DETECTIVES SALVAJES
Editorial Tal Cual
Se supone que en los países más o menos
civilizados cuando se produce un crimen que estremece
a la opinión pública, como el del
diputado Serra y su asistente, justamente por sus eventuales
justamente por sus eventuales implicaciones y consecuencias, se
aguarda a que las policías y afines se aboquen a investigarlo y dar su versión, se supone técnica.
justamente por sus eventuales implicaciones y consecuencias, se
aguarda a que las policías y afines se aboquen a investigarlo y dar su versión, se supone técnica.
Para
eso existen. En nuestra Venezuela
actual son los políticos gobernantes los que se lanzan desde el inicio a
vocear, sin ninguna
prueba y
con razonamientos que desconciertan al más crédulo, su versión que pretende
capitalizar políticamente el hecho, básicamente disparando al voleo contra la
oposición nacional e internacional. En la ocasión de manera particularmente
arbitraria ya que el abominable crimen, por decir lo menos, presenta una serie
de detalles que lo hacen particularmente confuso, entre muchos la desmesurada
violencia de éste o la forma en que penetraron los asesinos en la casa de las
víctimas. Las cosas que se han dicho asombran, nos limitamos a las más
grotescas. Para empezar a las pocas horas del suceso el presidente de Unasur
declara sin más que la cosa va por el lado del paramilitarismo. La Cancillería
colombiana tuvo que darle una lección sobre cuáles son sus funciones y la
manera decente de ejercerlas. Pero los detectives locales improvisados o
salvajes, para usar el título de la famosa novela de Bolaño, no se pararon en
nada. No solo trataron de despachar el caso en cuestión con los escenarios más
truculentos, donde metieron a medio mundo, sino que incluso trataron de
reactivar dos casos que rondan el inconsciente colectivo nacional: Anderson y
Otayza. El primero fue, sin duda, uno de los capítulos más vergonzosos de la
justicia bolivariana, y diez años después no se sabe porqué ni a favor de quién
se asesinó al polémico fiscal. Y en el segundo caso, con la impropiedad y la
prisa aludida, el mismo Maduro habló de un asesinato planeado desde Miami y
después de haber hecho presa a la banda completa de malvivientes que le dio
muerte no hay ni un atisbo del macabro plan político. Pero ahora se quiso
pasarlos de contrabando, aprovechando la conmoción de la opinión pública.
Muy notable fue la
acusación contra el diputado Berrizbeitia por haber dicho, de viva voz en la
Asamblea, que los gobernantes tenían los días contados… electoralmente. Se
obvió esto último y se consideró un anuncio del triste acontecimiento, lo que
sería una especie de confesión idiota, pero que hace que el capitán Cabello se
sienta amenazado y vaya a ir a la Fiscalía a clamar por protección.
De Uribe y del Imperio no vamos a hablar porque ya se sabe que son los comodines para cualquier desaguisado sin que nunca se haya procedido contra ellos, más que con palabras sin mucho asidero. Pero sí nos parece muy curioso el caso de Weil. La acusación de Ernesto Villegas, el insulto y la destitución por una caricatura hecha quince días antes. Al unísono con la sesión de la Asamblea destinada a analizar el asunto, en el oeste de Caracas se realizaba una prolongada batalla entre la policía y destacados colectivos oficialistas que dejó cinco muertos y unos cuantos heridos. Lo que indica cómo andan las cosas por esas sombrías regiones del régimen. Se aclara que nada tiene que ver con el caso Serra. En todo caso mucho habría que explicar por esta prueba patente de esos grupos armados, protegidos y celebrados por el gobierno, capaces de cualquier tropelía, hasta enfrentar a los agentes del orden. Por último habría que evocar el discurso de Maduro que comentábamos en un editorial anterior, donde no solo fija su criterio policial instantáneo, sino que de alguna manera sintetiza la alharaca de los psuvistas menores, verdadera incitación a la venganza y la polarización, atacando a la oposición en su conjunto por acciones y omisiones. Una verdadera faena que podría ser fatal si las cosas fueran distintas a la tremebunda acusación
De Uribe y del Imperio no vamos a hablar porque ya se sabe que son los comodines para cualquier desaguisado sin que nunca se haya procedido contra ellos, más que con palabras sin mucho asidero. Pero sí nos parece muy curioso el caso de Weil. La acusación de Ernesto Villegas, el insulto y la destitución por una caricatura hecha quince días antes. Al unísono con la sesión de la Asamblea destinada a analizar el asunto, en el oeste de Caracas se realizaba una prolongada batalla entre la policía y destacados colectivos oficialistas que dejó cinco muertos y unos cuantos heridos. Lo que indica cómo andan las cosas por esas sombrías regiones del régimen. Se aclara que nada tiene que ver con el caso Serra. En todo caso mucho habría que explicar por esta prueba patente de esos grupos armados, protegidos y celebrados por el gobierno, capaces de cualquier tropelía, hasta enfrentar a los agentes del orden. Por último habría que evocar el discurso de Maduro que comentábamos en un editorial anterior, donde no solo fija su criterio policial instantáneo, sino que de alguna manera sintetiza la alharaca de los psuvistas menores, verdadera incitación a la venganza y la polarización, atacando a la oposición en su conjunto por acciones y omisiones. Una verdadera faena que podría ser fatal si las cosas fueran distintas a la tremebunda acusación
No hay comentarios:
Publicar un comentario