Alexander Guerrero
Con mucho pesar ha transcendido la muerte de Carlos Andrés Pérez, su 2da de CAP; la primera muerte constituyó una típica página de la historia venezolana, que en forma de tragi-comedia hemos vivido desde 1830. Aunque la historia es larga, visto desde la economía, de su economía política y de su política económica, Carlos Andrés Pérez ocupa un puesto de primer orden. No iremos a su 1ra presidencia, cuyas políticas, desde luego, tienen mucho que ver con el estado de la economía y el país cuando fue electo por segunda vez en 1989. Fueron otras muy distintas condiciones, pero un mismo subyacente histórico de la economía venezolana, no tanto de la práctica en políticas económicas, sino en la economía política, tema muchas veces alérgico de propios y extraños, que tiene que ver con el régimen de libertades económicas, la intervención del Estado en las cosas de la economía de la gente, sus instituciones, mecanismos de apropiación y redistribución de la renta petrolera y destrucción de la riqueza, y del régimen de derechos de propiedad de la propia industria petrolera, todos hoy enterrados por un proceso político que devora las razones básica del homo economicus.
¿Qué era de aquella República petrolera ?
En 1989, Carlos Andrés Pérez fue electo para un periodo de 5 años para administrar un país que se encontraba en deplorables condiciones económicas; su antecesor, obvió los cambios, políticas necesarias y ajustes en sus políticas económicas y que mas bien administró una salida de la Presidencia sin mayores complicaciones políticas y que alguna manera le permitió “financiar” su retiro político.
Así, CAP, en condiciones totalmente opuestas a las que lo llevaron a la presidencia en 1974, tuvo que encargar un acuerdo financiero e institucional con el FMI y el Banco Mundial, que era conditio sine qua non para enfrentar la eliminación del control de cambios y los otros cambios económicos y sociales estructurales dirigidos a colocar la economía petrolera venezolana en algún sitio en el mercado internacional; como por ejemplo, ha ocurrido con Chile, Perú, y Brasil que aunque tomaron la misma medicina que los venezolanos, no tenían el componente rentista petrolero.
La crisis fiscal era no financiable, y el nivel de reservas internacionales requería ser financiado; el FMI y el BM, financiarías las reformas y colocaría los dólares requeridos para la recuperación económica la cual se dio de inmediato a los nueve meses de aplicado el programa de reformas. El ideario económico y político del venezolano, no diferente al resto de la región, se opuso frontalmente a esos acuerdos con la retórica hueca acostumbrada, y sin la inteligencia requerida. Con ese verbo, hoy aplicado en políticas públicas y en instituciones recién creadas, hemos perdido las instituciones básicas que definen las libertades políticas y económicas, el régimen alternativo que pario aquella oposición a las reformas introducidas por CAP, es el de la servidumbre socialista, el mismo que está en el texto escrito por Hayek (Camino de la Servidumbre) hace 60 años y cuya vigencia hoy es inobjetable.
¿Qué hicimos mal que otros hicieron bien?
En Venezuela desde hace décadas una importante parte de la renta fiscal llega sin obligar a los ciudadanos a exigirse económicamente, estableciendo desde luego –renta fácil con difusos derechos de propiedad, en general como derecho natural del Estado sobre los bienes de la tierra y el subsuelo- una estructura de incentivos para hacer economía y política. Esta última, la “política” ha creado “instituciones informales” muy adentro del ser venezolano, creando un ambiente institucional económico donde era y es más fácil el acceso a posiciones políticas para el reparto de la renta petrolera, que la obtención de una licencia para ejercer un derecho, ahora conculcado por la revolución, como los derechos de propiedad. La propiedad privada en esas condiciones adquiere sentido esotérico y hasta mágico.
