Los pueblos nos parecemos
GERARDO BLYDE
Por qué la oposición no crece al mismo ritmo que decrece la popularidad del gobierno? En cada encuesta se lee que el gobierno, afectado por la crisis económica que ha producido la desvalorización de nuestra moneda y el desabastecimiento de cuanto insumo requiere el pueblo, está seriamente afectado en su popularidad. Sin embargo, los mismos estudios también revelan que ese descontento no se va al sector opositor en la misma proporción en que pierde popularidad. Lo que crece es un sector que busca una cosa distinta al gobierno y a la oposición en su conjunto.
En la mal denominada cuarta república operaba el voto castigo en un sistema dominado por dos partidos políticos, AD y Copei. Cuando el pueblo venezolano sintió los fortísimos efectos de la crisis económica y no vio en el sistema bipartidista la posibilidad de solventar su realidad diaria, surgió la necesidad de un cambio, que se expresó en El Caracazo y luego en un movimiento militar -liderado por Chávez- que se alzó contra el orden constitucional. A los años se posicionó como una tercera vía que capitalizó ese descontento. Chávez -ya en libertad- utilizó el sistema democrático para acceder al poder pero con un discurso antisistema y, sobre todo, de ruptura con el poder existente. Logró capitalizar los descontentos de los sectores populares e incluso de vastos sectores de la clase media. Ya en el poder, su giro al socialismo, su cercanía a Fidel, sus acciones expropiatorias y su discurso, le hicieron perder el apoyo de esos sectores medios.
Podemos
Todos los pueblos nos parecemos más de lo que parece. Desde enero de este año ha surgido en España el partido Podemos, como una fuerza política distinta a los dos partidos tradicionales que se han alternado el poder durante la democracia española. Aun cuando el Partido Popular (actualmente gobernante) y el Partido Socialista Obrero Español siguen siendo inmensas estructuras que ocupan los principales escenarios de poder, representan para muchos el pasado al que grandes masas de ciudadanos españoles culpan de la profunda crisis económica que ya llevan algún tiempo viviendo. Pese a que Rajoy se esfuerza por demostrar la efectividad de las medidas económicas que ha tomado para corregir la economía, el proceso de recuperación es lento y la desesperación de muchos no tiene la paciencia para aguardar a que las cosas cambien. Los desalojos masivos, la cantidad inmensa de desempleados, la creciente aparición de casos de corrupción y, sobre todo, la falta de confianza en un futuro mejor, han hecho que surja esta tercera fuerza.
"Convertir la indignación en cambio político" es el principal lema de Podemos. Encabeza esta organización Pablo Iglesias, un joven bien formado académicamente, irreverente y desenfadado en su manera de aproximarse a la gente. Responde de manera directa y contrasta con los líderes tradicionales que lucen más acartonados. Mezcla en su propuesta ideas socialdemócratas con pensamiento de la izquierda radical. Cada aparición suya en entrevistas televisadas rompe récords de audiencia. Seguramente lo ven tanto los indignados como quienes lo adversan. Se está constituyendo en un fenómeno político. No comparto la mayoría de sus planteamientos. Ya los venezolanos pasamos por eso -aún no hemos salido- y las consecuencias han sido nefastas para nuestra economía y sistema de libertades. Puede que sus aspiraciones prosperen o no; eso se verá a futuro. Lo que me interesa destacar es que las crisis económicas generan descontentos y siempre puede surgir una persona y una fuerza política nueva que capitalice ese descontento ante el hambre de un cambio.
Los descontentos
Hoy el gobierno venezolano luce desgastado y sin rumbo en materia económica. Ha generado descontentos que pueden llegar a ser "indignados" en un futuro próximo si la crisis se prolonga por más tiempo. Los descontentos han abandonado a Maduro pero en muy baja proporción se han pasado a apoyar a los partidos y liderazgos de oposición. Durante los últimos 15 años todo el poder comunicacional y discursivo del gobierno ha estado dirigido a señalar a la oposición como el pasado y los defensores del status quo. Esto ha tenido sin duda sus efectos. Para que la oposición sea vista como el cambio, debe deslastrarse de esas etiquetas muy bien implantadas que le pone a diario el gobierno (que es hoy en día el verdadero status quo). Debe ser irreverente, fresca y con visión de futuro. Debe romper los moldes tradicionales de hacer política. El gobierno se aburguesó en el ejercicio del poder. Hay que voltear la tortilla en la percepción popular o puede surgir un tercero que, a mediano plazo, termine desplazando tanto al gobierno del poder, como a la oposición de su aspiración de constituirse en la alternativa.
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