HAMBRUNAS Y OTRAS CRISIS: releyendo a Amartya Sen
ANDRES CAÑIZALES
PRODAVINCI
La BBC destacó en días recientes una noticia que posiblemente haya pasado por debajo de la mesa para muchos. Venezuela ha sido colocada en una nada elogiosa lista de alertas por parte del Programa Mundial de Alimentos, una agencia especializada de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Entre los cinco países de todo el mundo en los que podría ocurrir una hambruna este año, como secuela de la pandemia del coronavirus, figura Venezuela.
Es el único país de Occidente que está en este top de riesgo alimentario severo y es la primera vez que Venezuela entra en una situación de tal gravedad. Tan preocupante resulta esto que los otros referentes que están junto a Venezuela son naciones igualmente devastadas, pero por guerras o conflictos armados, tales como Yemen, República Democrática del Congo, Sudán del Sur y Afganistán.
Hace algunas semanas publicamos en Prodavinci un primer artículo en el que repasaba uno de los capítulos del libro Desarrollo y Libertad, del economista indio y Premio Nóbel de Economía, Amartya Sen, en su edición de 2000, con editorial Planeta. Hoy gracias a la relevancia que ha cobrado el riesgo de que Venezuela entre en una fase de hambruna, según el ente especializado de la ONU, parece pertinente volver sobre Sen.
En la ocasión anterior, básicamente reprodujimos y glosamos el capítulo 6, titulado «La importancia de la democracia». En esta ocasión, aplicaremos el mismo método de reproducir y comentar algunas de las ideas principales del capítulo 7, que Sen tituló «Hambrunas y otras crisis».
Vale recordar que la tesis más conocida de Sen, que le valió el reconocimiento mundial, fue demostrar que en países con democracia e información libre no habían ocurrido hambrunas. Ergo, la ausencia de libertades políticas, incluyendo en éstas de forma significativa a la libertad de expresión, era caldo de cultivo no sólo para el autoritarismo sino para la hambruna del pueblo.
Con este punto de partida del autor, es claro, entonces, que las hambrunas están más relacionadas con decisiones políticas que con desórdenes de naturaleza agrícola, climática o económica, como se han interpretado generalmente. Sen argumenta que es insuficiente la lectura, bastante extendida en años pasados, de que las hambrunas resultaban de una ecuación entre el aumento de la población y la incapacidad de generar alimentos en la misma proporción.
Las hambrunas se pueden evitar si existe la libertad, un asunto central sin duda. Si se tiene libertad, según Sen, un individuo y su familia pueden conseguir alimentos, bien sea cultivándolos o bien sea adquiriéndolos en el mercado. Una hambruna no se produce solamente porque haya más o menos alimentos, sino porque la economía, como un todo, no opera en un ambiente de libertad o bien porque existan mecanismos políticos o sociales que terminen menoscabando la libertad individual.
El Estado, según Sen, sólo debe actuar ante situaciones límites. Él pone el ejemplo de unos campesinos que debido a una sequía local pierdan su capacidad de producir, con lo cual se reducen las posibilidades de generar ingresos y les coloca en una situación de minusvalía que no es generalizada en esa nación: «La inanición resultante puede prevenirse regenerando sistemáticamente un nivel mínimo de rentas y de derechos económicos para los que resultan afectados por los cambios económicos».
Por encima de otros factores, Sen asegura que la prevención de las hambrunas depende mucho de los mecanismos políticos que existan para proteger los derechos básicos de la población.
Un aspecto que resuena en la Venezuela actual es la advertencia del estudioso de que la propensión a las hambrunas es mucho mayor cuando la población está empobrecida en general y cuando es difícil conseguir dinero público. En el caso venezolano, el dinero público que se distribuye desde el poder es sencillamente exiguo e insuficiente para tener garantizada la alimentación.
Las hambrunas han ocurrido generalmente en países en los que gobernaban hombres fuertes, reyes o comandantes militares, en naciones en las que no existían contrapesos políticos. Las hambrunas están asociadas y éste es un hallazgo clave del trabajo intelectual de Sen; a naciones en las que no había elecciones, la oposición era perseguida y reinaba la censura: «Creemos que una prensa libre y una oposición política activas constituyen el mejor sistema de alerta inmediata que puede tener un país amenazado por hambrunas».
Las hambrunas las padecen los más pobres, nunca los gobernantes. Ésa es una conclusión lapidaria de Sen y que cobra mayor sentido cuando el autor revisa el historial de hambrunas en la historia moderna: «no es difícil encontrar la conexión causal entre la existencia de democracia y la ausencia de hambrunas».
Sen le presta mucha importancia al papel de la información, y esto fue uno de los motivos que nos llevaron a la lectura de su obra. Una hambruna se puede prevenir si no hay censura o desinformación. Según el autor, si se hacen públicas noticias o informaciones sobre los efectos iniciales de una sequía o de inundaciones, que de una u otra forma impacten a la producción agrícola, podrían fomentar un debate plural que oriente la toma de decisiones políticas para hacerle frente a la contingencia.
«La libertad de prensa y la práctica de la democracia contribuyen de manera extraordinaria a sacar a relucir información que puede influir enormemente en las medidas que se adopten para prevenir las hambruna», sostiene Sen. La libertad de expresión tiene un papel instrumental por su capacidad de potenciar la protección y el desarrollo de otros derechos humanos en un contexto abierto para el libre flujo de ideas y opiniones.
Se trata de entender que la libertad de información ocurre gracias a un contexto de libertades y su ejercicio, a su vez, por parte de los ciudadanos, puede constituir una suerte de alerta temprana que, correctamente analizada desde el poder, termina por robustecer una toma de decisiones públicas orientadas a hacer frente a crisis que puedan devenir en hambrunas.
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