Populismo salvaje
Ramón Peña
28/11/2011
De los 100 dólares que recibimos por cada barril de petróleo, el caudillo le deja 50 a una PDVSA endeudada y enrumbada a la quiebra y administra el resto a su entera discreción. Con las elecciones en la mira y la turbación que le produce la unidad de la oposición y el positivo impacto que está teniendo la presentación de los candidatos democráticos, esa mitad del ingreso petrolero es ya dinero marcado para la campaña electoral, ante la mirada cómplice del Banco Central y de la mayoría oficialista de la Asamblea Nacional.
Desesperado por darle eficacia electorera al empleo de esos enormes recursos, ha apelado al populismo en su expresión más primitiva: el reparto de dinero. Tal es la llamada Misión Hijos de mi Pueblo, la cual tiene como virtud implícita el reconocimiento del fracaso de todas las invenciones para el desarrollo de una economía para los humildes, bajo la forma de empresas de producción social, cooperativas, fundos zamoranos, rutas de la empanada, entre otras, todas fórmulas fracasadas y que sólo han servido para el enriquecimiento obsceno de burócratas y dirigentes del proceso.
La nueva Misión, ataviada de un humanitarismo madre teresiano, no es más que una vulgar repartición indiscriminada de mucho dinero, que bien podría destinarse a crear empleos y fomentar microempresas para esas familias pobres, apoyar el deporte juvenil, promover la planificación familiar para reducir los embarazos precoces, campañas para disminuir la deserción escolar, rescatar niños de la calle y atacar de manera integral el terrible fantasma de la delincuencia juvenil. Pero esos serían proyectos muy complejos para la demostrada incompetencia de los burócratas del régimen. El mandón lo sabe, pero su preocupación no es esa, sino la que se deriva de la enfermedad más grave que padece: su patológica egolatría.
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