Rousseff tira del apoyo de sus bases mientras Silva baja en los sondeos
ANTONIO JIMENEZ BARCA
EL PAIS
Lula, con la voz rota por la ronquera, echa uno de sus encendidos discursos y consigue –otra vez- galvanizar al público. Después anuncia a la presidenta Dilma Rousseff, que también con la voz de lija, enardece aún más a los asistentes. Uno de ellos, Sergio Cutme, un profesor de primaria, recuerda que las encuestas les son cada vez más favorables. Y, según él, la tendencia va a seguir así. Es cierto. Dos sondeos simultáneos, hechos públicos hoy, dan por sentado que el final de la campaña está siendo de Rousseff.
Tanto el instituto de Datafolha como el Ibope, los dos más importantes de Brasil, coinciden: la presidenta brasileña ha abierto hueco entre ella y Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB), que pierde apoyos a borbotones a pocos días ya del decisivo primer turno, que se celebra el domingo. Según Datafolha, Rousseff, que a principios de septiembre iba empatada con Marina Silva, ahora encabeza con claridad la elección con 15 puntos de ventaja: 40 por parte suya y 25 por parte de Silva. El tercer candidato, el más conservador Aécio Neves, que a principio de septiembre parecía descartado, remonta y, de seguir la trayectoria, podría incluso superar a Silva, a medida que sube algunos puntos mientras su rival del PSB cae.
Según Datafolha, Rousseff, que a principios de septiembre iba empatada con Marina Silva, ahora encabeza con claridad la elección con 15 puntos de ventaja
Rousseff, en el mitin, no habla mucho de encuestas. Tampoco de la bolsa, que se hundió el lunes, cuando los mercados comenzaron a dar por sentado que la presidenta es la favorita. Prefiere, tal y como ha llevado haciendo durante todo el mes de septiembre, arrogarse como la única capaz de salvaguardar las, a su juicio, conquistas que el PT ha llevado a cabo en los últimos doces años, con su gobierno y los de Lula. “¿Quién tiene la experiencia y el poder para mantener todo eso? ¿Quién sacó de la pobreza a 36 millones de brasileños?”. La gente grita y asiente. Después, Rousseff añade, considerando suyo el entorno: “Este es un lugar especial para nosotros”. Los alrededores de la Avenida Silva Samelo, en la interminable periferia sur de São Paulo, conforman un barrio humilde, casi pobre, con poca iluminación en las calles. Minutos antes, por las calles marchaban familias enteras en formación, grupos de amigos y compañeros de fábrica: la gente de toda la vida del PT dirigiéndose al mitin de toda la vida.
El acto que trajo hoy a São Paulo a Marina Silva fue diferente: un local cerrado, bien iluminado: dos centenares de seguidores sentados en torno a dos sillas, la de la candidata Marina Silva y su vicepresidente Beto Albuquerque. Por ahí desfilaron, apoyando a la candidatura, representantes de los pueblos indígenas, de los colectivos gays, de las asociaciones de mujeres, sociólogos, escritores, artistas, vendedores, empresarios, estudiantes, sindicalistas… Silva, cuando empuñó el micrófono, lo explicó: “No se trata de hacer política para las personas, sino con las personas”. Y luego añadió: “Esto es la fiesta de la diversidad”, deslizando su intención: su candidatura se dirige a un espectro de población más amplio que el del PT, centrado en sus votantes más humildes.
Después, eso sí, Silva alzó la voz y denunció, casi al borde de las lágrimas, los juicios que según ella desde el PT lanzan contra ella y contra su capacidad para gobernar. “Dicen que Marina es soñadora, que eso no sirve para ser presidenta. Yo les digo que la materia prima más concreta de la política son los sueños”. Sus palabras, sin embargo, no parecen impactar a los electores por ahora. Si antes estaba empatada en una eventual segunda vuelta con Rousseff, ahora las encuestas la presentan por detrás de la presidenta. Prueba que lo que vale son los mítines de toda la vida.
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