sábado, 22 de julio de 2017

RELATO DE UN ESTADO COMUNAL FALLIDO

HECTOR SILVA MICHELENA

Cuando Chávez se inscribió en el CNE (11/07/12) presentó su propuesta para la gestión bolivariana socialista 2013-2019. Allí ratificó su propósito de impulsar la creación de un Estado comunal, con base en el poder de la comuna popular. Se trazó el objetivo de conformar unas 3.000 comunas socialistas en 7 años que agruparían a 39.000 consejos comunales donde harían vida 4.680.000 familias, lo que representa 21.060.000 ciudadanos. Es decir, que en el año 2019 cerca de 68% de los venezolanos habría de vivir en sus sistemas de agregación de comunas.
¿Cuántas comunas hay hasta el presente? Según el portal Aporrea.com, para el 9 de septiembre de 2013, a las 5:30 de la tarde, se habían registrado 1.150 comunas, 31.670 consejos comunales, 1.032 salas de batalla y 16.000 movimientos sociales en el operativo de Censo de comunas y movimientos sociales. El 29 de enero de 2015, el viceministro Alexis Toledo destacó esa noche que el país contaba con 931 comunas ya formalizadas y 46.000 consejos comunales, de acuerdo con el censo más reciente. Es decir, en 2 años desaparecieron 119 comunas y surgieron 14.000 consejos comunales, según estas fuentes oficiosas. No he podido entrar a la página web del Ministerio de las Comunas para actualizar estas cifras. Así que en menos de 18 meses deberán construirse y registrase 2.000 comunas para alcanzar aquella meta. El número de los consejos comunales, según Toledo, fue superado con creces.
A fines de la primera semana de julio, el PSUV emitió un instructivo “para las asambleas populares para la promoción de la asamblea nacional constituyente”. Cito los principales puntos de la agenda: 1) La ANC crea el Estado comunal. La base del poder es el poder comunal; para elegir, los venezolanos deben ser parte de las comunas, una nueva forma de votar que dará más poder al pueblo. 2) La ANC es la base para enfrentar la guerra económica, con ella vendrá un nuevo modelo de propiedad, la propiedad privada comunal, con participación absoluta del Estado en la inversión privada para controlar desvíos. 3) La ANC logrará la geometría del poder comunal, el poder para los consejos comunales; queda atrás el modelo de alcaldías y gobernaciones corruptas. 4) La ANC velará por los valores bolivarianos de nuestras futuras generaciones, es por ello que el Estado padre será el principal programa de rango constitucional para la educación y formación de los niños, niñas y adolescentes. 5) La ANC establecerá los lineamientos para una adecuada regulación y control de los medios de comunicación, así como el nuevo fenómeno de las redes sociales, en función de lograr una información veraz, ética y sin distorsiones. Nótese la semejanza con las comunas de Mao. Veamos.
El modelo de comunas populares se inspiró en Mao, quien las creó en 1956 y tuvieron un espectacular desarrollo hasta fines de 1960. El comité central anunció, el 31 de diciembre de 1958, que las comunas populares absorbían más de 120 millones de familias, que representaban 99% de los hogares campesinos. Para la época, China tenía 660 millones de habitantes. Contaba con cerca de 3 millones de cafeterías en las que comía 90% de la población rural. Las casa cunas y jardines de infancia albergaban cerca de 5 millones de niños.
Ese mismo año, el líder asiático inició una nueva campaña: el “Gran salto adelante”. Hasta entonces se habían logrado evitar en China los excesos cometidos por el régimen estalinista en la URSS al imponer la colectivización agraria y la nacionalización de la economía urbana. Sin embargo, el “Gran salto adelante” consistió en un atrevido experimento de dimensiones gigantescas tendiente, nada menos, que a lograr la industrialización y el bienestar comunista en unos pocos años. El campesinado fue forzado a integrarse en comunas agrarias de grandes dimensiones (30.000 o más familias). Bajo el lema “caminar sobre dos piernas” la directriz indicaba que los comuneros debían producir hierro en instalaciones artesanales, mientras que millones de emigrantes procedentes del medio rural se emplearían en grandes factorías urbanas de tecnología avanzada.
¿Cómo vivían esas familias? Primero, el látigo las obligó a incorporarse a las comunas populares, es decir, el miedo al hambre o la mala y precaria alimentación: durante el verano –días largos y trabajo duro– 625 gramos a cada adulto; en invierno, al disminuir la jornada, 425 gramos. Y además, compelidos a la militarización. El campesino fue así convertido en agricultor y soldado.
El “Gran salto adelante” concluyó en un tremendo fracaso. Entre 1960 y 1962, una sucesión de cosechas malas agravadas por la situación económica provocó una enorme hambruna, probablemente la peor del siglo XX, que costó la vida de 30 millones de habitantes, según las estimaciones. Los dirigentes soviéticos disconformes con la gestión de los dirigentes chinos retiraron en ese momento crucial la ayuda financiera y tecnológica. Este hecho, empeorado por las críticas de Jrushchov a Stalin, que Mao consideraba indirectamente dirigidas a él, llevaron a la ruptura entre los dos gigantes comunistas.
El fracaso del “Gran salto adelante” hizo que Mao fuera relegado a un papel secundario y líderes más moderados, como Liu Shaoqi y Zhou Enlai, pasaran a dirigir el país en 1961. En esos momentos se había consumado un cisma en la dirección del Partido Comunista. Por un lado, los moderados que buscaban un cambio social gradual y desarrollo económico; por otro, los radicales, encabezados por Mao, que querían continuar aplicando drásticos cambios utópicos en la sociedad china. Para Mao, muchos miembros del PCC habían perdido su espíritu revolucionario.