Las reformas económicas y otros cambios institucionales políticos, como la elección de gobernadores y alcaldes, traían el objetivo de devolverles a los venezolanos los incentivos para el trabajo y el acceso a la propiedad sin los costos que históricamente venia pagando. Era obvio que un cambio de esa envergadura encontraría entre las diferentes coalición redistributivas con acceso inmediato al poder, una fuerte resistencia, contra esa pared se topó CAP y su propuesta de un viraje en redondo.
CAP enfrento así las dos crisis gemelas, la fiscal y la de balanza de pagos (reservas internacionales), pero como la enfermedad no era un problema económico fenoménico sino estructural había que llevar a cabo otras importantes reformas que iban de la mano de la apertura económica, de la liberación de los precios para adecuar el sistema económico a los incentivos naturales del hombre, al mismo tiempo que había que reformar el sistema político y de gobierno para que los electores pudieran elegir sus respectivos gobiernos locales, de manera que la gente supiera que sus derechos económicos y libertades van de mano y sin indivisibles, y dependen de las libertades políticas y en última instancia de la calidad de democracia que se pueda lograr.
Intereses corporativos, políticos, sindicales y económicos: ¿Quién gana qué y quién pierde ?
Hacer todo eso no era fácil, pero tampoco había otra opción, y CAP así lo entendió, habíamos ganado la primera batalla que un líder político venido de lo más rancio de la Venezuela redistributiva petrolera, aceptara y comprendiera los cambios que había que emprender. Para un político natural y de instintos, ello era una tara dura porque ello implicaba dinamitar el mismo condumio rentista que lo había llevado a él a ganar las elecciones en 1989, y donde muchos mirando hacia el pasado esperarían que la renta petrolera fuese nuevamente el motor para crear riqueza. Pero no había renta para continuar con lo mismo, y ello era la fortaleza de su recién inaugurada gestión. No había renta para financiar el paternalismo o los esquemas redistributivos en manos de grupos de intereses corporativos, tanto políticos como económicos.
Esas reformas no comprendidas, y desde luego en básica contradicción con los intereses “naturales” de las tradicionales coaliciones redistributivas, corporaciones de intereses políticos, económicos, militares, iglesia, sindicatos, fueron comprendidas como las palancas por donde diluiría la pérdida de poder político y económico y digamos que social, que muchas decisiones que se tomaban y venían tomando en cámaras de producción y sindicales, en direcciones nacionales de partidos, en el seno de las iglesias y en mandos militares irían a ser arbitradas mayormente en el mercado; es decir, con grado más elevado de libertad económica, pese a que una reforma política institucional integral no estaba convocada.
Pero, era evidente que la pérdida de poder corporativo, político, económico y militar fue receptiva al llamado de grupos de poder revestidos de nacionalismo e ideologías contrarias a la libertad económica, que comenzaron una oposición frontal al cambio económico y social estructural. EL mal llamado “caracazo” fue un rápido intento, un test, para la oposición a reformas que implicaban mayor responsabilidad individual y por lo tanto de mayores libertades económicas. Para quienes estábamos en sitios de diagnostico y definición de políticas económicas, el problema técnico era elemental, su definición está en la ciencia económica, pero su ejecución o toma de decisión dependía de la convocatoria de un solo hombre, Carlos Andrés Pérez y desde luego del piso político que le había proporcionado esa enorme votación en diciembre 1989.
Golpes de estado o como se pierde la Republica: el siglo XIX de nuevo.
La oposición a las políticas venia del propio partido de gobierno, y de la oposición, como regla básica de acción política, y esa oposición tenía otras corporaciones en movimiento, la sindical y la patronal. Esta última, muy especialmente, grupos de poder veían el peligro inminente de la desaparición del estado paternalista y de la cobertura proteccionista, sin la cual muchos no se atrevían a caminar por si mismos en un marco institucional competitivo, se alegaba que la economía venezolana no estaba preparada para competir en el mercado mundial, conseja que mostro una grotesca debilidad intelectual característica de los marxistas.
