MARUJA TARRE
EL UNIVERSAL
En alguna parte leí que Maduro tiene una personalidad narcisista. Se siente el centro del mundo y por eso está convencido que ese mundo conspira contra él. El Imperio, la derecha, Noriega, Otto Reich, Ban Ki-moon, la compañía Air Bus, la oposición, Posada Carriles y nuevamente Otto Reich y Noriega. ¡Todos lo quieren matar! Nueva York se paralizaría, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) temblaría debido a los complots que existen en su contra.
Sin ser siquiatra, tengo una visión distinta del asunto. Me da la impresión que el pobre hombre, cuya capacidad mental ya conocemos todos los venezolanos, vive aterrorizado. Tiene un entorno antillano, heredado del difunto, que le cuenta sin cesar las 7.565 maneras que empleó el Imperio para atentar contra Castro.
Luego le recuerdan los 853 magnicidios frustrados en contra de Chávez y le aseguran que solo ellos lo pueden proteger. Los venezolanos malagradecidos no lo apreciamos, no votamos por él, no queremos reconocerlo.
Por eso Maduro viaja en avión cubano, con seguridad y médicos cubanos. Lleva especialistas en alimentos por si alguien piensa envenenarlo. Un epidemiólogo para que no le inoculen algún virus extraño, un estilista para que nadie se le acerque con una navaja o tijera. Me imagino los relatos terroríficos que le contaron cuando pasó horas con ellos, preso en un avión.
Llega a Caracas y lo convencen que los diplomáticos norteamericanos están llevando a cabo una misión tan secreta que, para disimular, publican fotos de ellos y sus cómplices en todos los periódicos. ¡Pobre Maduro! ¿Cómo hacemos para rescatarlo?
maruja.tarre@gmail.com
maru1789qyahoo.com
Sin ser siquiatra, tengo una visión distinta del asunto. Me da la impresión que el pobre hombre, cuya capacidad mental ya conocemos todos los venezolanos, vive aterrorizado. Tiene un entorno antillano, heredado del difunto, que le cuenta sin cesar las 7.565 maneras que empleó el Imperio para atentar contra Castro.
Luego le recuerdan los 853 magnicidios frustrados en contra de Chávez y le aseguran que solo ellos lo pueden proteger. Los venezolanos malagradecidos no lo apreciamos, no votamos por él, no queremos reconocerlo.
Por eso Maduro viaja en avión cubano, con seguridad y médicos cubanos. Lleva especialistas en alimentos por si alguien piensa envenenarlo. Un epidemiólogo para que no le inoculen algún virus extraño, un estilista para que nadie se le acerque con una navaja o tijera. Me imagino los relatos terroríficos que le contaron cuando pasó horas con ellos, preso en un avión.
Llega a Caracas y lo convencen que los diplomáticos norteamericanos están llevando a cabo una misión tan secreta que, para disimular, publican fotos de ellos y sus cómplices en todos los periódicos. ¡Pobre Maduro! ¿Cómo hacemos para rescatarlo?
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