miércoles, 29 de noviembre de 2017

Manuel Valls: “La socialdemocracia se está muriendo”



ANDREA  RIZZI
EL PAIS
Manuel Valls (Barcelona, 1962) dejó el cargo de primer ministro de Francia a finales de 2016, tras dos años y medio de gestión, para lanzarse a una fallida campaña de primarias en el Partido Socialista (PS). En junio abandonó el PS, después de tres décadas de militancia. Ahora es un diputado de la Asamblea vinculado a la mayoría macroniana, pero su trayectoria lo mantiene en un lugar político central, pese a no hallarse ya en la primera línea de acción. Su figura es de alto voltaje en varios asuntos trascendentales en Europa: la debacle de la socialdemocracia, la crisis catalana y la gestión de la amenaza terrorista. De estos asuntos habló, en un excelente castellano, en una entrevista concedida al margen de un acto organizado por este periódico sobre España y sus desafíos, el martes en Madrid.
PREGUNTA. Precisamente cuando Europa va superando la crisis económica y mientras se suaviza la migratoria, las negociaciones del Brexit y las de la formación de Gobierno en Alemania parecen frenar su capacidad de acción política. ¿Podrá la UE acometer reformas de calado en los próximos años?
RESPUESTA. Esas reformas y esta nueva etapa para el proyecto europeo, que no va bien desde hace 10 años, son necesarias. Todos lo sabemos. Me preocupa la situación de Europa. El Brexit, el auge de los populismos, de izquierda y de derecha; vemos egoísmo en los Gobiernos —pienso en Polonia, Hungría—; hay tensiones, con Rusia, con Turquía, y por supuesto la amenaza terrorista sigue ahí. Frente a todo eso, Europa tiene que encontrar otra vez un proyecto. En estas circunstancias me preocupa lo que pasa en Alemania. Espero que puedan superar esta crisis y que no vayamos a perder tiempo.
P. En este panorama, los socialdemócratas son quizá menos influyentes que nunca en el último medio siglo. ¿Cree que la socialdemocracia está en vías de extinción? ¿Se está muriendo?
R. Sí, lo creo. No se está acabando el progresismo, ni los valores que han abanderado los socialistas y los socialdemócratas desde hace más de un siglo, pero el ciclo histórico está llegando a su fin. La socialdemocracia se está muriendo.
P. ¿Por qué?
R. Porque no supo reacicionar ante la globalización económica y la crisis del Estado de bienestar. Porque no supo afrontar el desafío que supuso lo que pasó después de la caída del bloque soviético y después del 11-S. Por no haber sabido reaccionar ante esos desafíos, hemos dejado un terreno al populismo, de extrema derecha y de izquierda, como vemos en España con Podemos y en Francia con Mélenchon. Para recuperar terreno, se tienen que inventar otras organizaciones, otras formas de hacer política, pactar con otros partidos. Y eso creo que será largo. Se tiene que inventar algo nuevo. Lo estamos viendo en Francia con Emmanuel Macron, y por eso yo dejé el PS. Es una crisis global: el partido demócrata de EE UU pasa por lo mismo. La cuestión es cómo afianzar en este mundo ideas de progreso que pretendan ampliar los derechos de la gente.
P. Es un momento político en el que se ven muchas divisiones en Occidente, entre Europa y EE UU, entre Reino Unido y el continente, entre este y oeste de Europa y dentro de las propias sociedades occidentales. Hay indicios de que desde Rusia se intentan aprovechar estas divisiones para crear mayor discordia. ¿Le inquieta esta perspectiva?
R. ¿Por qué necesitamos una UE fuerte, no solo a nivel económico sino también político, diplomático, de defensa? Porque hay una gran incertidumbre sobre lo que pasa en EE UU; porque en todo el mundo hay modelos enfrentados. Modelos que quieren mostrar que la eficacia económica no necesita ir de la mano de la democracia, como defendemos los europeos. En cuanto a Rusia, su modelo político consiste en dividir a las sociedades aprovechando los nuevos medios de comunicación. Lo han hecho en EE UU, y lo están haciendo en Europa, a nivel económico y a nivel político. Esto es inadmisible. Las instituciones europeas y los Gobiernos tienen que decírselo muy claramente a Putin y a los rusos.
P. ¿Cree que Europa ha reaccionado demasiado tarde a la crisis catalana?
R. Europa se olvida de lo que es el mundo. Es un mundo globalizado, en el que la historia puede repetirse, en el que hay grandes bloques económicos políticos potentes como EE UU y China. Y se olvida de dónde venimos: la guerra. Ante una crisis como la catalana, los dirigentes europeos tendrían que haber hablado antes para apoyar la integridad de España.
P. Hay una primera responsabilidad en la crisis catalana de los líderes independentistas que han violado la ley. Pero, ¿le achacaría usted también una responsabilidad secundaria al Gobierno de Rajoy por no haber desactivado políticamente esta crisis antes de que llegara al punto de explosión?
R. Me es difícil juzgar la política española. Yo nací en Barcelona, soy hijo de catalán, conozco bien Cataluña y España. Pero he intervenido en este debate como político francés, como dirigente francés y europeo. Las responsabilidades por supuesto que existen. Conozco la historia española y la relación entre Madrid y Barcelona. Pero el proyecto independentista, su historia, yo no la entiendo. Cataluña tiene una autonomía que pocas regiones en Europa tienen. Tiene una identidad muy fuerte. Su idioma, su historia, sus escritores, su equipo de fútbol, sus empresas. Ser catalán es ser catalán, ser español y ser europeo. Tocar una de esas identidades es derrumbar lo que es Cataluña.
P. Si usted como primer ministro de Francia se hubiese encontrado una situación similar en su país, ¿habría también desplegado la policía para impedir la votación en un referéndum declarado inconstitucional?
R. Claro. La historia de Francia no es la de España. Pero en Francia, por supuesto, como en otros países, no se podría permitir que se viole la Constitución, es un acto ilegal, va contra el Estado de derecho. Si se hubiese presentado algo parecido en Francia, lo habríamos llevado de la misma manera.
P. ¿Es la defensa de las empresas como motor económico el eje principal de los primeros pasos de Macron?
R. Fue mi eje principal cuando era primer ministro. Porque Francia tiene muchos activos, pero su economía y sus empresas sufren un problema de competitividad, de atracción de inversiones extranjeras. Esta prioridad del Gobierno de Macron es necesaria.
P. ¿Qué fue mal en su experiencia como primer ministro y en su campaña como aspirante a la presidencia?
R. El no asumir lo que estábamos haciendo. Se cometieron errores. Yo, por supuesto, supongo que los cometí. Pero sobre todo no aceptamos las reformas económicas. Yo estaba muy solo para asumir lo que estábamos haciendo, una política que defiende las empresas sin ir contra la justicia social. No bajamos los sueldos, la educación era nuestra prioridad, luchamos contra los guetos urbanos. Pero, al no asumir el PS esas reformas, nosotros nos derrumbamos. Los franceses no entendieron lo que estábamos haciendo.


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