En otras palabras, muchos capitalistas no querían ser capitalistas, una contradicción que conocimos en vivo en esos días. Pues una de las grandes reformas económicas era la eliminación de formas de protección, aranceles y otros instrumentos de intervención del estado en los asuntos de la economía, de manera que en un mercado abierto el consumidor pudiera tener más opciones y aquellas menos costosas. La oposición política sumada a la corporativa sindical y empresarial tenía en los partidos políticos en la “derecha” y en la “izquierda”, la misma caja de resonancia y el reclamo que la apertura era muy rápida y que a ese paso pocos sobrevivirían.
En los cuarteles, el discurso era similar, se les decía a los militares que el petróleo sería entregado a fuerzas económicas extranjeras, fenómeno cultural que aglomero en los cuarteles a nacionalistas y comunistas, estos últimos mayoritarios e ideológicamente convencidos; los primeros demasiado ingenuos para siglo y medio de vida republicana. Así, eran convocados para proteger las riquezas nacionales, grupos de conspiradores de antaño, nunca desactivados, se acercaron a los militares, una mayoría de ellos cautivados por el comunismo y socialismo, y en alianza con militares nacionalistas terminarían generando dos golpes de estado –Febrero 4 y Noviembre 27 de 1992- que serían una especie de banderillas para terminar una faena a la cual ya estaban moviéndose en la sombra los conspiradores de siempre, algunos ingenuos, e inocentes y otros muy avisados de esas cosas.
Consecuencias intencionadas y no intencionadas
Al final, una compleja madeja de consecuencias intencionadas y de muchas otras consecuencias no intencionadas se monto como barrera a los cambios económicos e institucionales que se requieran para llevar a Venezuela en orden al mercado internacional. Era muy difícil que corporaciones políticas económicas, sindicales, y militares aceptaran de buena gana los cambios, si el poder político de sus coaliciones redistributivas se sentía crujir, porque algo de orden tendría que establecerse de acuerdo a criterios más especializados, que si bien había que auxiliar a los sectores de menores recursos, estos deberían comprender que no eran migajas del Estado -como hoy se hace sistémicamente – sino parte del esfuerzo del individuo y bajo ese sello se crearon grandes instituciones redistributivas pero montadas sobre otros criterios más “automáticos” y económicos, por lo tanto no requerían del manto rentista de los grupos de poder político, económico y sindical.
De esa manera, poner orden institucional en bancos conduciendo una reforma financiera que ampliara las fronteras para la creación de un sistema financiero fundado en el ahorro; acostumbrar a sectores económicos a competir como mecanismo ideal de sobrevivencia económica, sin que contaran para ello del manto rentista del Estado, resulto una tarea inmensa que aparentemente el mismo CAP no pudo llevar a cabo, sobre todo después de los dos golpes de Estado, donde era evidente que los grupos mencionados decidieron renegociar algunas reformas económicas a cambio de una estabilidad política, que sabíamos en esos días, ya estaba perdida, la Republica había sido herida por los golpes militares.
Sin embargo importantes y fundamentales líderes políticos, entre ellos el ex Presidente Caldera, y económicos, así como militares en conocimiento de las grandes heridas causadas por los golpes de Estado prefirieron comprar tiempo y sacrificar lo andado, el juicio político a CAP se puso en marcha, en algunos sectores en concierto y en otros actuando de manera demasiado ingenua para más de siglo y medio de vida Republicana, solo había que ver hacia atrás en la historia venezolana del siglo XIX y verla tradición en la solución de los conflictos políticos sociales y económicos, CAP fue entregado a los leones, para salvar la Republica. Siempre pensamos en esos días, y esta proféticamente así dicho en el discurso que el mismo CAPO daría en mayo de 1993 en oportunidad de enfrentar el juicio político. Loa venezolanos una vez más estábamos enterrando otra república.
¿Democracia con hambre ?
