domingo, 8 de enero de 2017

2017

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                    FERNANDO RODRIGUEZ

Los ritos de año nuevo son una simple convención, nada cambia realmente salvo algunos deseos y promesas en nuestras agendas. Yo supongo que sobre muchas de los venezolanos se inscribió para este 2017 la palabra libertad, como en el poema de Paul Eluard. Posiblemente es un poco mágico pero también importante que lo nuevo se exprese de tal forma; al principio siempre está el deseo, lo que motiva cualquier relación con el mundo. Tanto más significativo si es coral, colectivo.
Casi todo el pensamiento contemporáneo señala la presencia de un muy alto grado, acaso inédito, de individualismo al menos en el Occidente más y menos confortable. De ojeriza a la política, en consecuencia. Bueno, en medio de este país doliente, y en gran parte producto de ese sufrimiento, nosotros, otrora tan banales y hasta un día “sauditas”, nos hacemos un colectivo. El dolor compartido conmina a la fraternidad, es una forma dramática de acercarnos al otro. No todo es pérdida, hemos terminado por salir de la Venezuela indolente para parecernos a una comunidad.
Y esa solidaridad invoca un primer imperativo: la unidad, la máxima comunidad posible de todos los escarnecidos y humillados, los pobres ante todo y sobre todo, por esta banda de truhanes que nos gobierna. La fraternidad, decía Charles Peguy, es la virtud revolucionaria por excelencia, la empatía con el dolor del prójimo. La igualdad es pequeño burguesa, algo arribista, agregaba. Y esa fraternidad aquí y ahora comienza a parecerse no solo a una estrategia política, sino a un imperativo o, al menos, a un sentimiento moral.
Y ya sabemos qué significa en concreto, políticamente hablando, esa unidad hoy para nosotros, ante todo que las ambiciones personalistas o los irresponsables jugadores a los fuegos artificiales y a los desplantes son intolerables. Todavía más concretamente es ese anuncio de una manera más leal de juntarse, otro estilo de hablar y oír al país, una mejor y única línea mayor de acción y que sea capaz de congeniar con gran parte de las espontáneas reacciones del pueblo que anda prometiendo la MUD en estos días. Oigámosla, es comienzo de año, los días son de un azul inigualable.
Seguramente mucho nos va a exigir esta empresa libertaria. Muchas virtudes: lealtad, desprendimiento, tenacidad… pero yo subrayaría una, coraje. Coraje que según algunos moralistas es no solo el arrojo que a veces el mundo nos exige sin otro aliciente que la fidelidad a la causa humana (o divina), sino posiblemente ingrediente necesario de toda otra virtud ya que nos impide la molicie o el hedonismo. No es fácil en un mundo tan banalizado y dolarizado como el que vivimos, pero puede ser tan real como lo muestra el estudiante preso y erguido ante sus sicarios o el profesor universitario atropellado que sigue disertando sobre sus teoremas, sus bivalvos o sobre Teresa de la Parra, ya que la universidad no debe morir, porque allí habita el saber y la verdad en libertad. Y esto no es retórica; es la condición de la tan mentada “calle” y de toda otra forma de resistencia decisiva.
Hemos perdido mucho del sentido de nuestras vidas en este tiempo pero pudiésemos tener por ganar algo muy valioso, la rara condición de ciudadanos, quién sabe cuán efímera, y de poder refundar una tierra diezmada y saqueada. O, simplemente, tratar de hacerlo: la hidalguía y la satisfacción del espíritu y el éxito son cosas muy heterogéneas. Aunque realmente tenemos lo fundamental para que nuestro viaje en estos meses por venir sea venturoso: es nuestra la gran mayoría de los ciudadanos, todo el mundo democrático nos apoya; este gobierno se pudre no solo por el inmenso mal que ha producido, sino por su catadura moral sin antecedentes (Enrique Krauze acaba de decir que cuando se le quiten todos los velos al chavismo nos toparemos con algo jamás visto); la unidad opositora ha resistido muy difíciles momentos y hay en los ánimos suficiente energía, rabia y dolor para que crezca una marea muy alta. Buena cosa sería mirar hacia adelante y olvidar tantas pequeñeces, traspiés y apetencias intempestivas. De verdad creernos que estamos en un año nuevo.

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