domingo, 16 de julio de 2017

AQUI VA A PASAR ALGO

Raul Fuentes

Escribo estas líneas un miércoles –día, por travieso, de asueto para los oráculos– con holgada anticipación a este domingo 16 de julio, fecha señalada para ser recordada con ribetes épicos, cuya índole, trágica o festiva, dependerá de la intransigencia o tolerancia de una administración incapaz de comprender que la contestación en su contra no tiene vuelta atrás. ¿Qué puede ocurrir hoy? Sinceramente, no creo que alguien lo sepa con certeza y no quisiera, aunque me tienta tal posibilidad, fungir de heraldo de esperanzados triunfalismos. Menos aún me apetece oficiar de profeta del desastre; un azaroso desencanto sería doloroso. Por ello, quizás convenga ver los toros desde la barrera, mientras deshojamos la margarita de la incertidumbre; o nos referimos, para distraer al lector, a la sivergüenzura de Maikel Moreno –Mujiquita con prontuario y antecedentes penales devenido en lacayo judicial del régimen– al hacer de Katherine Haringhton troyana yegua del estado mayor de la dictadura a objeto de pervertir el funcionamiento del Ministerio Público y adecuar sus actuaciones a los caprichos de la camarilla roja y verde oliva que ve en Luisa Ortega no una contrariedad pasajera, sino un serio tropiezo en el camino a la consumación de su proyecto de dominación ad æternum. También podría ser motivo de solaz la falta de glamour de la Haringhton y su rocambolesca intrusión en la sede de la Fiscalía; falta de glamour que, por lo visto, es denominador común de funcionarias socialistas que compensan su escasa gracia y excesivo mal gusto con truculencias machorras, y aparatosas irrupciones donde su presencia no es grata ni requerida, que harían ruborizar al contorsionista del derecho, versión Botero de Laureano Vallenilla junior, que aboga, ¡vaya disparate!, porque el concilio comunero en ciernes del que, se dice, es principalísimo animador, considere la nacionalización de las empresas que operan en la faja del Orinoco, sin importar que carezcamos de su know how y tecnología.
Podríamos enhebrar un retahíla de asombros con los inusitados eventos previos a la convocatoria hecha por la dirigencia opositora a fin de someter a consulta popular la (im)pertinencia del fraude continuista, comenzado por la estúpida y gratuita imprecación de Maduro al presidente Santos, producto de su descomunal, vaya Cantinflas por delante, exceso de falta de ignorancia de la historia de nuestros países, pasando por el simulacro electorero, ¡nosotros también!, de cara a la prostituyente –una provocación que presagia violencia de parte de los patibularios colectivos bolivarianos y el hampa uniformada–, y concluyendo, en modo alguno definitivamente, con el traslado al presidio domiciliario de Leopoldo López –medida que ha exacerbado la rumorología especulativa y dado pie a la formulación de extravagantes teorías de la conspiración–, con la deliberada intención, presumo, de colocarlo en el limbo en el que se encuentra confinado (y a ratos olvidado) Antonio Ledezma y, de paso, hacer caer sobre la fiscal Ortega todo el peso de su condena, agregando así elementos de juicio para su defenestración, más cuando se dispone a destapar la olla mondonguera de Odebrecht.
De seguir adicionando cuentas a este rosario, corremos el riesgo de extraviarnos en un laberinto de supuestos y agotar este espacio sin responder a las interrogantes que suscita la consulta soberana pautada para hoy; pero, la verdad, difícilmente alguien se atreva a vaticinar, más allá del previsible sabotaje y los intentos de intimidación, hasta dónde están dispuestos a llegar los operadores políticos y el aparato represivo nicochavista para impedir que las mayorías refrenden, con un contundente triple sí, la invocación de los artículos 333 y 350 del texto fundacional de la República Bolivariana de Venezuela: “la bicha” que fue la mejor carta magna del mundo mientras hubo cobres para guardar las apariencias y soslayar la ilegalidad de origen y ejercicio de una regencia heredada que no ha sabido ni podido superar su mal hechura. Asimismo, exige demasiado de las artes adivinatorias imaginar cuánto del capital político acumulado en estos tres últimos meses de tenaz  resistencia está dispuesta a arriesgar la oposición en su apuesta por el cambio, ahora que, con las costuras por fuera, sin lana, sin gente y con el agua al cuello, el Ejecutivo –poder usurpado por piratas que confundieron Constitución con patente de corso para arruinar física, moral y económicamente a la nación–, socorrido por su servidumbre electoral, puja por un nuevo relato para “legitimar” el absolutismo e infinitud de su mandato.
Atreverse con un pronóstico sobre la deriva del referéndum auspiciado por la disidencia y el desarrollo e intenciones ocultas del caricaturesco ensayo aupado por la mafia dictatorial es aventurase a meter la pata. Hay una excesiva profusión de imponderables a tener presentes; mucho ojalá y demasiados síes condicionales cargados de pensamientos ilusorios, de deseos que no empreñan y descuadran el horizonte y enturbian el entendimiento. Con tantas variables, ¿quién logra despejar las incógnitas de una ecuación tan compleja que a lo mejor admite diversos y contradictorios resultados? Lo único que podemos afirmar con convicción es que hoy, día de la Virgen del Carmen y del policía, ¡cuidado con la cartera!, más de un ciudadano debe haber despertado con el pálpito de que aquí algo grande ha de acaecer: los optimistas acaso presientan que la adhesión masiva a la desobediencia civil forzará al dictaduro y sus compinches a frenar su delirante carrera contra la modernidad; los pesimistas tal vez auguren una contienda con visos de guerra civil, en la que, para infortunio de la ciudadanía, una facinerosa minoría bien armada y apertrechada no vacilaría en convertir el país en campo de exterminio antes de entregar el poder. Hay advertencias, ¿buche y pluma, no más?, que avalan el agorero presagio: Maduro, tonante Júpiter de pacotilla –“Lo que no se pudo conseguir con los votos, lo haríamos con las armas”–, Adán Chávez, ¿para defender el honor de familia? –“Si tenemos que tomar las armas lo haremos”– y Arias Cárdenas, procurando retomar el swing perdido –“Agarren los fusiles y vamos a enfrentarnos”– han coincidido en infelices bravatas que no consiguen acobardar a una población curada de espantos. Es posible que lo que está por suceder es que nada acontezca, y, como en cierto relato macondiano, se produzcan deserciones preventivas y quema de naves a lo Cortés; no faltará quien, al borde de un ataque de nervios, chille: ¡Les dije que hoy aquí iba a pasar algo!

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