutor de la defensa nacional, contra enemigos externos e internos, que recogía, clasificaba y suministraba información a una fantasmática Dirección político-militar de la revolución y cuya presidencia estaba en manos militares. Algunos analistas vieron en esto una suerte de “golpe frío”, en todo caso una merma del poder del Ejecutivo supeditado, en aspectos esenciales, a ese poderoso aparato. Pocos días después sale otra versión en la Gaceta en que ya no hay enemigos internos (entiéndase la oposición) ni externos, se le informa no a la tal Dirección sino al Presidente y se libera a los entes y personas privadas de la obligación de informar al organismo neonato. Por último, y no es un detalle, el presidente del Cesppa se convierte en director. ¿Qué pasó?, ¿quién fue el corrector y quién el corregido? Según los analistas aludidos se podría pensar que el que puso los puntos sobre las íes fue el primer magistrado, disminuido en la primera versión. Otros hablan de las reacciones de rechazo nacionales e internacionales al engendro militarista. Pero uno mantiene sus dudas, lo que pasa con la Fuerza Armada casi siempre tiene las características de una caja negra. A lo mejor se trató de una puja más entreverada.
Por: Fernando Rodríguez
Politica | Opinión
Diario TalCual
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