¿EL FIN DEL POPULISMO EN AMERICA LATINA?
Rodrigo Pardo
BOGOTÁ – En 2005, durante la cuarta Cumbre de las Américas, el anfitrión Néstor Kirchner, junto con el presidente venezolano Hugo Chávez, le arruinaron a George W. Bush su proyecto de una gran zona de comercio continental. Cuando los gobernantes latinoamericanos se vuelvan a encontrar, en Panamá, el 17 y 18 de Octubre, su actitud será, sin duda, menos hostil. La idea de crear una zona de libre comercio ya no está en la agenda pero aún así no será fácil lograr un buen entendimiento regional.
América Latina durante la primera década de este siglo fue un terreno fértil para el neopopulismo de izquierda, especialmente en los ocho países de la Alianza Bolivariana para las Américas, ALBA. Los mandatarios del ALBA optaron por modelos de gobierno caracterizados por la retórica anti imperialista, un modelo económico de alto gasto estatal, desconfianza en el libre comercio y tentaciones estatistas, y un tipo de liderazgo híper presidencialista y caudillista, proclive a la reelección y sin reatos para obstaculizar las garantías de la oposición y la libertad de prensa.
Hoy, con Chávez y Néstor Kirchner ausentes, el auge del populismo de izquierda ha perdido impulso.
El sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, carece de influencia en los asuntos externos. El sucesor de Kirchner, su esposa Cristina, recientemente sufrió una dura derrota en las elecciones primarias de su partido peronista que debilitó sus opciones para las elecciones parlamentarias a fin de mes, y su autoridad para los dos años que le quedan en el poder. Su salud no la ayuda: acaban de removerle un hematoma en su cerebro.
Ninguno de los gobernantes de tendencia izquierdista –Rafael Correa, de Ecuador; Evo Morales, de Bolivia; Daniel Ortega, de Nicaragua y Cristina Kirchner, de Argentina- tienen condiciones personales ni peso geopolítico para llenar el vacío que dejó Chávez.
Más aún, las condiciones económicas más débiles, en la región y en el plano global, limitarán las posibilidades para planes de gasto como los que deserían las masas. Después de una década de crecimiento histórico por los altos precios internacionales del petróleo y los minerales, y flujos de capital, el aumento promedio del PIB, pasó al 5%, en los años del boom, a 3.6% en 2012. y otras exportaciones. El ex economista en jefe del Banco Mundial, Guillermo Perry, dice que “la fiesta se acabó”.
La recuperación de la economía estadounidense podría desviar hacia el norte algunos flujos de inversión, y la desaceleración de la China afectaría los precios de las exportaciones latinoamericanas. El modelo de alto gasto estatal no financiado con ahorro interno cada día será menos viable.
El declive de la izquierda populista, sin embargo, no significa un regreso del péndulo a la derecha partidaria del libre mercado. En los próximos 14 meses, serán elegidos nuevos gobiernos en ocho países latinoamericanos, comenzando con la muy probable victoria de la candidata de izquierda Michel Bachelet en la elección presidencial de Chile. Las encuestas muestran que las opciones de centro izquierda llevan ventaja sobre las candidaturas de derecha en la mayoría de las campañas electorales en la región.
Tampoco será factible un regreso de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina a una luna de miel tipo Guerra Fría. Los gobiernos de la región están decepcionados por la incapacidad de Barack Obama para sacar adelante una ley de migración para legalizar a 11 millones de indocumentados, muchos de ellos provenientes de América Latina. Mientras tanto, la presidenta del Brasil, Dilma Roussef, canceló una visita de Estado a Washington como protesta por la revelación de que la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos) espiaba a los altos círculos del poder brasilero, incluída la jefe del Estado.
Los cada vez más audaces esfuerzos por cambiar la política anti-drogas (la marihuana fue legalizada en julio pasado en Uruguay) hacen inviable la convergencia en torno a la prohibición que Washington impulsó desde los años sesenta.
Las políticas públicas no están girando hacia el neoliberalismo. El año 2013 será recordado como un despertar de movimientos de protesta social en Brasil, Chile, México y Colombia que, si bien no respondieron exactamente a las mismas causas, hicieron visible la inconformidad derivada de la falta de soluciones a las dolencias de las clases medias y campesinas. Como resultado de las protestas, en Brasil y Colombia los presidentes Dilma Roussef y Juan Manuel Santos, cayeron estruendosamente en las encuesta de opinión y así quedaron en peligro sus hasta entonces casi seguras reelecciones en 2014. El ambiente político en estos países no será el más fértil para la disciplina fiscal ni para la ortodoxia neoliberal.
El regreso al neoliberalismo económico y a una política exterior de alineación con Estados Unidos no es viable. Pero los conservadores de la región pueden tener un consuelo: que la demagogia socialista de Chávez ha perdido fuerza y simpatía.
PROJECT SYNDICATE
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