Todos oímos aquella célebre frase de R Caldera cuando dijo palabras, palabras menos, que con hambre no podría haber democracia, era evidente que la Republica estaba en peligro, consecuencias intencionadas de los conspiradores viejos, sobre todos los comunistas y otras no intencionadas de líderes políticos fundamentales, las corporaciones políticas y económicas que al parecer nunca comprendieron el momento histórico, y nunca pensaron que la democracia estaba languideciendo y con ella las libertades políticas y económicas, para lo cual solo tendríamos que esperar unos cuantos. CAP fue enjuiciado en lo que a todo evento – y ya se comienza a caer el velo de la ignorancia – fue una gran componenda política donde muchos actuaron con buena intención pero otros al vapor de sus propios intereses. El último chance de “salvar” la democracia se lo dieron frágilmente a Caldera quien ganaría las elecciones de 1994 apoyado por todas la izquierdas la constitucional y la subversiva, la borbónica y la napoleónica, y todo el andamiaje conspirativo en los cuarteles, pero comenzaría a recibir el impacto y las consecuencias de las cosas que quedaron pendientes del programa de reformas estructurales económicas políticas y sociales.
Caldera tampoco comprendió la dimensión de historia que se le requería y exigía, por el contario se limitó a vegetar en sus cinco años de gobierno en medio de una crisis económica a la cual le quitaría su nombre y la dejaría en manos de ministros, hombres de buen talante y bien intencionados. Pero equivocados, para que al término de su periodo constitucional muchos respiraran tranquilos de que por lo menos, habían llegado al final del periodo constitucional.
Vendría la elección y se alzaría con el triunfo quien nunca hubiese querido ganar elecciones, sin embargo pudo emboscar la Republica en una convocatoria a una ANC de tipo originaria, como la revolución bolchevique o la Comuna de Paris, entregada de la mano de una corporación redistributiva de mucho relieve en años anteriores porque le dieron cobertura constitucional y legal a un juicio político que había llevado a CAP a renunciar y condenado finalmente. Como mencionamos arriba, Carlos Andrés Pérez adelantaría lo que ocurriría después en su famoso discurso de Mayo del 1993. Casi 20 años después, vemos con horror que no se equivocó. La historia ha comenzado a rehabilitarlo, y los venezolanos mayores de 40 años, comenzaron a exorcizar sus errores y omisiones, grandes contriciones se realizan hoy, la historia recientes se estudia con coraje, la Cátedra Pio Tamayo hace un gran esfuerzo y otros venezolanos rebuscan en su memoria y en sus arrepentimientos los hechos, los cuales tendremos que darlos a conocer a las generaciones en curso para que conozcan como los errores básicos nos llevan a grandes castigos en la historia, como lo escribió Dante en la Divina Comedia, el camino al infierno está lleno de muchas cruces de buenas intenciones.
La emboscada institucional y la Constituyente originaria: la guadaña para la democracia
La emboscada constitucional conto con la inocencia, ingenuidad o complicidad del resto de los poderes públicos, por ejemplo la CSJusticia la que dio constitucionalidad a un juicio político, como ocurrió varias veces en el siglo XIX, los venezolanos en 150 anos habíamos aprendido muy poco, los males políticos continuaron y como a la medida de cada caudillo militar, Chávez se hizo de una constitución y originaria, y con la decisión de la CSJ moviéndola como guadaña comenzó el entierro de los poderes públicos uno a uno. Sin poderes y con el país coreando al juego del gendarme redistributivista del siglo XXI que llegaría a entregarle el petróleo al pueblo, llegaría el comunismo montado en las viejas consignas de la historia perdida de millones de hombres, socialismo o muerte. Al final hoy dando el segundo y definitivo último adiós a CAP nos encontramos en el patíbulo del comunismo puro y simple. Y con una enseñanza que siempre lo será, la historia no ocurre por casualidad, es una red de eventos de alguna manera conexos: estos barros de hoy son aquellos polvos de ayer.
