Eduardo Fernandez
Conservo en mi archivo personal una carta de Patricio Aylwin fechada en Santiago el 2 de abril de 1992 en la que nos hace llegar a mí y a la dirección nacional del partido Copei su testimonio de solidaridad, frente a los acontecimientos que amenazaban a la democracia venezolana en aquel año.
Aylwin nos decía en su carta: “Miradas las cosas desde acá, lo que está ocurriendo en Venezuela nos recuerda lo que nos pasó a nosotros (los chilenos) en 1973. La legitima discrepancia política y el justo celo por poner término a una forma de gobernar que muchos considerábamos gravemente lesiva para el país, nos condujo a lo que todos sabemos. La intransigencia de gobernistas y opositores, que impidió alcanzar fórmulas de avenimiento, condujo no al cambio de un gobierno democrático por otro gobierno del mismo carácter, sino al derrumbe de la institucionalidad democrática y a la instauración de un régimen de fuerza que se prolongó por más de 16 años”.
Y agrega: “Todos los que profesamos principios humanistas, que creemos en la razón y en el derecho y que amamos la libertad y la democracia, tenemos el deber de hacer cuanto esté de nuestra parte, por muchos sacrificios que nos exija, para prevenir y evitar ese peligro”.
“Comprendo perfectamente, dice el presidente Aylwin, que este es el criterio que está inspirando su actuación y la del partido Copei bajo su dirección”.
La carta de Aylwin me la hizo llegar de manos de uno de los más distinguidos líderes de la democracia cristiana chilena, el senador Andrés Zaldívar, enviado especialmente para hacernos presente la solidaridad del Presidente, del gobierno, del partido Demócrata Cristiano y del pueblo chileno.
Termina aquella carta diciendo: “La visita de Andrés Zaldívar lleva a nuestros camaradas venezolanos el testimonio de nuestro afecto y solidaridad y, en la medida en que ustedes lo juzguen de interés, el aporte de nuestra experiencia en tan delicada materia”.
“Deseando lo mejor para la democracia venezolana, le saluda cordialmente su viejo amigo, Patricio Aylwin Azócar”.
Como pueden imaginar mis amables lectores, conservo esa carta como uno de los más apreciados testimonios de reconocimiento que pude haber recibido por una conducta de la cual me siento sumamente orgulloso.
Copei como partido político, y yo que entonces era su secretario general nacional, cumplimos cabalmente nuestro deber. Condenamos sin reservas aquel acto bárbaro, primitivo y salvaje que se produjo el 4 de febrero de 1992. Y defendimos el orden constitucional. Si todos hubiéramos hecho lo mismo no habríamos tenido que lamentar tantas y tan amargas consecuencias que se derivaron de aquellas complacencias.
Seguiremos conversando.
@EFernandezVE
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