jueves, 5 de mayo de 2016

Los guerreros de papel


Quizás con menor frecuencia, pero siempre admonitorios en su tono, se siguen escuchando los llamados a la revuelta popular, al estallido social, a la aventura militar, al gran sacudón cívico-militar o a cualquiera de las variantes del supuesto revolcón que le espera al gobierno chavista cuando las fuerzas del pueblo se despierten, se sacudan al presuntamente cobardón liderazgo opositor, sean respaldados por los presuntos militares institucionalistas y acaben, finalmente, con el desgobierno de la revolución.
La lógica de la epopeya de los guerreros de papel, siempre dispuestos a arriesgar la sangre de los otros, es similar a la que en su momento adelantó el gran camaleón de la revolución con sus llamados a invocar el artículo 350 de la Constitución y a no regresar de las calles hasta que cayera el gobierno. Nunca se produjo la marcha sin retorno y el gran camaleón es ahora uno de los más importantes defensores del gobierno.
No tengo ninguna razón para suponer que quienes del lado de la oposición promueven la tesis del levantamiento popular apoyado por unos militares institucionalistas no identificados, pero que son invocados como una suerte de espíritus benignos, son caballos de Troya del chavismo como en su momento lo fuera el gran camaleón. Sin embargo, es importante analizar la consistencia y robustez de su argumentación, porque en una situación tan compleja como la de Venezuela, donde el riesgo del desánimo y la frustración está siempre a la vuelta de la esquina, hay que estar alerta a las propuestas que promueven el camino supuestamente más fácil de la arrechera popular.
La argumentación más empleada enfatiza que la dictaduras no salen con votos, que el chavismo jamás aceptará una decisión electoral y que si acude a una elección será porque ya tiene preparada una trampa. Algunos más provocadores añaden que la razón de habernos calado durante 17 años al chavismo es que la dirigencia opositora no tiene bolas, y que sus miembros son víctimas del sindrome de la parálisis política inducida por el espejismo electoral. Confrontados con el hecho innegable de que los avances objetivos de la oposición están en buena medida conectados con una evaluación correcta de la estrategia electoral, y que como muestra están los resultados de la elección de la AN, los guerreros de papel responden que todo es una farsa, una componenda de la dirigencia opositora para repartirse el poder con los chavistas.
Es perturbador que con esta argumentación tan primitiva, intentan los guerreros de papel ignorar que el ascenso histórico del chavismo no se produjo por una confabulación con los cubanos, ni por un engaño a los pobres ni ninguna de las zaranjadas con las que se pretende despachar la responsabilidad histórica de la clase media y de buena parte de la dirigencia del país en entregarle Venezuela al hombre a caballo, al vengador irredento, a la inverosimil figura anti-corrupción que era el Comandante Chávez. La deriva anti-democrática y el desplazamiento de la base de apoyo del gobierno hacia los sectores más pobres se produjo a posteriori. De modo pues, que la tragedia histórica que estamos viviendo tiene responsables muy claros. El chavismo no comenzó como una dictadura sino como un punto de borrachera irresponsable de la adolescente democracia venezolana. El pueblo y buena parte de la intelligentsia del país se equivocaron profundamente y todavía estamos pagando las consecuencias de ese pecado original.
Pero no es solamente la caracterización del proceso histórico de ascenso del chavismo lo que se falsea, presentándolo como una dictadura convencional sin base popular. Son también las consecuencias que puede acarrear el supuesto sacudón popular. Nos podemos equivocar gravemente si pensamos que la penosa situación de los venezolanos, con la indignidad de la colas y la escasez de alimentos y medicinas, con la inseguridad y con país cayéndose a pedazos dia a día es lo peor que nos puede ocurrir. Un levantamiento civil desorganizado y caótico, que involucre la actuación de las bandas armadas del gobierno o de las fuerzas armadas regulares puede terminar en miles de muertos, y, lo que es peor, puede concluir afianzando aún más en el poder a los sectores más violentos y primitivos del chavismo. Ese es el verdadero riesgo de estar jugando a aprendices de brujo con una situación tan explosiva como la venezolana. La terrible verdad es cuando creemos estar mal y en el fondo siempre podemos estar peor porque se puede seguir excavando hacia abajo.
Todo lo anterior no quiere decir de ninguna manera que la salida del chavismo se va a conseguir como resultado de acciones puramente electorales, pero los procesos eleccionarios juegan un papel esencial en la estrategia opositora porque evidencian ante el mundo y ante el propio pueblo de nuestro país que el apoyo al proyecto chavista está en franco declive. Lo que sigue sin resolverse en la estrategia opositora es como combinar la protesta y la desobediencia ciudadana, pacífica y constitucional, con la acción electroral. A quien más le interesa que se produzcan elecciones es precisamente a la oposición y mal haríamos con debilitar esta acción.
La bala de plata, el exorcismo final contra el lado oscuro de los venezolanos que representa el chavismo es auyentar su demagogia, su odio y su capacidad para generar pobreza y exclusión del corazón del pueblo mostrando que ese mismo pueblo ya no confía en la oligarquía chavista. Es este elemento crucial lo que los guerreros de papel ignoran en su argumentación. Así como antes había todo tipo de razones para desconfiar de un líder carismático que intentó destruir la democracia, hoy hay también muchas razones para no creer en quienes ofrecen un atajo que nos puede llevar a una situación de violencia extrema sin resolver nada a cambio. Quizás es tiempo de que aprendamos que la democracia y la libertad nunca se pueden dar por sentadas y que dificilmente se conquistan por atajos. Habria que añadir que es el gobierno quien actúa con la máxima irresponsabilidad frente al riesgo de violencia social, provocándola con su arrogancia y mutismo frente al drama de la existencia de la gente. No deja de ser una gran paradoja que los enemigos jurados del gobierno, los guerreros de papel, coincidan en esta visión apocalíptica de la tragedia nacional.

Vladimiro Mujica

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