JEAN MANINAT
Es poco probable encontrar en la historia política reciente un
descalabro como el sufrido por la oposición democrática en Venezuela. La
Mesa de la Unidad Democrática (MUD) implosionó -casi en cámara lenta-
bajo la presión de sus contradicciones internas y la ausencia de una
política común que la cohesionara a partir del triunfo en las elecciones
legislativas de 2015. Se podría afirmar que el éxito la desquició.
El torbellino de decisiones que se tomaron a partir de
febrero 2016 -el catálogo es harto conocido- no solo condujo a la
ilusión óptica de que la caída del régimen era inminente, también
instaló la peregrina idea de que el camino electoral podía esperar en la
acera ante el empuje de las manifestaciones y protestas de calle. La
urgencia del “vete ya” pasó por alto la presión para realizar las
elecciones regionales a tiempo y bajo condiciones justas. Cuando se
quiso hacerlo, ya era demasiado tarde. Los reflejos para la organización
electoral estaban adormecidos, sin la capacidad de otrora para burlar
las tretas de la maquinaria oficialista.
El porrazo recibido en las regionales no ha dejado títere
con cabeza y demostró que la Unidad es un esfuerzo cotidiano que
requiere de un nutriente básico: creer en la política que se ha
acordado. Las decisiones que se tomaban en la MUD eran boicoteadas
apenas se cruzaba el umbral de la puerta para salir de la sala de
reunión. La bulla que metían los impacientes atemorizó a más de un
dirigente principal, y los hizo tartamudear a la hora de defender la
ruta electoral como vía preferencial para el cambio. La repetición de
consignas voluntaristas sustituyó el análisis serio de lo que estaba
aconteciendo y se confundió el deseo con la realidad. (La Hora Cero,
seguramente, tiene un puesto destacado en el panteón de las
imbecilidades políticas).
Y henos aquí, frente a unas elecciones municipales
hábilmente avanzadas por el oficialismo en vista del desconcierto
reinante en la oposición democrática y que vienen a poner el sello de:
cerrada por reparaciones mayores, en la fachada de la MUD. Mientras
tanto, quienes celebran los quebrantos de la Unidad, no se percatan de
la soledad que los circunda.
La decisión de no participar en las elecciones
municipales es un magno error, sobre todo sustentado en el planteamiento
de que lo importante, ahora, es cambiar el sistema electoral para
garantizar condiciones justas en las elecciones presidenciales pautadas
para el 2018. La pregunta que surge es obvia: ¿Y de no cambiarse el
Consejo Nacional Electoral (CNE), entonces, tampoco se participaría en
las presidenciales?
Pero, lo más grave, es dejar a los vecinos en manos de
unos alcaldes puestos a dedo por el partido de gobierno, sin siquiera
haber dado la pelea. El municipio es el eslabón más cercano con los
problemas vitales de la gente, lo más próximo que tiene un político para
serle útil a su comunidad y se ha puesto de lado a nombre de uno los
designios mayores de la política. Ser presidente.
Habrá que esperar a que la MUD salga con bien de la
terapia intensiva en la que se encuentra. Es mucho lo que el viento se
llevó en estos últimos meses, pero hay que recuperar la premisa
definitoria de que la ruta del cambio es democrática, constitucional y
electoral en todos sus niveles, no la entreguemos así no más, como
quiere el gobierno.
After all… tomorrow is another day, ¿no es cierto Scarlett?
@jeanmaninat
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