sábado, 12 de noviembre de 2011


Unidad a seis voces


Angélica Alvaray
12 Noviembre, 2011
Cuando yo estaba chiquita, mi mamá, que era profesora universitaria, me llevó al Aula Magna de la Universidad Central a un acto, no se de qué, que comenzó cuando entraron en fila unos jóvenes con boina y traje azul y empezaron a cantar. Todavía hoy recuerdo la belleza de las voces que cantaban el himno nacional con melodías diferentes, pero en armonía.
La semana pasada fuimos testigos de un evento excepcional en la vida democrática venezolana: la inscripción de seis precandidatos a la presidencia de la república, que participarán en las primarias para escoger el candidato de la unidad. Diga lo que diga el oficialismo, este es un evento profundamente democrático. Significa que, como oposición, queremos ir unidos, pero que internamente aceptamos la diversidad.
Se dice fácil eso de la diversidad, la pluralidad, la democracia. Apenas uno de los contendores alzó su voz en desacuerdo por unas medidas y de inmediato comenzamos a descalificar la situación: que los trapos sucios se lavan en casa, que ya comienzan los pescueceos, que eso no es unidad. Resulta que se nos ha olvidado lo que es disentir, se nos ha olvidado que discutir es sano, útil, necesario. Estamos acostumbrados a la censura previa, a que los cogollos decidan y no haya participación. Disentir es parte del cambio. Negociar las diferencias es lo que nos hace crecer. Crecer y multiplicarnos.
Yo no estoy especialmente con ninguno de los precandidatos. Observo el proceso no desde afuera, sino con curiosidad. Quiero entender quién ha aprendido algo en estos últimos doce años y quien sigue con el discurso manido del pasado. Pues no se trata de quitar lo que hay para retroceder doce años en el tiempo, o quince, o cuarenta. Se trata de hacer futuro.
Y cuando vemos el futuro, los seres humanos necesitamos esperanza. La vida es la búsqueda de la felicidad, es tener la posibilidad de alcanzarla, es sentir que lo que hacemos nos lleva a vivir mejor, que podemos darle lo mejor a nuestros hijos.
Hoy, este optimismo es posible. Es factible, realizable. Hay soluciones para nuestros problemas que pueden comenzar a implantarse desde el día uno del nuevo gobierno. Hay otras que solo ameritan que queramos cambiar, que exijamos desde ya nuevas actitudes, tanto a los gobernantes actuales como a los que están por venir. En ese sentido, los precandidatos más jóvenes (dios me libre de descalificar a los viejitos) muestran esa fuerza, esa contundencia y esa necesidad de hacer las cosas de otra manera.
Cambiar no es fácil. Aún cuando sea un cambio deseado, remover las estructuras existentes, el orden conocido, para sustituirlo por otro que no está muy claro siempre trae miedos, libera fantasmas. Pero no hay nada mejor contra ese miedo que tener las seis voces de los precandidatos presidenciales, unidas a las de los candidatos de las gobernaciones y alcaldías en cada estado y en cada municipio, para difundir el mensaje de cambio, de esperanza de que podemos construir un futuro mejor, diferente.
Chávez no es invencible. Podemos ganar. Podemos hacer la Venezuela que queremos. Eso sí, tenemos que lograr cantar en armonía.

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