Queremos así, rendir homenaje a un hombre que conocimos, controversial, capaz de ir del horizonte de Platón en su Republica, de ser el “benevolente hacedor” de la Gran Venezuela de 1974, a una propuesta totalmente opuesta en el Gran Viraje de 1989, que demuestra un gran aprendizaje de la historia y reconocer que los errores de ayer, se quedan en la historia y que se hace camino solo caminando. Paz a sus restos y que los venezolanos tengamos el coraje a la luz de lo hoy ocurre a hacer las grandes rectificaciones, las ideológicas, y las espirituales. La Republica no se puede volver a perder como está ocurriendo.
Alexander Guerrero es economista, PhD. (London University)Consultor Economia y Finanzas
¿Qué era de aquella República petrolera ?
En 1989, Carlos Andrés Pérez fue electo para un periodo de 5 años para administrar un país que se encontraba en deplorables condiciones económicas; su antecesor, obvió los cambios, políticas necesarias y ajustes en sus políticas económicas y que mas bien administró una salida de la Presidencia sin mayores complicaciones políticas y que alguna manera le permitió “financiar” su retiro político.
Así, CAP, en condiciones totalmente opuestas a las que lo llevaron a la presidencia en 1974, tuvo que encargar un acuerdo financiero e institucional con el FMI y el Banco Mundial, que era conditio sine qua non para enfrentar la eliminación del control de cambios y los otros cambios económicos y sociales estructurales dirigidos a colocar la economía petrolera venezolana en algún sitio en el mercado internacional; como por ejemplo, ha ocurrido con Chile, Perú, y Brasil que aunque tomaron la misma medicina que los venezolanos, no tenían el componente rentista petrolero.
La crisis fiscal era no financiable, y el nivel de reservas internacionales requería ser financiado; el FMI y el BM, financiarías las reformas y colocaría los dólares requeridos para la recuperación económica la cual se dio de inmediato a los nueve meses de aplicado el programa de reformas. El ideario económico y político del venezolano, no diferente al resto de la región, se opuso frontalmente a esos acuerdos con la retórica hueca acostumbrada, y sin la inteligencia requerida. Con ese verbo, hoy aplicado en políticas públicas y en instituciones recién creadas, hemos perdido las instituciones básicas que definen las libertades políticas y económicas, el régimen alternativo que pario aquella oposición a las reformas introducidas por CAP, es el de la servidumbre socialista, el mismo que está en el texto escrito por Hayek (Camino de la Servidumbre) hace 60 años y cuya vigencia hoy es inobjetable.
¿Qué hicimos mal que otros hicieron bien?
En Venezuela desde hace décadas una importante parte de la renta fiscal llega sin obligar a los ciudadanos a exigirse económicamente, estableciendo desde luego –renta fácil con difusos derechos de propiedad, en general como derecho natural del Estado sobre los bienes de la tierra y el subsuelo- una estructura de incentivos para hacer economía y política. Esta última, la “política” ha creado “instituciones informales” muy adentro del ser venezolano, creando un ambiente institucional económico donde era y es más fácil el acceso a posiciones políticas para el reparto de la renta petrolera, que la obtención de una licencia para ejercer un derecho, ahora conculcado por la revolución, como los derechos de propiedad. La propiedad privada en esas condiciones adquiere sentido esotérico y hasta mágico.
Las reformas económicas y otros cambios institucionales políticos, como la elección de gobernadores y alcaldes, traían el objetivo de devolverles a los venezolanos los incentivos para el trabajo y el acceso a la propiedad sin los costos que históricamente venia pagando. Era obvio que un cambio de esa envergadura encontraría entre las diferentes coalición redistributivas con acceso inmediato al poder, una fuerte resistencia, contra esa pared se topó CAP y su propuesta de un viraje en redondo.
