Emilio Nouel V.
Hace poco lo pedimos, ahora de nuevo lo hacemos con más intensidad y justificación.
La angustiosa y grave situación que estamos viviendo los venezolanos está llegando a límites espantosos.
Basta pasearse por el país para constatar la debacle en que nos hundió un gobierno incapaz, calamitoso y corrompido.
El drama diario de los ciudadanos de todas las clases sociales sobrecoge a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad. Ver las cada vez más largas y humillantes colas para comprar apenas dos o tres artículos subsidiados, es deprimente, es un golpe duro a la autoestima nacional. No solo es el interior, Puerto La Cruz, San Felipe, Valencia o Maracaibo, ha caído también Caracas en esta ampliada penuria.
Oír a una abuela de clase media decir entristecida que en sus 80 años nunca le faltó la leche para el café de la mañana como le está ocurriendo ahora, conmueve, y nos parte el corazón.
Soy de los convencidos de que de esta hecatombe social hay que salir de la forma más pacífica y utilizando, con todos su defectos e insuficiencias, los mecanismos constitucionales que tenemos. No apuesto a la violencia, ni comparto la opinión disparatada de algunos que no ven otra salida sino mediando muchos muertos.
También reconozco que sólo avanzaremos hacia la recuperación de las libertades con dialogo y acuerdos entre los sectores más sensatos y razonables de las fuerzas enfrentadas.
No obstante, por otro lado, siento que el tiempo para ese arreglo posible se acorta. La paciencia que he pedido muchas veces en los sitios en que puedo expresar mis ideas, se está agotando. La desesperación y la rabia se han multiplicado; en los opositores y en los que votaban por el gobierno. Un repudio parejo atraviesa el país de punta a punta de cara a una clase que se niega a contarse, a enfrentar el veredicto popular, porque sabe que saldrá derrotada irremisiblemente.
¿Por qué no ahorrarle al país más hambre, aflicciones y dolor? ¿Por qué no dar paso a un gobierno distinto que abra cauces a la recuperación económica? ¿Por qué no ponerse de lado y dejar que otros con una visión diferente nos saquen de este marasmo social que obstaculiza el cambio hacia la prosperidad compartida por todos?
El gobierno militar-militarista que encabeza Maduro debe irse, no ofrece soluciones, ni está capacitado para ello. Fracasó en todos los ámbitos. Ha destruido a pequeños, medianos y grandes empresarios. Quebró desde kioskos de periódicos y chucherías, pasando por clínicas, droguerías y licorerías, hasta librerías y hoteles. Ha arrasado con todo. Muy pocos lo quieren, el clamor exigiendo su partida abarca el territorio nacional.
La oposición democrática ha planteado soluciones constitucionales, democráticas y pacificas, y sólo ha encontrado estorbos de parte de un poder ejecutivo delirante y suicida, que se empeña en desconocer la realidad. Hoy la Unidad ostenta la amplia legitimidad que le confirió mayoritariamente el pueblo el 6D, y el gobierno pretende ignorarla utilizando un tribunal supremo deshonroso y repugnante, para quien la Constitución es letra muerta.
Un favor enorme nos haría Maduro yéndose de una vez. No es descabellado pensar que él, en su fuero interno, quiera hacerlo, pero es posible que no lo dejen.
Ya que no quiere someterse al dictamen popular y busca enredar el revocatorio que 7 de cada 10 venezolanos quiere ¿por qué no agarra sus macundales y de una buena vez se larga?
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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