EMILIO NOUEL V.
A pesar de que está en declive, sigue causando estragos en nuestros países la deriva neopopulista.
Muchos economistas han estudiado el populismo y las consecuencias nefastas de esa visión en la economía. Alan Greenspan, ex Presidente de la Reserva Federal norteamericana por 18 años, es uno de ellos, y es muy conocido porque fue blanco de duros ataques por parte de muchos analistas cuando estalló la crisis financiera de 2008. Se le acusaba de no haber controlado adecuadamente el mercado de derivados financieros que él habría estimulado.
Sin embargo, como economista de gran prestigio en el mundo y su país, sus opiniones sobre diversos temas de su especialidad no dejan de ser oídas. Sin duda, sus vastos conocimientos y experiencia lo avalan.
En momentos tan críticos como los que vivimos los venezolanos, no resulta impertinente comentar la opinión de Greenspan sobre los efectos económicos nefastos del populismo, toda vez que los males que estamos experimentando en nuestro país, son causa directa de un manejo de la economía propio de esa visión.
En su libro un tanto autobiográfico “The age of turbulence” (The Penguin Press,NY, 2007) Greenspan le dedica un interesante capítulo a ese tema, titulado “Latin America and Populism”, en el que comienza recordando un ejemplo típico de país víctima del populismo económico: Argentina, quien a inicios del siglo XX tenía un PBI per cápita más grande que el de Alemania y que alcanzaba los tres cuartos del de EEUU, y que al final de ese mismo siglo se redujo a mucho menos de la mitad del de ambos países.
Durante esa centuria, dice Greenspan, los estándares de vida de EEUU, Europa occidental y muchos países de Asia, crecieron un tercio más rápido que los de América Latina, sólo Europa del este y África lo hicieron más bajo.
La explicación de estos magros resultados, comparativamente, no estaría sino en la filosofía populista que se ha impuesto en estos países.
Según Greenspan, bajo el populismo, los gobiernos acceden a las demandas de pueblos empobrecidos, sin preocuparse o tomar en cuenta las realidades económicas y de cómo la riqueza de una nación se puede aumentar y/o sostener. Señala, igualmente, lo poco que esos gobiernos respetan los derechos individuales. Las consecuencias económicas adversas que pueden traer tales políticas son ignoradas, voluntaria o inadvertidamente por los populistas.
El populismo es para nuestro autor una respuesta eminentemente emocional y no está basada en ideas. En él no hay un análisis de las condiciones necesarias para la creación de riqueza y el aumento de los estándares de vida. “Está lejos de ser cerebral. Es más un grito de dolor”. Los líderes populistas prometen remediar injusticias, mediante la redistribución de la tierra, dando viviendas y alimentos para todos, y persiguiendo a la elite corrupta que estaría robando a los pobres. El líder populista culpa al libre mercado capitalista de todos los males. Hace amplias promesas sin pensar en cómo financiarlas. Hay un desprecio de las leyes económicas.
Y en efecto, en su mensaje, el populista muestra una retórica simplista con referencia permanente a palabras como “explotación”, “justicia” y “reforma agraria”. Nunca habla de productividad o competitividad, palabras desterradas de su léxico.
Como ejemplos de este proceder nefasto pone Greenspan a gobernantes como Mugabe y Chávez, por cierto, muy parecidos en el tipo de medidas económicas que adoptaron y también en las consecuencias.
El primero entregó a sus seguidores las tierras que confiscó, pero los nuevos propietarios no estaban preparados para manejarlas. La producción de alimentos entonces colapsó, obligando a hacer importaciones en gran escala. El ingreso que podía ser pechado con impuestos se derrumbó, lo que obligó a Mugabe a imprimir moneda para financiar al gobierno. Vino luego la hiperinflación. De este modo, un país cuya economía había sido de las más exitosas en ese continente comenzó a ser destruida.
¿Le resulta familiar al lector venezolano esa deriva desastrosa?
Venezuela está viviendo dolorosamente y como nunca la maldición del populismo económico. Expropiaciones y estatizaciones a granel, repartición de tierras y cerco al sector privado. ¿Y el resultado?
“Agricultura de puertos”, enormes importaciones, crisis cambiaria, empresas estatales quebradas, fundos agrícolas destruidos, descalabro en las empresas expropiadas, aumento desmedido de la deuda externa, inflación por encima del 50% y en subida.
Y por lo visto, pareciera que quienes nos gobiernan no tienen la menor intención de cambiar el rumbo. Vamos de manera inexorable al desastre económico. El populismo económico nos está devorando.
Greenspan no se equivoca en la caracterización del neopopulismo latinoamericano.
Que venga a contárnoslo a los venezolanos, que lo padecemos en carne propia en su versión más salvaje.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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