CAP enfrento así las dos crisis gemelas, la fiscal y la de balanza de pagos (reservas internacionales), pero como la enfermedad no era un problema económico fenoménico sino estructural había que llevar a cabo otras importantes reformas que iban de la mano de la apertura económica, de la liberación de los precios para adecuar el sistema económico a los incentivos naturales del hombre, al mismo tiempo que había que reformar el sistema político y de gobierno para que los electores pudieran elegir sus respectivos gobiernos locales, de manera que la gente supiera que sus derechos económicos y libertades van de mano y sin indivisibles, y dependen de las libertades políticas y en última instancia de la calidad de democracia que se pueda lograr.
Intereses corporativos, políticos, sindicales y económicos: ¿Quién gana qué y quién pierde ?
Hacer todo eso no era fácil, pero tampoco había otra opción, y CAP así lo entendió, habíamos ganado la primera batalla que un líder político venido de lo más rancio de la Venezuela redistributiva petrolera, aceptara y comprendiera los cambios que había que emprender. Para un político natural y de instintos, ello era una tara dura porque ello implicaba dinamitar el mismo condumio rentista que lo había llevado a él a ganar las elecciones en 1989, y donde muchos mirando hacia el pasado esperarían que la renta petrolera fuese nuevamente el motor para crear riqueza. Pero no había renta para continuar con lo mismo, y ello era la fortaleza de su recién inaugurada gestión. No había renta para financiar el paternalismo o los esquemas redistributivos en manos de grupos de intereses corporativos, tanto políticos como económicos.
Esas reformas no comprendidas, y desde luego en básica contradicción con los intereses “naturales” de las tradicionales coaliciones redistributivas, corporaciones de intereses políticos, económicos, militares, iglesia, sindicatos, fueron comprendidas como las palancas por donde diluiría la pérdida de poder político y económico y digamos que social, que muchas decisiones que se tomaban y venían tomando en cámaras de producción y sindicales, en direcciones nacionales de partidos, en el seno de las iglesias y en mandos militares irían a ser arbitradas mayormente en el mercado; es decir, con grado más elevado de libertad económica, pese a que una reforma política institucional integral no estaba convocada.
Pero, era evidente que la pérdida de poder corporativo, político, económico y militar fue receptiva al llamado de grupos de poder revestidos de nacionalismo e ideologías contrarias a la libertad económica, que comenzaron una oposición frontal al cambio económico y social estructural. EL mal llamado “caracazo” fue un rápido intento, un test, para la oposición a reformas que implicaban mayor responsabilidad individual y por lo tanto de mayores libertades económicas. Para quienes estábamos en sitios de diagnostico y definición de políticas económicas, el problema técnico era elemental, su definición está en la ciencia económica, pero su ejecución o toma de decisión dependía de la convocatoria de un solo hombre, Carlos Andrés Pérez y desde luego del piso político que le había proporcionado esa enorme votación en diciembre 1989.
Golpes de estado o como se pierde la Republica: el siglo XIX de nuevo.
La oposición a las políticas venia del propio partido de gobierno, y de la oposición, como regla básica de acción política, y esa oposición tenía otras corporaciones en movimiento, la sindical y la patronal. Esta última, muy especialmente, grupos de poder veían el peligro inminente de la desaparición del estado paternalista y de la cobertura proteccionista, sin la cual muchos no se atrevían a caminar por si mismos en un marco institucional competitivo, se alegaba que la economía venezolana no estaba preparada para competir en el mercado mundial, conseja que mostro una grotesca debilidad intelectual característica de los marxistas.
En otras palabras, muchos capitalistas no querían ser capitalistas, una contradicción que conocimos en vivo en esos días. Pues una de las grandes reformas económicas era la eliminación de formas de protección, aranceles y otros instrumentos de intervención del estado en los asuntos de la economía, de manera que en un mercado abierto el consumidor pudiera tener más opciones y aquellas menos costosas. La oposición política sumada a la corporativa sindical y empresarial tenía en los partidos políticos en la “derecha” y en la “izquierda”, la misma caja de resonancia y el reclamo que la apertura era muy rápida y que a ese paso pocos sobrevivirían.