Así, Mao volvió a cobrar protagonismo lanzando una nueva campaña de agitación. Con el apoyo del ejército, liderado por Lin Biao, la operación se dirigió contra la burocracia del partido, acusada de “revisionista”, y, muy especialmente, contra los intelectuales, a los que se tildaba de individualistas y aburguesados. Millones de jóvenes siguieron la llamada de Mao y se agruparon en los Guardias Rojos. Su única ideología era el Libro rojo de Mao, un librito publicado en 1964 que resumía las ideas y, a veces, las ocurrencias del líder. La figura de Mao, el Gran Timonel, empezó a ser objeto de un culto a la personalidad aún más intenso del que recibió Stalin. La Revolución Cultural se hizo presente a mediados de 1966 con el fin de crear un “hombre nuevo”.
Relataré brevemente los enormes desastres y el caos que creados por los guardias rojos y alentados por Mao y la policía, sumergieron a China. Y recordaré aspectos decisivos de sus funestas consecuencias. A diferencia de la anterior gran campaña maoísta, el “Gran salto adelante” –que había tenido como víctimas a los sectores más desfavorecidos del medio rural–, la Revolución Cultural tuvo como víctima a la clase intelectual y dirigente del país. Las acusaciones generalizadas de “actividades contrarrevolucionarias” a técnicos calificados y a profesores universitarios llevaron a una paralización del desarrollo tecnológico y educativo del país. Los exámenes de acceso a la universidad fueron abolidos en 1966 y los programas de estudios se redefinieron para hacer primar la enseñanza de valores ideológicos sobre aquellas materias puramente intelectuales y científicas consideradas “burguesas”. Una generación entera de jóvenes se vio así privada de la posibilidad de una educación superior más allá de la repetición de lemas revolucionarios. Frente a esta crisis de la enseñanza superior, el espíritu maoísta de igualdad tuvo una consecuencia positiva en el aumento de la escolarización primaria y de la alfabetización durante esta época.
La idea maoísta de que la nueva China debía romper con los hábitos feudales del pasado tuvo también consecuencias nefastas para la cultura tradicional china. Jiang Qing y sus colaboradores instaron a los jóvenes a acabar con los llamados “cuatro antiguos”, a veces traducido como “los cuatro viejos”: los usos antiguos, las costumbres antiguas, la cultura antigua y el pensamiento antiguo. La interpretación de cuáles elementos de la sociedad merecían la consideración de antiguos o burgueses quedó, sin embargo, en manos de los propios guardias rojos, quienes ávidos de demostrar su espíritu revolucionario, se embarcaron en una campaña de destrucción de obras de arte, libros, templos y edificios antiguos, a la vez que sometían a humillantes sesiones de autocrítica a intelectuales y a hombres con altos cargos en el partido a los que acusaban de reaccionarios.
Dado que cualquiera que hubiera expresado en su vida pública un interés cultural o artístico hacia cualquier asunto que no fuera la exaltación de la figura de Mao podía ser acusado de reaccionario, no es de extrañar que la inmensa mayoría de los escritores y artistas sufrieran persecuciones durante la Revolución Cultural, y fueron muchos los que resultaron heridos e incluso muertos por la violencia de los guardias rojos. Otros muchos acabaron suicidándose, como el famoso escritor Lao She. Se estima que fueron miles las víctimas mortales de la violencia de esta guardia y más de tres millones de miembros del partido sufrieron las purgas en la cúpula del poder.
En el ámbito de la cultura, además de la destrucción de numerosas obras de arte, la gran Revolución Cultural proletaria afectó también a la religión tradicional china y al sistema de escritura. En lo que respecta a la religión, la mayor parte de los templos budistas y taoístas se cerraron y muchos monjes fueron obligados a seguir programas de reeducación. Otro de los blancos de las iras de los guardias rojos fue el pensamiento del confucianismo, al que se identificaba con la sociedad feudal antigua. Debido a esto, la ciudad natal de Confucio, Qufu, en la provincia de Shandong, padeció los ataques de grupos de guardias rojos que destruyeron gran parte de su patrimonio artístico, que sería restaurado en años recientes.
La educación fue duramente golpeada. La Revolución Cultural llevó al sistema educativo de China a un parón virtual durante un tiempo. En los primeros meses, escuelas y universidades fueron cerradas. Colegios de primaria y secundaria abrieron más tarde gradualmente, pero todos los institutos y universidades estuvieron cerrados hasta 1970, y la mayoría de las universidades no reabrió hasta 1972.​ ​ Los exámenes para entrar en la universidad se cancelaron después de 1966, para ser reemplazados posteriormente por un sistema donde los estudiantes eran recomendados por fábricas, pueblos y unidades militares, mientras que las pruebas de ingreso no fueron restauradas hasta 1977 bajo el mandato de Deng Xiaoping. Según los documentos para perseguir a la “Banda de los cuatro”, 142.000 cuadros del ejército y profesores en los círculos educativos fueron perseguidos, y se mencionan académicos, científicos y educadores que murieron incluyendo a Xiong Qinglai, Jian Bozan, Rao Yutai, Wu Dingliang y Zhao Jiuzhang.​ ​La generación entera de individuos afligidos, precariamente cualificados, es comúnmente denominada en Occidente al igual que en China como la “generación perdida”. China yacía sobre las ruinas de su Estado comunal, el de Mao.

No hay comentarios:

Publicar un comentario