El país que queremos
Leandro Area
No hablemos de perfecciones que no estamos para exquisiteces. Nada es eterno. Dios, las barberías, plazas y heladerías tal vez, pero lo demás es semáforo; incluso y sobre todo, los gobiernos. Menos mal que gozamos de tal precariedad. Allí pienso, radica nuestra ilusión de felicidad y calidad de vida. Eso es la libertad: autoridad, capacidad y suerte para construir un camino a voluntad. Pero la libertad no es fácil, no sólo por el peso de responsabilidad que ella ejerce sino también porque entre lo individual y lo colectivo existe una tensión que hace que a veces se contraríen lo público con lo privado, pues el logro de lo uno reposa en la invasión del otro. Y para bien o para mal, uno no vive en soledad sino en sociedad aunque a veces se parezcan tanto.
Para colmo agreguemos al Estado, al gobierno, a las instituciones, al derecho, a la economía, y tendremos un coctél complejo de elementos que las más de las veces provocan un malestar generalizado en sociedades e individuos, que no sabemos ni queremos, pero tenemos que ingerir como cicuta. Porque con el transcurrir de la Señora Historia se han producido una serie de eventos que han trastocado la lógica del supuesto deber ser convertido en bochornosa realidad. Individuos solitarios y pragmatizados, sociedades incómodas y en tensión, Estados poderosos y excesivos, gobiernos pretensiosos y guapetones, riqueza bofetada y lejana; corrupción por lo tanto; el cuarto poder de minifalda en medio de una larga autopista. Y así.
Por ello es importante ubicar al país en el que nos ha tocado vivir dentro de un plano comprensivo. Pienso que existen tres tipos distintos de sociedades: las propositivas, las incómodas y las excluyentes, a ellas se corresponden formas de gobierno: el justo, el democrático y el totalitario. También tres tipos de instituciones: las independientes, las ineficaces y las controladas. Sugiero además tres maneras de comportamiento individual: pro-activo, manso y sumiso, y tres maneras de funcionamiento de la economía: prósperas, controladas y deprimidas.
Las que ocupan la primera fila, es decir, sociedades propositivas, con gobiernos justos, instituciones independientes, individuos pro-activos y economías prósperas, corresponden a las sociedades con mayor calidad de vida, no siempre las más cultas, sensibles y felices, pero en todo caso sí, en las que hay mayores posibilidades de ascenso y desarrollo social. Las que ocupan la segunda fila, a saber, las incómodas, pseudo democráticas, ineficaces y mansas, representan la gran mayoría de las sociedades actuales. Su destino depende más de sus gobiernos que de los individuos e instituciones. La tercera fila está conformada por aquel grupo de naciones con sociedades excluyentes, gobiernos totalitarios, instituciones controladas, individuos sumisos y economías deprimidas. Este último es el caso de Venezuela. Decida usted el 8 de diciembre por el país en el que quiere vivir.
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