En los cuarteles, el discurso era similar, se les decía a los militares que el petróleo sería entregado a fuerzas económicas extranjeras, fenómeno cultural que aglomero en los cuarteles a nacionalistas y comunistas, estos últimos mayoritarios e ideológicamente convencidos; los primeros demasiado ingenuos para siglo y medio de vida republicana. Así, eran convocados para proteger las riquezas nacionales, grupos de conspiradores de antaño, nunca desactivados, se acercaron a los militares, una mayoría de ellos cautivados por el comunismo y socialismo, y en alianza con militares nacionalistas terminarían generando dos golpes de estado –Febrero 4 y Noviembre 27 de 1992- que serían una especie de banderillas para terminar una faena a la cual ya estaban moviéndose en la sombra los conspiradores de siempre, algunos ingenuos, e inocentes y otros muy avisados de esas cosas.
Consecuencias intencionadas y no intencionadas
Al final, una compleja madeja de consecuencias intencionadas y de muchas otras consecuencias no intencionadas se monto como barrera a los cambios económicos e institucionales que se requieran para llevar a Venezuela en orden al mercado internacional. Era muy difícil que corporaciones políticas económicas, sindicales, y militares aceptaran de buena gana los cambios, si el poder político de sus coaliciones redistributivas se sentía crujir, porque algo de orden tendría que establecerse de acuerdo a criterios más especializados, que si bien había que auxiliar a los sectores de menores recursos, estos deberían comprender que no eran migajas del Estado -como hoy se hace sistémicamente – sino parte del esfuerzo del individuo y bajo ese sello se crearon grandes instituciones redistributivas pero montadas sobre otros criterios más “automáticos” y económicos, por lo tanto no requerían del manto rentista de los grupos de poder político, económico y sindical.
De esa manera, poner orden institucional en bancos conduciendo una reforma financiera que ampliara las fronteras para la creación de un sistema financiero fundado en el ahorro; acostumbrar a sectores económicos a competir como mecanismo ideal de sobrevivencia económica, sin que contaran para ello del manto rentista del Estado, resulto una tarea inmensa que aparentemente el mismo CAP no pudo llevar a cabo, sobre todo después de los dos golpes de Estado, donde era evidente que los grupos mencionados decidieron renegociar algunas reformas económicas a cambio de una estabilidad política, que sabíamos en esos días, ya estaba perdida, la Republica había sido herida por los golpes militares.
Sin embargo importantes y fundamentales líderes políticos, entre ellos el ex Presidente Caldera, y económicos, así como militares en conocimiento de las grandes heridas causadas por los golpes de Estado prefirieron comprar tiempo y sacrificar lo andado, el juicio político a CAP se puso en marcha, en algunos sectores en concierto y en otros actuando de manera demasiado ingenua para más de siglo y medio de vida Republicana, solo había que ver hacia atrás en la historia venezolana del siglo XIX y verla tradición en la solución de los conflictos políticos sociales y económicos, CAP fue entregado a los leones, para salvar la Republica. Siempre pensamos en esos días, y esta proféticamente así dicho en el discurso que el mismo CAPO daría en mayo de 1993 en oportunidad de enfrentar el juicio político. Loa venezolanos una vez más estábamos enterrando otra república.
¿Democracia con hambre ?
Todos oímos aquella célebre frase de R Caldera cuando dijo palabras, palabras menos, que con hambre no podría haber democracia, era evidente que la Republica estaba en peligro, consecuencias intencionadas de los conspiradores viejos, sobre todos los comunistas y otras no intencionadas de líderes políticos fundamentales, las corporaciones políticas y económicas que al parecer nunca comprendieron el momento histórico, y nunca pensaron que la democracia estaba languideciendo y con ella las libertades políticas y económicas, para lo cual solo tendríamos que esperar unos cuantos. CAP fue enjuiciado en lo que a todo evento – y ya se comienza a caer el velo de la ignorancia – fue una gran componenda política donde muchos actuaron con buena intención pero otros al vapor de sus propios intereses. El último chance de “salvar” la democracia se lo dieron frágilmente a Caldera quien ganaría las elecciones de 1994 apoyado por todas la izquierdas la constitucional y la subversiva, la borbónica y la napoleónica, y todo el andamiaje conspirativo en los cuarteles, pero comenzaría a recibir el impacto y las consecuencias de las cosas que quedaron pendientes del programa de reformas estructurales económicas políticas y sociales.
