domingo, 29 de mayo de 2016

DIRIGENTES

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FERNANDO RODRIGUEZ

El gobierno chavista ha sido dominante, extremadamente dominante, del espacio público en casi todos sus ámbitos, y  dentro de éste no tuvo sino una sola voz, la del Comandante, hasta que nos dejó. Y vaya que voz, que lengua, de una energía titánica. Luego el heredero ha tratado de imitarlo con los falsetes y la falta de garbo que el rating le reconoce. Todo ello ha hecho, al lado del poco liderazgo decisorio de la oposición, hasta Henrique Capriles candidato,  que prácticamente, al volver la vista atrás, no nos asalta sino el recuerdo obsesivo de las interminables horas en que Chávez hablaba de  cuanto ignoraba, insultaba a todo Cristo y le dedicaba interminables peroratas a las anécdotas de su insulsa vida de cuartel. “Es posible reunir un considerable número de gente por amor, siempre que haya otra gente dejada fuera para recibir su agresividad”, decía Freud sobre el narcisismo. Y  bien esos espectáculos fueron celebrados a rabiar por grupos presenciales sonreídos o embelesados que aplaudían a cada instante, llamados “focas” por el ingenio local, y que podían soportar rígidos horas y horas. Millones miraban la TV complacidos con el show. Millones padecían y odiaban.
Tanto fue así que uno desconocía hasta las voces de los ministros y, por supuesto, los matices de su pensar (si los hubiese) y sus rasgos caracteriales. Uno se sorprendía cuando algún conocedor te decía: fulano no es tan lerdo, o sí lo es.
El verbo del gobierno de Maduro  está unos centímetros más diversificado. Con Cabello persiguiéndolo, con su jerga maciza y orillera,  para asegurarse al menos el subcampeonato. Y algunos que aparecen y desaparecen como el ministros del interior que habla un idioma similar al castellano, Jorge Rodríguez mentiroso como él solo, Aristóbulo que resultó mucho más obtuso que lo esperado o recordado. Cierta expectativa ha despertado el Defensor del Pueblo que algunas cosas se le entienden, algunas. Pocas novedades. En fin esperamos que los futuros mandatarios  opten por la brevedad y la síntesis.
Pero la oposición que es la que interesa parece que pudiese mejorar mucho su vocerío. Si los partidos que componen la MUD avanzan lenta, muy lentamente, en la emergencia del montón de diputados del 6d da la impresión de que hay un contingente apreciable de nuevas y dotadas voces que podrían ayudar a ampliar, por fin, los políticos parlantes en el país. Está, claro, Capriles que quizás está hablando demasiado, pero casi siempre bien. Y Ramos que es un campeador. Y Chúo que habla y pega directos. Y hay esas voces relativamente nuevas que se han hecho oír y que uno quisiera que se mantuviesen en la palestra.. Por cierto que Ledezma, por razones obvias, y López, por razones menos obvias, no se oyen, salvo por familiares interpuestos. María Corina  algo distante también, ella tan vehemente. ¿Dónde anda el doctor Ramón Guillermo?
Se dirá que los medios  incipientes o asediados o  maniatados dan poco juego. Puede ser cierto, aunque han mejorado. Pero de todos modos yo creo que es necesario buscar a como de lugar  multiplicar la palabra. Esa debería ser una ley de la democracia, mientras más se distribuya el verbo, mientras existan más interlocutores, mayor la participación y la plenitud de la libertad. La voz única, valga el contraste, es el Gran Hermano. Un par de ejemplos, para no abundar: la manera valiente, inteligente y diáfana en que Américo de Grazia ha llevado la masacre espantosa de Tumeremo y todas sus enormes implicaciones. O la forma certera en que el diputado Luis Florido está conduciendo algunos asuntos de la política internacional de la Asamblea.
Y por supuesto no solo se trata de políticos profesionales. Necesitamos la sonora presencia del Foro Penal Venezolano, el Observatorio Venezolano de la Violencia, las universidades, Provea,  el periodismo de investigación que comienza a dar jugosos frutos, etc.
Si cuesta hacer crecer los partidos y la participación desde abajo, hagámoslo por ahora desde arriba. Necesitamos muchas cabezas en acción, y con derecho de palabra. Dirigentes diligentes. Líderes, nunca más.

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