PILAR BONET Minsk 19/12/2010
Etiquetar al líder de Bielorrusia Alexandr Lukashenko, como el "último dictador de Europa" ya no está de moda y hace sonreír a la élite política de este país de 9,6 millones de habitantes donde hoy se celebran elecciones presidenciales. "Más bien deberíamos hablar de fenómeno histórico digno de estudio", señala un culto funcionario del régimen, que, como otros de sus colegas, se orienta perfectamente en el mundo esquizofrénico de la Bielorrusia de hoy: por una parte, rituales propagandísticos televisivos de corte soviético al servicio del líder, y por la otra, cierta tolerancia controlada para la disidencia con la condición de que no amenace el poder y no sea demasiado escandalosa. Y todo ello, mientras el régimen trata de formar una imagen nacional y para ello busca cada vez más en la historia de este territorio europeo entre Polonia y Rusia que durante siglos ha sido un lugar de tránsito entre Occidente y Oriente.
Nueve son los candidatos que desafían esta vez a Lukashenko, el director de una explotación agrícola soviética que llegó al poder en elecciones democráticas en 1994. En los 16 años que lleva en el poder, Lukashenko revalidó su mandato dos veces (en 2001 y 2006), el plazo presidencial se ha ampliado de cuatro a cinco años y en 2004 se suprimieron las limitaciones al número de mandatos, que ahora es prácticamente indefinido. Los observadores de la OSCE han constatado reiteradamente que las elecciones no responden a los criterios democráticos. El trato algo mejor dispensado esta vez a la oposición durante la campaña electoral no cambia sustancialmente la situación.
No obstante, el enquistamiento de Lukashenko en el poder no significa que Bielorrusia esté paralizada o anclada en el limbo. Salvando las distancias culturales, geográficas y temporales, hay en este país fenómenos que evocan los últimos años de la dictadura de Francisco Franco en España. En las librerías de Minsk pueden comprarse excelentes libros de ciencias políticas, traducciones de autores occidentales, e incluso críticas biografías del presidente Lukashenko. Estas últimas, impresas en Rusia, no están expuestas al público, pero su venta es tolerada e incluso incentivada desde el entorno del mismo Lukashenko.
Etiquetar al líder de Bielorrusia Alexandr Lukashenko, como el "último dictador de Europa" ya no está de moda y hace sonreír a la élite política de este país de 9,6 millones de habitantes donde hoy se celebran elecciones presidenciales. "Más bien deberíamos hablar de fenómeno histórico digno de estudio", señala un culto funcionario del régimen, que, como otros de sus colegas, se orienta perfectamente en el mundo esquizofrénico de la Bielorrusia de hoy: por una parte, rituales propagandísticos televisivos de corte soviético al servicio del líder, y por la otra, cierta tolerancia controlada para la disidencia con la condición de que no amenace el poder y no sea demasiado escandalosa. Y todo ello, mientras el régimen trata de formar una imagen nacional y para ello busca cada vez más en la historia de este territorio europeo entre Polonia y Rusia que durante siglos ha sido un lugar de tránsito entre Occidente y Oriente.
Nueve son los candidatos que desafían esta vez a Lukashenko, el director de una explotación agrícola soviética que llegó al poder en elecciones democráticas en 1994. En los 16 años que lleva en el poder, Lukashenko revalidó su mandato dos veces (en 2001 y 2006), el plazo presidencial se ha ampliado de cuatro a cinco años y en 2004 se suprimieron las limitaciones al número de mandatos, que ahora es prácticamente indefinido. Los observadores de la OSCE han constatado reiteradamente que las elecciones no responden a los criterios democráticos. El trato algo mejor dispensado esta vez a la oposición durante la campaña electoral no cambia sustancialmente la situación.
No obstante, el enquistamiento de Lukashenko en el poder no significa que Bielorrusia esté paralizada o anclada en el limbo. Salvando las distancias culturales, geográficas y temporales, hay en este país fenómenos que evocan los últimos años de la dictadura de Francisco Franco en España. En las librerías de Minsk pueden comprarse excelentes libros de ciencias políticas, traducciones de autores occidentales, e incluso críticas biografías del presidente Lukashenko. Estas últimas, impresas en Rusia, no están expuestas al público, pero su venta es tolerada e incluso incentivada desde el entorno del mismo Lukashenko.