Caldera tampoco comprendió la dimensión de historia que se le requería y exigía, por el contario se limitó a vegetar en sus cinco años de gobierno en medio de una crisis económica a la cual le quitaría su nombre y la dejaría en manos de ministros, hombres de buen talante y bien intencionados. Pero equivocados, para que al término de su periodo constitucional muchos respiraran tranquilos de que por lo menos, habían llegado al final del periodo constitucional.
Vendría la elección y se alzaría con el triunfo quien nunca hubiese querido ganar elecciones, sin embargo pudo emboscar la Republica en una convocatoria a una ANC de tipo originaria, como la revolución bolchevique o la Comuna de Paris, entregada de la mano de una corporación redistributiva de mucho relieve en años anteriores porque le dieron cobertura constitucional y legal a un juicio político que había llevado a CAP a renunciar y condenado finalmente. Como mencionamos arriba, Carlos Andrés Pérez adelantaría lo que ocurriría después en su famoso discurso de Mayo del 1993. Casi 20 años después, vemos con horror que no se equivocó. La historia ha comenzado a rehabilitarlo, y los venezolanos mayores de 40 años, comenzaron a exorcizar sus errores y omisiones, grandes contriciones se realizan hoy, la historia recientes se estudia con coraje, la Cátedra Pio Tamayo hace un gran esfuerzo y otros venezolanos rebuscan en su memoria y en sus arrepentimientos los hechos, los cuales tendremos que darlos a conocer a las generaciones en curso para que conozcan como los errores básicos nos llevan a grandes castigos en la historia, como lo escribió Dante en la Divina Comedia, el camino al infierno está lleno de muchas cruces de buenas intenciones.
La emboscada institucional y la Constituyente originaria: la guadaña para la democracia
La emboscada constitucional conto con la inocencia, ingenuidad o complicidad del resto de los poderes públicos, por ejemplo la CSJusticia la que dio constitucionalidad a un juicio político, como ocurrió varias veces en el siglo XIX, los venezolanos en 150 anos habíamos aprendido muy poco, los males políticos continuaron y como a la medida de cada caudillo militar, Chávez se hizo de una constitución y originaria, y con la decisión de la CSJ moviéndola como guadaña comenzó el entierro de los poderes públicos uno a uno. Sin poderes y con el país coreando al juego del gendarme redistributivista del siglo XXI que llegaría a entregarle el petróleo al pueblo, llegaría el comunismo montado en las viejas consignas de la historia perdida de millones de hombres, socialismo o muerte. Al final hoy dando el segundo y definitivo último adiós a CAP nos encontramos en el patíbulo del comunismo puro y simple. Y con una enseñanza que siempre lo será, la historia no ocurre por casualidad, es una red de eventos de alguna manera conexos: estos barros de hoy son aquellos polvos de ayer.
Queremos así, rendir homenaje a un hombre que conocimos, controversial, capaz de ir del horizonte de Platón en su Republica, de ser el “benevolente hacedor” de la Gran Venezuela de 1974, a una propuesta totalmente opuesta en el Gran Viraje de 1989, que demuestra un gran aprendizaje de la historia y reconocer que los errores de ayer, se quedan en la historia y que se hace camino solo caminando. Paz a sus restos y que los venezolanos tengamos el coraje a la luz de lo hoy ocurre a hacer las grandes rectificaciones, las ideológicas, y las espirituales. La Republica no se puede volver a perder como está ocurriendo.
Alexander Guerrero es economista, PhD. (London University)Consultor Economia y Finanzas
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