martes, 29 de octubre de 2013

EL VENDEDOR DE SACUDONES


            Luis García Mora

Maduro vende continua y reiterativamente un sacudón en su discurso, como si inconscientemente no quisiera estar ahí. Maduro “matriza” su salida. Y esto, en el discurso de un Presidente de la República, genera una ola desestabilizante que termina, primero, convocando e induciendo al desorden; y, en segundo término, sugiere que actúa sin medir las consecuencias de sus actos.
Por ejemplo: hace unas noches, de manera insólita, anunciaba la juramentación de un “Comando Anti-Golpe Nacional”, que estipularía el orden público en caso de “un golpe”.
Todo lo advierte, todo lo proclama, todo lo publica en esta especie de gobierno nominalista (groseramente manipulador).
Y apunta hacia todos lados.
Como esto del gran Viceministerio para la Suprema Felicidad Social, a imitación de las más despreciables dictaduras africanas de Mugabe o Idi Amín Dadá. O ese macabro y facho Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (CESPPA), sin pie alguno en la Constitución y de la más profunda raigambre gorilista y videlista sureña.
Asegura, presagia, adivina y predice un golpe. ¿Entonces? ¿A qué atenerse?
Él es el Presidente de la República y nosotros somos sus gobernados.
¿Qué debemos hacer según él? ¿Salir a la calle a defender la Suprema Felicidad y olvidarnos de la crisis?
¿Sabe él cuáles son los problemas de los ciudadanos? ¿Cuándo los va a enfrentar?
No, poeta. Las cosas son y están demasiado duras. Es roca lo que se palpa en las calles de esta Venezuela autoritaria.
Uno no puede dejar de sentir un profundo asombro ante la compleja situación que le toca presenciar. Cifras, datos, encuestas y los últimos focus groups apuntan todos a una toma de decisiones urgente e inevitable ante tantas necesidades represadas que presionan las compuertas del 8-D y pugnan por alcanzar de una vez ese tan temido 2014.
Es el diagnóstico general: la actual situación está soportada por hilos.
Ahora bien, ¿esto es cierto o falso?
Si se analizan los números de las últimas encuestas de septiembre, como dirían Seijas, Keller o León, se evidencia la fractura entre el chavismo light y el duro. Por encima del 60% de las alcaldías gubernamentales se pueden perder. Es decir: para el 8-D se espera una debacle electoral. O como dice el taxista volteando a mirarme: “una pela con una chola de goma mojada”.
Y todo está referido a la situación interna del chavismo, que es un verdadero polvorín. No se toman decisiones urgentes en materia económica porque las pugnas internas y el caos se los impide.
Todo está orientado a la política inmediata. Es la hora miope de los cerebros tácticos.
“El consenso es que Maduro no funciona y todo puede precipitarse”, me dicen. Y Maduro, se ve, trata de aproximarse al sector militar aunque, piensa uno, con demasiada torpeza.
Hay una dinámica, según explicaba una voz supuestamente enterada, de acción y reacción donde los militares están cada vez más descontentos con él. De ahí que trate reiterativamente de esgrimir una militarización simbólica y exagerada de su personalidad y de su propia imagen pública. Es más: hay en este último Maduro una adhesión casi incondicional a la imagen militar, muy postiza, muy forzada, pero cierta. ¿Para protegerse? ¿De qué?
Observando los números, nos damos cuenta de que estamos en el estatus económico de 2002, pero con las cifras negativas, peores aún, y con precios del petróleo más altos. Y entonces el comentario: “el Estado está paralizado. La inflación crece todos los días. El que vende hoy, mañana no puede reponer. La escasez ya es estructural. Y todo es consecuencia de la incapacidad de cohesionar, de dar viabilidad. Y de pensar. No funciona el BCV ni Finanzas. Giordani es un pterodáctilo. Y Maduro no articula bien: no puede ni hablar”.
La emocionalidad social (según las encuestas) está en los mismos niveles de febrero del año 1992, cuando Chávez dio el golpe de Estado. Por primera vez en estos quince años el venezolano comienza a sentir que su situación personal está peor que la situación del país. Y eso, todo eso, amigo lector, es una bomba de tiempo.
El discurso del poder está disociado por completo de lo que está sintiendo y padeciendo el ciudadano. Como dicen: El Presidente le habla a su sombra. No tiene el pulso del dolor nacional. Y le dicen que importando juguetes y arbolitos de navidad para diciembre pasará este chaparrón. Y él va e importa juguetes y arbolitos de navidad. Por otra parte, está totalmente desconectado con un discurso ideológico casi infantil y, como dice Dieterich, con una oratoria pseudo-clerical y a veces casi angélica, para adentro, que obedece a la guerra interna, pero no a lo que está pasando en el país.
Ya se quemaron las reservas estratégicas alimentarias (que normalmente alcanzan a cubrir tres meses de seguridad). El estado improductivo no tiene con qué, y depende de los barcos.
Un país que vive en el muelle.
Y todo esto mezclado, amigo lector, entre tanta maleza y bananas, ¿no es un coctel Molotov? ¿Una bomba que hace tic-tac?
Cráteres
- Gobierno adentro, la lucha por el poder aún no ha sido resuelta. Hay quien dice que en uno de los viajes de Diosdado al exterior Maduro, Jaua y El Aissami le vaciaron las alforjas de alcaldes que ya tenía amarrada a unas primarias del PSUV para escoger los candidatos e hicieron nombramientos a dedo.
- Hay una necesidad real que está creciendo. En las encuestas el sector de No sabe / No contesta (o a quienes casi nunca les importa nada esto de la política) es hoy un tercio del país. Similar a los años ochenta y noventa, cuando el estallido social del 27-F de 1989 y los dos intentos de golpe de Estado de 1992. Como me dice un dirigente político: “Fueron los que escribieron en las paredes durante los noventa Golpe ya”. Un feeling que atemoriza, que muestra la insatisfacción política y la frustración económica. Y las instituciones no responden. Quizá tenga razón el rector del CNE Vicente Díaz al asegurar que “La factura la puede terminar pagando la clase política en su conjunto, si no se salen de la peleadera empinándose sobre las diferencias”.
- Pregunto con quien pregunta: ¿qué motiva a Nicolás Maduro a militarizar el Gobierno?

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