miércoles, 12 de julio de 2017

¿NEGOCIACIÓN?
BERNARD HORANDE
La palabra prohibida en Venezuela. Todos la rechazan. En la oposición es innombrable. En el chavismo le temen. Cada vez que es pronunciada causa estragos.
No es casualidad. Los venezolanos que queremos el regreso de Venezuela a la democracia hace pocos meses asistimos a un llamado diálogo, que obviamente suponía una clase de negociación. Y salimos muy mal parados. El recuerdo no es grato.
En nuestro país se desarrolla un conflicto de alta intensidad, sumamente peligroso. Todos intuimos que puede degenerar en algo mucho más grave.
Los conflictos tradicionalmente se resuelven de cinco formas.
Una es la aplicación de las leyes. Obviamente esta solución ha sido superada. El régimen madurista no respeta ni Constitución ni ley alguna.
Otras dos son la mediación y el arbitraje. Que ya de por sí son formas de negociación. La primera se aplicó a principios de la década del 2000 y recientemente el año pasado. ¿Resultados? Nada positivos. Pudieran retomarse si se llegaran a aplicar debidamente.
La otra es la negociación directa entre las partes en conflicto. ¿Es posible hoy? No pareciera, dada la poca comunicación entre los actores.
Finalmente, existe una forma de resolución de conflictos que se remonta a los tiempos de las cavernas. Una parte simplemente destruye a la otra. La acaba. La convierte en “polvo cósmico” como le gustaba decir al creador de toda esta tragedia que vivimos.
Por supuesto, es obvio que no podemos apostar a esta vía. No somos bárbaros. Para algo ha de servir el proceso de civilización. Por muchas razones, ese no sería el final deseable de nuestro conflicto. Una cosa es que una de las partes pueda imponerse sobre la otra. Distinto es que acabe totalmente con ella.
Lo que nos lleva a pensar que, llegado el momento, que por cierto aclaro no parece ser ahora, tendremos que llegar a algún tipo de negociación entre la parte demócrata y la parte dictatorial, por llamarlas de alguna forma.
Digo que no parece ser ahora, por varias razones. Una es que la parte dictatorial, la que retiene aún el poder institucional de la Presidencia de la República en Venezuela, no parece dispuesta a sentarse a negociar nada. O mejor aun: no parecen, hoy, dispuestos a ceder nada. En el entendido que negociar implica ceder.
Más allá: asumen que pueden ganar el conflicto por las malas. Aplastar al contrario.
De tal forma que, mientras su discurso falso y mentiroso aboga por el “diálogo”, la “paz” y el “amor”, sus intenciones reales son de ganar tiempo para lograr imponerse por la fuerza.
Por otra parte, Maduro y su combo no parecen sentir todavía que los del lado demócrata tengamos algo que ofrecer. Admitamos que esta percepción podría ser cierta. ¿Qué tenemos hoy nosotros para ceder en una mesa de negociación? ¿Acaso a Maduro le duele la muerte de jóvenes venezolanos deseosos de un país digno para vivir y crecer? ¿O los heridos, los detenidos, los torturados? ¿Es hoy nuestra presión de calle suficientemente intensa y amenazante para el contrario?
Parece que todavía no. Pero vamos en ese camino. Estamos en la construcción acelerada de nuestra más firme herramienta de negociación a futuro. La protesta en Venezuela se extiende a todos los niveles, progresivamente. Las muestras de descontento van cruzando transversalmente a toda Venezuela.
La gran Consulta Popular que se dará el 16 de Julio le dará a esa presión de pueblo, de gente, de calle, un impulso formidable. Debe significar un punto de inflexión.
Por otra parte, una negociación no tiene viabilidad cuando la propone quien aun no tiene con qué negociar. Pero cuando quien tiene el poder se ve en posibilidades de perder lo conquistado, entonces el camino de la negociación se abre.
Por esto, son muy civilizadas las propuestas del lado demócrata acerca de sentarnos a negociar, pero muy inútiles también. No pasan de ser saludos a la bandera en forma de elegantes documentos.
Lo otro es qué cosa se negociaría.
Recordemos que inicialmente existían cuatro peticiones. Cronograma electoral, respeto a la Asamblea Nacional, liberación de presos políticos y canal humanitario.
Luego se sumó la restitución del hilo constitucional. Seguidamente, el régimen jugó la carta de la convocatoria a una “Constituyente Cubana” a su medida, fraudulenta en todos sus aspectos.
Si Usted le pregunta a cualquiera de los millones de venezolanos que salen a la calle a protestar día a día, por qué lo hacen, le contestarán: porque quiero que Maduro y su régimen se vayan, ya que es la única forma de poder volver a tener un país con alimentos, medicinas, seguridad, empleo y libertad.
De tal forma que las peticiones han escalado en estos meses. Ya la gente no se conforma con lo inicial. Tampoco con una potencial suspensión de la Constituyente cubana.
Lo exigido hoy, para estar claros, es la terminación del régimen madurista a muy corto plazo.
Y este, y no otro, debería ser el objeto de cualquier negociación que eventualmente se decida emprender a futuro.
Entretanto, sigamos fortaleciendo nuestro poder de negociación y vayamos todos a votar este Domingo 16 de Julio, respondiendo “Sí, Sí y Sí” a las tres preguntas formuladas.
Nos vemos en los Puntos Soberanos.
@BHorande

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