Minsk, ciudad del teatro
En Minsk está muy desarrollado el teatro, tanto oficial como alternativo. En el repertorio en lengua bielorrusa del teatro Yanko Kupala figura Pinskaia Shliajta, una sátira sobre la relación entre la sociedad y el poder del poeta decimonónico Vitsent Dunin-Martsinkevich, que la compañía interpreta en clave moderna. Además existe un teatro underground que actúa en escenarios improvisados en Minsk y sus alrededores y realiza frecuentes giras por Europa. La Universidad Humanitaria Europea (UHE), cantera del pensamiento crítico en Bielorrusia, fue obligada a cerrar sus puertas en Minsk, pero continúa impartiendo sus cursos desde Lituania, y parte de su alumnado viaja regularmente desde la capital bielorusia a Vilnius. En la UHU y en otras universidades de Polonia o Alemania continuaron sus estudios jóvenes que por motivos políticos fueron vetados en universidades bielorrusas. Sus antiguos profesores en Minsk piensan que esta juventud, pese a no tener hoy trabajo en las instituciones locales, no se ha desentendido de lo que pasa en Bielorrusia. En Minsk hay nuevos cafés, restaurantes y una oferta de consumo cada vez más amplia y homologada a Europa. En la capital bielorrusa han aparecido locales atractivos como la galería "U", que fue fundada en octubre de 2009. "Nuestra función es desarrollar el medio cultural en lengua bielorrusa. Nadie nos molesta. Es más, el ministro de Cultura, Pavel Latushko, incluso nos elogia y nos invita a diferentes acontecimientos", afirma Anna Chistoserdova, directora artística de "U". Además de una sala de exposiciones, la galería tiene un café, una tienda de arte y una librería con novedades de las editoriales independientes locales. Chistoserdova recalca que las actividades de la institución no son políticas, pero admite que su trabajo se ve dificultado por las limitaciones a la colaboración con las organizaciones no gubernamentales de Occidente. Estos días la galería ofrece una exposición de artistas escandinavos (sobre los estereotipos masculinos en torno al pene) y bielorrusos.
En lugar de decir que Lukashenko es el "último dictador de Europa" sería más propio hablar del "político más fuerte de Europa", opina el economista Leonid Zaíko, según el cual el líder bielorruso lleva 16 años engañando a Occidente y a Rusia". En estas elecciones, Zaíko actúa como hombre de confianza del candidato Yaroslav Romanchuk, y eso no le impide ser también miembro del consejo consultivo adscrito a la administración presidencial. Este consejo de especialistas fue fundado hace dos años bajo la influencia de la Unión Europea y, según Zaíko, Lukashenko ha incorporado a su programa parte de las ideas propugnadas por economistas liberales. En los últimos años han aparecido negocios privados florecientes, el PIB crece al ritmo del 6%-7% anual y no hay paro significativo, aunque 700.000 bielorrusos trabajan en el extranjero, afirma. La deuda exterior del país, sin embargo, suma más de 25,6 miles de millones de dólares o el 48,8% del PIB. La economía de Bielorrusia se benefició durante muchos años de la diferencia de precios de los hidrocarburos en Rusia y en Occidente, pero Moscú ha ido recortando los márgenes de ganancia que Bielorrusia obtenía gracias a la reexportación de hidrocarburos, lo que obligó a Bielorrusia a pedir un crédito de 3,6 millones de dólares al FMI.
Tras los acuerdos logrados recientemente en Moscú, Rusia contribuye a la economía de Bielorrusia con una subvención de 4000 millones de dólares, opina el economista. En 2011 y 2012, Minsk tendrá que devolver el grueso de sus créditos y para entonces se preparan grandes privatizaciones de las que espera beneficiarse la élite local, Rusia y otros países como Venezuela, que está interesada en una fábrica de coches en Minsk, y China, en una fábrica de abonos. Pero el gran capital de Lukashenko en los últimos años no han sido las empresas de Bielorrusia, sino la capacidad del presidente de explotar a su favor las tensiones entre Rusia y Occidente, prometiendo la misma mercancía a ambas partes, según su biógrafo Valeri Karbalévich. La guerra de Rusia y Georgia en 2008 le ha venido como anillo al dedo. Lukashenko ha obtenido concesiones de EEUU y Occidente por no reconocer a Osetia del Sur y Abjazia, y resistir las presiones de Moscú. Al mismo tiempo, el bielorruso no se desmarca totalmente de Rusia, con la que, aparte de los hidrocarburos subvencionados, forma un espacio económico y de Defensa común. Por no reconocer a Abjazia y Osetia del Sur, Lukashenko ha recibido el apoyo de Georgia, que ha enviado numerosos observadores a las elecciones presidenciales de hoy
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