Violencia sin cuarentena
ISMAEL PÉREZ VIGIL
Hay quienes disfrutan de los errores, las equivocaciones y los fallos ajenos. ¿Se puede decir que eso es una característica de la especie humana? No lo sé. Me quiero referir ahora a una parte de la oposición, que llamamos “radical” y que se opone más a Juan Guido y la Asamblea Nacional, que al propio régimen. Y aclaro esto para que algunos de los “radicales” se puedan sentir excluidos, no aludidos, por estos señalamientos.
Así lo vimos a finales de abril de 2019, cuando el presidente Juan Guaidó, intentando rescatar un abortado movimiento de protesta convocado para el primero de mayo –algunos ya han olvidado que esa fue la razón de fondo– invitó a los opositores a concentrarnos en la Autopista del Este, frente a La Carlota, para apoyar un supuesto pronunciamiento de unos militares que no fue muy profundo y que casi ni se vio. Tampoco se vieron allí a muchos de los opositores convocados y eso fue algo que también destacaron y disfrutaron los llamados “radicales”. No tardaron en denominar lo ocurrido como chapuzay hasta el día de hoy así la califican.
La vida da vueltas. ¿Qué pensarán ahora esos opositores “radicales” de lo ocurrido el fin de semana pasado con la denominada “Operación Gedeón”, popularmente conocida como “el macutazo”?
Porque como quiera que se examine la acción el resultado fue verdaderamente rocambolesco.
Si alguien esperaba algo como una guerra de tercera o cuarta generación, plagada de misiles de largo alcance, drones teledirigidos por computadora y orientados por satélite o un mero desembarco de esos marines que navegan por el Caribe, se encontró con que lo ocurrido, que aún no sabemos bien que pasó y estamos, apenas, en capacidad de describirlo, fue un desembarco, en el litoral de Vargas, desde un lanchón o un peñero de un grupo de supuestos bien entrenados “mercenarios” y que fueron capturados, al parecer sin disparar un solo tiro.
Posteriormente, uno de los “entrenados mercenarios” –capturado ese día o días después–, rindió declaraciones, sin mayor apremio, que hasta grabadas fueron y difundidas en cadena nacional, revelando una historia que coincide perfectamente con la versión del régimen. Los interrogantes, entre serios e irónicos, que surgen de esta situación son numerosos y no vale la pena repetirlos. Son preguntas, todas, que quedarán sin respuestas, excepto las que, a su conveniencia, proporcione el régimen que asegura haber “infiltrado” desde hace tiempo ese movimiento.
No sé qué tanto de verdad o de fantasía creada por el régimen hay en todo lo ocurrido. Lo dejo hasta aquí. No voy a caer en la especulación o elucubración, ni en hacer juicios de valor al respecto; dicho de otra manera, no voy a seguirle el juego al régimen. Pero lo ocurrido me recordó a mi madre, ya fallecida, que le gustaban mucho las películas de todos los James Bond, las de Steven Segal, las de Bruce Willis o las de Jean Claude Van Dan y cuando terminaban decía: “Todo eso es mentira, pero si fuera verdad, qué exagerado, ¿no?”
De lo ocurrido solo quiero resaltar dos cosas. Una es la reacción de algunos opositores, que piden respeto, comprensión o no hacer juicios de valor acerca de lo ocurrido, pues quienes lo intentaron se “arriesgaron” personal y familiarmente, dicen. Pero, ¿por qué no respetan, comprenden y evitan los juicios de valor para los opositores que no concuerdan con sus estrategias, cuando estos cometen algún error?. Y dos, que hubiera preferido que el presidente Guaidó se hubiera mantenido completamente al margen, pero ya que su gobierno opinó, al menos celebro que lo haya hecho como lo hizo, condenando la violación de los derechos humanos de los que han sido “capturados” y acusados por participar en los hechos.
Porque eso, la violación de los derechos humanos y otras situaciones de violencia en el país, sí que son un tema importante, que el seguimiento de la pandemia mundial y los avatares de la cuarentena local hacen que los pasemos por alto. Y sumo a lo ya referido del “macutazo” solamente dos ejemplos recientes.
Uno, los organismos internacionales se han hecho eco de la matanza de reclusos en la cárcel de Los Llanos, la semana que pasó, que asciende a la terrible cifra de 46 fallecidos, en circunstancias confusas, pues algunos hablan de motín o protesta por la carencia de alimentos y medicinas, otros –los voceros del régimen, por supuesto–, de intento de fuga; y otros de simple y vulgar ajusticiamiento.
En cualquier caso, lo que nunca, nadie, puede explicar son esas matanzas que se producen con alguna frecuencia en las cárceles del país –que nunca son debidamente aclaradas–, contra una población que al parecer solo importa a sus familiares, usualmente entre los más pobres del país; así como nadie va a poder explicar cómo esos reclusos, al igual que en casos anteriores, contaban con armas blancas, pistolas de alta potencia y hasta granadas, según dijeron algunos familiares y periodistas. Lo cierto es que hay más de 45 muertos, ya contados e identificados, y se dice que podrían ser muchos más.
El segundo hecho de violencia que quiero referir son los tiroteos en el barrio de la zona de Petare, conocido como José Felix Ribas –que al decir de algunos especialistas en la materia es probablemente el barrio más grande de América Latina– y que han mantenido aterrados a sus habitantes durante varias noches.
En las redes sociales, pues información del régimen o de los organismos de seguridad no hay ninguna, se manejan varias hipótesis; una, que se trata de enfrentamientos entre bandas de delincuentes por el control del territorio y la actividad criminal en la zona; unos estarían apoyados por algunos delincuentes que vienen del penal de Tocorón y otros apoyados por delincuentes de la Cota 905; la otra hipótesis es que no se trata de ningún tipo de enfrentamiento sino de alarde de los malandros del barrio para intimidar, mostrando su armamento. Y no voy a dar más detalles, para no incurrir en apología del delito o glorificación de unos supuestos “robin hoods” o “pablos escobar” criollos.
Los tres hechos tienen en común que sobre ellos se han tejido, en las redes sociales, todo tipo de fantasías, hipótesis, descripciones e historias. Que sobre cada una han formado una colcha de retazos de la cual cada quien toma lo que le conviene o interesa a sus fines particulares o generales, altruistas o mezquinos.
Los hechos indican que el país está al borde de la ingobernabilidad o que hay una falta absoluta de control de la violencia por parte del gobierno; lo que si vemos, a diario, es que el régimen si es capaz de generarla, para intimidar, para ejercer control social de la población, pero no es capaz o no quiere hacerlo, para proporcionar seguridad a la población.
Politólogo
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